«El cambio ha sido tremendo. Nada que ver entre el ejército de reemplazo de entonces y el profesional de ahora»

p. seoane OURENSE

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

29 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Llegó Francisco Rodríguez Vila (Lugo, 1957) a Ourense en 1982. Su carrera militar, de aquí para allá, lo llevó a Figueirido en distintas etapas, y también estuvo en A Coruña y Lugo. Hace treinta años era teniente, abanderado en el acto que marcó el final del regimiento Zamora 8. Hoy es teniente coronel, el único oficial de entonces en activo en Ourense.

-¿Cómo recuerda aquel día?

-Fue un día triste para todos los que entonces trabajábamos en el cuartel, pero, sobre todo, fue un día triste para Ourense, al haber sido un lugar donde un montón de gente tenía recuerdos por haber hecho allí el servicio militar. Con el tiempo se ha visto la pérdida, también desde el punto de vista económico. Lo echarán de menos unos más que otros, pero hay que pensar que mantener un cuartel exige inversiones, desde comida a combustible. Volaron.

-Es una anécdota, pero su barba en aquel acto llama ahora la atención entre tantos bigotes y caras bien afeitadas...

-No era habitual, es verdad. Yo entonces era muy joven. Al lado de algunos soldados, y sobre todo de suboficiales, lo parecía incluso más. Seguramente fue para aparentar que tenía más edad, no recuerdo si conscientemente o no.

-¿Cómo llegó a Ourense?

-Fue en 1982. Había estudiado magisterio, era alférez de milicias, las oposiciones estaban complicadas y decidí probar en las fuerzas armadas. Al final me encontré a gusto y aquí sigo.

-¿Cómo encajó la marcha forzosa al desaparecer el Zamora 8?

-Tuvimos que pedir destino. Al año, si no estabas colocado, te daban destino forzoso. Una parte de la Brilat se estaba trasladando desde Santiago a Figueirido y allá marché en 1987. Fue prácticamente cerrar aquí y empezar allí. Luego estuve en A Coruña y Lugo para volver a Figueirido. Cuando marché de Ourense en 1987 no creía que fuera a volver aquí. En la Subdelegación de Defensa apenas hay puestos de trabajo, pero en 1999 salió una vacante, la pedí y aquí espero, encantado, para retirarme tan pronto como pase a la reserva.

-¿Mantiene contacto con compañeros de aquella época?

-En activo, de aquella época, no queda casi nadie. Yo era de los más jóvenes y me voy el año que viene. Queda algún suboficial, pero oficiales ya no. Contacto sí mantenemos, pues por aquí, al final, pasa mucha gente, o de visita, o para alguna gestión del Isfas, que tiene al frente a Manuel Quintairos, sargento en 1987.

-Fue el abanderado del acto...

-Coincidió así, no fue por ningún motivo especial. Es un servicio más, como las guardias, o la de oficial de semana. Era rotatorio entre los tenientes. Había unos turnos y me tocó. Ya había poca gente. A mi lado estaba Benjamín Casanova, que entonces era teniente, aunque en el acto hizo funciones de capitán.

-¿Podía imaginar entonces la transformación y modernización de las fuerzas armadas?

-Imposible. El cambio ha sido tremendo. Nada que ver el ejército de entonces, de reemplazo, con el de ahora, profesional. Antes, con muchísima gente y pocos medios; ahora, menos gente, pero más especializado y con muchos más medios, con los más modernos, como cualquier país de nuestro entorno. En calidad humana, sobre todo, competimos con cualquiera. Hoy tenemos misiones en todo el mundo. Entonces era algo impensable y no solo por la limitación para comunicarse en inglés. Nada que ver.

-Fue liquidar el Zamora 8 y quedar aquello abandonado durante años y años, aunque ahora ya se deja ver algo de luz...

-La verdad es que se te caía el alma al ver su estado. Hoy ya se empieza a ver de otro modo, pero durante años daba mucha pena. Mantener, mantener y mantener era una de nuestras máximas. Había que mantener el equipamiento y los camiones, casi de la guerra de Corea, pero era lo que había. En esa línea, las instalaciones y el recinto estaban muy cuidados. Del claustro ya no digo nada, pues lo abríamos siempre que venía alguien a visitarlo, sobre todo para las fotos de pareja para completar las bodas.