La vejez: una oportunidad educativa única

Xosé Manuel. Domínguez FIRMA INVITADA

OURENSE CIUDAD

29 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nuestra sociedad no sabe cómo mirar a las personas mayores. Se repite, como si fuese una amenaza, que estamos en una sociedad envejecida. Incluso muchos se lamentan, quizás por meras razones pragmáticas o productivistas, de que en Galicia hay demasiada «población pasiva». Se mira a la tercera edad como problema. Varios han sido los detonantes y los causantes de esta percepción deplorable y perniciosa, culturalmente devastadora y éticamente inaceptable. En primer lugar, se ha instalado en nuestra cultura un burdo pragmatismo que lleva a valorar a las personas, incluido uno mismo, por su éxito y productividad social y económica. Esta visión conduce a una ceguera respecto de la riqueza que supone para una sociedad la tercera edad.

En segundo lugar, en este momento posmoderno de la historia parece ya no interesar las grandes utopías y las tradiciones. Ya no interesa la riqueza cultural del pasado como fundamento del futuro. Por ello, muchos adolescentes y adultescentes tienen la sesgada sensación de que la civilización occidental ha comenzado con la vida on line, con Facebook, Instagram, la tableta y el wasap. Sin embargo, estamos persuadidos de que la persona, en su etapa de senectud es cuando alcanza mayor lucidez y prudencia. Mirar como problema a las personas de mayor edad supone una ceguera cultural de graves consecuencias y de una honda injusticia.

Tras todos los avatares de una larga vida, la vejez, la ancianidad, la tercera edad, es la fase en que las personas pueden por fin reposar su vida y asimilar el sentido de tantas experiencias vividas. Por eso, según se acerca la senectud, aumenta la inteligencia profunda que relativiza todo lo relativo y da importancia solo a lo realmente valioso. Cesan las vanas ilusiones, ya no se dan deslumbramientos ante grandes éxitos. Se valora lo que realmente merece la pena y permanece. Se paladea cada encuentro y cada persona como únicos (porque lo son). Se comienza a tener una medida de las cosas realmente sabia, pues ya se sabe lo que la vida da de sí, lo maravilloso y lo doloroso. Y, en carne propia, se experimenta la limitación y fragilidad de la condición humana. Desde esta perspectiva, el hecho de que nuestra sociedad gallega cuente con un número grande de personas mayores resulta una fuente de riqueza humana inconmensurable, una oportunidad educativa única. Lo que hay que hacer para recuperar esta riqueza pasa por dos momentos: en primer lugar, tomar conciencia de ella y valorarla; y en segundo lugar, dedicar tiempo al encuentro con ellos para escucharles. Justamente esta es la experiencia, creo que única, que hemos puesto en marcha en el Instituto da Familia de Ourense mediante el proyecto «Conectando generaciones».