Los agentes del Seprona, por su parte, explicaron en el estrado que realizaron una inspección de los vehículos de los encausados nada más llegar al lugar de los hechos y que en uno de ellos había cables metálicos similares a los que se usan en esas trampas para animales. Sin embargo, la defensa ha argumentado que se trata de material que manipulan a diario en ese tipo de obras y que no existen pruebas periciales que establezcan que el cable es exactamente el mismo que el de los lazos desencadenantes del juicio. El otro abogado defensor ha señalado que no es extraño que su cliente se encontrase «haciendo sus necesidades en el campo porque es una práctica muy habitual en Galicia», y que no hay pruebas concretas de que su cliente hubiera realizado ninguna práctica delictiva, por lo que ha pedido su libre absolución.
El fiscal, en sus alegaciones finales, ha dejado entrever en tono irónico que si todo se debe a una mala casualidad, como así han insistido los acusados, es muy extraño que de todos los trabajadores de la obra, los dos únicos que estaban en el coto eran los dos que suelen practicar la caza. Además, se ha apoyado en las palabras que el guarda forestal mantiene que escuchó de la boca del primer procesado cuando llamó por teléfono al segundo para que se personase en el lugar de los hechos. Por todo lo mencionado, pide que cada uno de ellos sea condenado a 14 meses de prisión y la inhabilitación especial para el ejercicio del derecho a cazar durante dos años, así como a pagar una multa de 2.880 euros.