Tras las chucherías de la Alameda

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

Los puestos de golosinas de este céntrico espacio de la ciudad han sido visitados por varias generaciones de ourensanos. Únicamente queda uno abierto

31 jul 2017 . Actualizado a las 19:14 h.

Seguro que todos los ourensanos, en alguna ocasión, se han parado frente a su puesto. Ahora o hace décadas. Posiblemente alguno haya probado su primera golosina de sus manos. Pilar Bericát González tiene 74 años y desde que tiene uso de razón acompañaba a su madre, Asunción, a vender a la Alameda de Ourense. «Levo aquí dende o ano 82, neste mesmo posto», dice. Su madre también estaba en la Alameda, aunque cuando ella comenzó con el negocio los puestos estaban ubicados justo al otro lado del parque. En estos momentos es el único de estas características en la zona. Antes, había más. «Eramos catro. Un, que agora esta no campo de fútbol; un da lotería e o que esta aquí ao lado, que agora está enfermo e non sei cando volverá», explica.

Pilar comenzó a habituarse a la venta de la mano de su madre. Tener una familia que ofrezca golosinas debe ser una experiencia especial. «Miña nai andaba polas festas e eu axudábaa. Tiña 45 anos cando quedei co posto», dice.

De cuando era pequeña recuerda que había mucha más gente y niños en la Alameda. «Ahora non hai nada», lamenta. Explica que en el puesto de su madre no existía tanta cantidad de chucherías como hay ahora, pero subraya que tenía de todo para la época. Tras más de treinta años vendiendo cree el cambio, tanto en el lugar en el que se encuentra como el de la sociedad, ha sido grandísimo. «Antes vendíase moito máis que agora, que están as tendas chinesas...», destaca. Y es que en el puesto de Pilar todavía se pueden comprar esos juguetes para niños que vienen sobre un cartón atrapados por una banda de plástico: conjunto completo de vaquero o de policía, juegos de bolos, balones de playa o todo lo necesario para ser una princesa. Sí, eso se sigue vendiendo. «Agora os chinos teñen de todo. Algo se nota. Aínda que os rapaces de sempre seguen comprando aquí». Y en este punto dice orgullosa que los niños de antes regresan con sus hijos: «Vendemos a tres xeracións de rapaces».

Además de chucherías y juguetes, Pilar ofrece otro tipo de productos. «En verán, o que sobre todo pide a xente son bebidas e xeados. E no inverno o que máis mercan son golosinas».

Una de las mejores cosas de su trabajo ahora es, dice, que no tiene un horario fijo. Eso le hace la vida mucho más fácil. «Son autónoma e non me marco un horario nin para entrar nin par saír. E soamente traballo de noite nos días de grandes festas», dice. Y, aunque le gusta lo que hace, afirma que hay que aguantar muchas cosas: «Hai moitos que son marabillosos, pero outros que... Hai que ter algo de paciencia». Nunca tuvo ningún problema gordo, a pesar de tener un puesto de venta muy accesible para cualquier persona: «O contrario. Hai moitos rapaces que andan por aquí e están pendentes de min». Y como la confianza es lo que es, en muchas ocasiones ha tenido fiar. No recuerda, a pesar del paso de los años, ninguna anécdota concreta que le haya quedado grabada en la memoria.

Pilar Bericá tiene tres hijos y seis nietos. Y ninguno de ellos seguirá con el negocio, por el momento. «Dame moita pena ter que deixalo algún día. Isto non é para ser rica, pero podes ir vivindo sen deber nada a ninguén. Ademais é parte da historia da miña nai», explica. Tantos años con las manos tan cerca de las golosinas no han servido, como pasa en otros trabajos, para que ahora no le gusten. Al contrario. Dice que come de todo, menos chicles. Todo dulzura.