Homenaje a un poeta «telúrico y con un enorme apego hacia su tierra»

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

Víctor Campio se inició en la poesía como una vía de escape a las penurias de su tiempo

20 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Centro Cultural Marcos Valcárcel fue ayer el escenario escogido para ensalzar a una figura clave de la poesía ourensana. El PEN Clube y el Ateneo de la capital organizaron un acto de homenaje a Víctor Campio Pereira, quien pese a su delicado estado de salud -está a punto de cumplir 90 años- se mostró emocionado por el gesto de sus amigos. «La riqueza de la vida está en los amigos y esto demuestra que mi padre los tiene, y que además lo quieren y lo valoran como poeta, pero también como persona. Eso es muy importante», reconoce Isabel Campio, orgullosa de un padre lleno de bondad y humildad que, sobre todo, ha estado siempre muy vinculado a su tierra.

Nacido en Garabás, Maside, un 15 de julio de 1928, Campio estudió varios años en el Seminario de Ourense. Allí conoció a Francisco Rey Romero y Abelardo Santorum, que influyeron mucho en él, pero a Víctor aquella vida no le gustaba, y buscó una vía de escape. La encontró en la poesía. «Allí se sentía preso y él quería ser un hombre condenado a la libertad, así que se marchó», rememora su hija, que admite que «la poesía era para él una vía de evasión para aquellos tiempos de miseria, en los que había una política policial por parte del dictador Francisco Franco, que dictaba las penas de muerte para los independentistas en el dominio colonial de Marruecos».

Aquel joven masidao se fue forjando una profesión y estudió Magisterio en Ourense, licenciándose después en Filología Hispánica en la Universidad Complutense. Vivió en varias ciudades pero su jubilación llegó en el año 1994, cuando era profesor en el Instituto de As Lagoas. Ahí cerró su etapa como docente, pero no como poeta, ya que siguió escribiendo hasta hace muy pocos años. Entre sus trabajos también hay ensayos y narrativa.

«Su obra es sobre todo una celebración de la amistad, del encuentro con las buenas cosas de la vida, con la satisfacción ética; es un poeta telúrico existencialista», explica su hija, que tiene muy vivas en su recuerdo las noches de insomnio en las que su padre se dedicaba de lleno a la lectura y a la creación poética. «Mi padre siempre ha sido un lector voraz, se pasaba las noches leyendo y trabajando, no dormía de noche y ahora sigue teniendo insomnio; le ha quedado ese poso de su época literaria. De noche aprovechaba la calma para evadirse y escribir, y aún es hoy en día cuando sigue viviendo mucho de noche y durmiendo de día, en eso no ha cambiado».

Un día muy especial

Y seguramente habrá habido muchos días especiales en la vida de Campio, pero sus allegados aseguran que se sintió especialmente emocionado cuando lo nombraron hijo predilecto de Maside, su ayuntamiento natal. «Lo que más ilusión le hizo en su carrera fue que lo nombrasen hijo predilecto de su pueblo. Llegar a tener un premio en el municipio en el que nació y se crió fue algo importantísimo para él, porque de alguna manera logró ser profeta en su tierra, creo que ese ha sido uno de los días más importantes de su vida», cuenta su hija Isabel, que recuerda que, como persona humilde que era apenas se prodigaba, ni tampoco lo hacía con su obra. «No quería sacar su poesía a la luz, fue la gente que vio que tenía una valía la que empezó a divulgar su poemario; pienso que no hubiese publicado nada si no llega a ser por los demás», advierte. De su perfil literario, destaca su hija que «él era un poeta del pasado, y por eso tal vez su obra no llegue a todo el mundo, por su retórica y figuras literarias, que son más bien de épocas pretéritas. Creo que su obra perdurará en el tiempo, aunque tal vez los poetas nuevos no la entiendan».

Isabel Salgado, presidenta del Ateneo; Luis González Tosar, responsable del PEN Clube, y Xesús Alonso Montero, en representación de la RAG, quisieron ayer ensalzar la figura de este poeta, en un bello acto en el que también se recitó parte de su obra. Seguramente a Campio le vino a la cabeza en esa tarde memorable la que, dice su hija, ha sido siempre su frase más frecuente: «Graciñas, y a mandar».