«Vimos que la tragedia era peor al no llegar los niños que esperábamos»

María Cobas Vázquez
MARÍA COBAs O BARCO / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

La enfermera Marisa Ruiz trató a los escolares heridos en el accidente de Vilamartín ocurrido hace 40 años

17 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El accidente de autobús que costó la vida al chófer y a 12 escolares de Vilamartín de Valdeorras marcó a toda una generación en la localidad, pero también a mucha otra gente. Todos los ayudaron de alguna manera, mantienen fresco en la memoria lo ocurrido hará el miércoles 40 años. Entre ellos está Marisa Ruiz Santiago, entonces una joven enfermera de apenas 24 años.

En el hospital de Ourense les avisaron de que había ocurrido un accidente grave en Valdeorras, y que llegarían muchos heridos porque era un bus escolar. «No teníamos mucha más información, solo íbamos esperando a que nos llegaran los niños, que ya nos venían ‘arreglados’ del quirófano; porque había chavales con múltiples fracturas», rememora. Los más graves se quedaban en la UCI, que en aquel momento era compartida entre niños y adultos, puesto que no existía todavía la de infantil.

Después de llegar los niños, empezaron a llegar los padres. No fue algo inmediato. Entonces la carretera a Ourense no era la actual N-120, sino que había que subir a Trives para después bajar a la capital de As Burgas.

La primera parada era en la planta, para tratar de buscar a sus hijos entre los vivos. Si no estaba allí -que también hubo menores trasladados a Ponferrada, y en un caso una familia fue informada de manera incorrecta sobre la ciudad a la que debía dirigirse-, entonces les tocaba ir al depósito a reconocer el cuerpo de los fallecidos. «Los padres venían desesperados», dice. Recuerda de manera especial el caso de una niña ingresada en la UCI con la cara totalmente desfigurada, que nadie conseguía identificar. «Era tremendo, tuvieron que pasar casi dos días para que los padres pudieran reconocerla. Les recuerdo. Estuvieron en la planta y al no verla bajaron al depósito, y volvieron a subir porque allí tampoco estaba... Y entonces recordamos a la niña de la UCI, pero al principio ni ellos mismos se atrevían a decir que era la suya. La pobre tenía la cara destrozada», cuenta la enfermera. «Y menuda alegría se llevaron cuando pudieron ver que era ella, aunque estuviese así», añade.

La pequeña sobrevivió, al igual que todos los que fueron trasladados a los hospitales, salvo una niña que falleció poco después de ingresar en Ponferrada. Pero no llegaron todos los esperados. «Nos habían dicho que era un autobús lleno, y no llegaban tantos niños. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que la tragedia había sido peor de lo que pensábamos», rememora.

Había mucho trabajo, mucha confusión y muchas preguntas. Los niños preguntaban por sus compañeros, así que finalmente se optó por meterlos a todos juntos en el mismo cuarto. Se acondicionó el comedor como una habitación múltiple. Así los chavales estaban más entretenidos, porque hablaban entre ellos, y también más calmados, porque veían a sus amigos. «Estaban alineados y amontonados; era un ambiente duro, pero el estar todos juntos, con el cariño de los padres... Me impactó muchísimo ver cómo entre ellos hablaban y estaban bien, con la tristeza de saber que se habían muerto compañeros», añade. Fueron los padres los encargados de contarles a sus hijos lo que había pasado con los otros niños. «Hoy en día mandarían a 10 psicólogos, pero en aquel momento eran los padres los encargados de contárselo», dice la enfermera. No fueron momentos fáciles. Aunque los niños mostraron su entereza y pronto regresó la alegría. «Angelitos, después bromeaban ‘yo me rompí un brazo’, ‘pues yo una pierna’...», añade Ruiz Santiago.

Poco a poco, todos se fueron volviendo a casa; pero el recuerdo queda. También entre el personal. «Yo no lo olvidé nunca y mis compañeras tampoco. Fue el primer accidente grande que tuvimos que afrontar; y aunque después trabajando en la UCI pediátrica ves muchas desgracias, esa siempre estuvo presente», dice la enfermera.