Que vienen, que vienen. Es casi como si oyéramos aquellos cánticos de la última época del Club Deportivo Ourense. De hecho, todos sabemos que uno de los grandes valores de la actual Unión Deportiva están forjados en esa capacidad para nutrirse del empuje emocional que el nuevo equipo es capaz de encender en las gradas de O Couto y hasta en los feudos provinciales por los que se pasean. ¡Qué ganas de verlos ya en la Preferente! Por no decir en categorías superiores. Pero, aunque el vacío ha sido muy duro estos años -y aún falta alguno más hasta llegar a la meta-, no cabe duda de que todo lo conseguido con esfuerzo es mucho más reconfortante que aquello obtenido sin trabajar.
Y por esa misma reflexión, tampoco se puede minusvalorar la labor de otros clubes. Lo mucho y bien hecho registrado en las hojas de servicios del Barbadás, del Barco e incluso de un Arenteiro que va camino de recuperar una plaza histórica en categoría nacional, a la que tampoco renuncia todavía el Ourense CF. Ya, cuando llegamos a este punto el morbo resulta inevitable. Surgen las comparaciones, los debates y hasta los enfrentamientos. ¿Rivalidades? Si fueran bien entendidas no estarían de más. Porque el deporte rey está forjado en esas disputas entre formaciones de distinta índole. Verbigracia de Gerard Piqué, podríamos decir que con diversos valores.
Lo que nunca se debería perder en todo caso es la deportividad, ni cualquier avance que pueda reflotar el fútbol ourensano a corto o medio plazo, aprendiendo además de los errores del pasado. Aún así, que sea sin dejar de rendir culto al ourensanismo.