El acusado de maltratar a un bebé dice que «nunca le puso la mano encima»

La Voz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

La madre afirma que dormía y quedaba bien cuando ella salió de casa para un cursillo

19 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Víctor G. F. y Alba P. C., de 34 y 26 años, dejaron de ser pareja precisamente a raíz de que ambos se vieran implicados en un procedimiento judicial por presuntos malos tratos al bebé de ella en marzo del 2014. La ruptura de la relación entre ellos no tiene vuelta atrás. Ayer, muy a su pesar, volvieron a verse. Compartieron banquillo como presuntos autores de delitos de asesinato en grado de tentativa, lesiones y malos tratos, de los que fue víctima un menor, hijo de la mujer, que era un bebé de pocos meses en marzo del 2014. Se enfrentan los dos acusados a peticiones de prisión que superan los doce años en el caso de ella, con casi quince para él. El fiscal les concede distinto papel, señalándolo a él como autor material de las agresiones y a ella como consentidora por permitirlo y no frenarlo o denunciarlo.

Víctor afirmó en más de una ocasión que «nunca en mi vida le puse una mano encima». No se salió de esa línea de defensa. Inexplicables las lesiones del pequeño, según la versión ofrecida por el compañero de la madre, no menos sorprendentes lo fueron para ella, pues, como también afirmó de forma recurrente, en sus más de seis meses de convivencia no había habido gestos ni actos violentos de su pareja hacia ella o hacia el bebé. Como única posibilidad, ante la insistencia de las preguntas del fiscal para que le diera una explicación, acabó aceptando entre sollozos -sin acusarlo directamente- que tendría que ser él, aunque, a renglón seguido, insistió en que ella nunca había visto proceder agresivo ni acto de maltrato alguno por parte de Víctor.

A las ocho menos diez de aquella infausta mañana del 20 de marzo del 2014, la madre salió de casa para asistir a un cursillo de Cruz Roja. La niña quedaba en la cuna y dormía. «Estaba bien. Le di un beso y salí», afirmó ayer Alba P. C. durante la primera sesión del juicio en la Audiencia Provincial. Volvió a tener noticias sobre las nueve y media. A esa hora la llamó su compañero. «El niño se queda», le indicó, para pedirle que saliera a su encuentro, con el fin de acudir juntos al CHUO con el pequeño. Era urgente. Llegaron pasadas las diez de la mañana. El niño fue atendido y salvó su vida. Estuvo hospitalizado varios días para recuperarse.

La versión del acusado, que no dejó de insistir en que no hizo daño alguno al menor, se singulariza a partir de las ocho y media de la mañana, momento en el que se percataría de que algo iba mal. Le costaba respirar y se le cerraban los ojos, «como si le faltara oxígeno». Le dio un masaje cardíaco y lo recuperó, según matizó, con una práctica de respiración no boca a boca, sino boca a nariz. A las nueve y media llamó por teléfono a Alba. «Salme al camino, que el niño se me queda», le dijo. El hecho de que hubieran perdido un tiempo precioso para reunirse, sin haber acudido al CHUO directamente desde la vivienda donde residían, a tres minutos de coche, no era para «pactar» explicaciones en el hospital, como la preguntó el fiscal. «Si espero por la ambulancia, el niño se queda. No tenía nada que pactar», afirmó.

Que el acusado fuera una persona violenta con accesos de ira puntuales fue desmentido por los familiares directos de los dos imputados. Coincidieron su padre y el progenitor de la otra acusada en que es una persona «nerviosa», «saltarín», de acuerdo con uno de los testimonios. El padre de Alba, en esa misma línea, aseguró que nunca le había visto un mal comportamiento. El día del suceso, cuando acudió al CHUO para interesarse por el estado de su nieto, «nos abrazamos un momento y no pregunté nada».

La revisión a la que fue sometido el menor a raíz de aquella situación permitió localizar restos de otras fracturas anteriores, que no habían sido detectadas en su día a pesar de que el bebé, prematuro extremo, era objeto de una atención sanitaria diferenciada y personal. De hecho, pocos días antes había sido atendido en el centro de salud de A Cuña. Tenía un fuerte catarro y un discreto hematoma nasal, que no llamó la atención del pediatra que lo atendió. Ayer, cuando le mostraron las fotos del 20 de marzo, dejó claro que esas lesiones no las tenía entonces. En un lactante resulta difícil diferenciar el origen del llanto de un niño, según explicó uno de los pediatras que prestó declaración como testigo, interrogado sobre el hecho de que con anterioridad no se hubieran detectado lesiones o malos tratos al menor.

La pareja se conoció por Internet al poco tiempo de nacer el niño

El bebé nació en abril del 2014. Víctor y Alba se conocieron por Internet poco después. En agosto empezaron a vivir juntos los dos adultos, el recién nacido y una niña de 4 años, hija de una relación anterior de quien entonces aparecía como cabeza de familia. En un primer momento se instalaron en la vivienda del padre de Víctor, luego se trasladaron a vivir con los abuelos de Alba. La convivencia se rompió a raíz de que el abuelo se viera implicado en un caso de carácter sexual. Se fueron entonces los cuatro a una tercera vivienda, en la que supuestamente se produjeron los hechos que dan lugar a la causa que ahora se ve en la Audiencia de Ourense. Los malos tratos, de hecho, los ciñe el fiscal al período de febrero a marzo del 2014. Sea como fuere, la relación con la abuela materna se mantuvo. De hecho, en las fechas en las que se produjo el incidente, Víctor llevaba al pequeño a casa de la abuela de Alba y bisabuela del pequeño mientras participaba en dos cursillos de formación de Cruz Roja.

La Xunta, a raíz de los hechos que ahora se juzgan, se hizo cargo de la tutela del menor. En la actualidad está con los abuelos paternos, que lo acogieron y siguen con él, a pesar de que el padre biológico se desentendió desde el primer momento de la relación con la madre y de cualquier otra responsabilidad.

Una cuna sin marcas ni señales que sugieran violencia o maltrato

La cuna del pequeño, donde quedaba cuando la madre salió hacia el cursillo de Cáritas a las ocho de la mañana del 20 de marzo del 2014, no presentaba señales ni marca alguna que apuntara a la existencia de algún acto violento. Que estuviera homologada quedó en el aire, pues los policías que intervinieron en la investigación del caso no lo comprobaron. Estudiaron los agentes, de todos modos, la distancia entre los barrotes.

¿Era posible que el bebé hubiera podido introducir sin querer su cabeza entre los barrotes y sufrir de ese modo algún daño? ¿Que espacio hay entre ellos? Las preguntas, dirigidas a uno de los policías, dejaron respuestas que de manera implícita descartan responsabilidad pasiva. El hueco entre barrotes era de seis centímetros. «Sé la distancia, no lo que mide la cabeza del niño».

Que en la relación de pareja hubiera habido el trasfondo de malos tratos que aprecia la fiscalía, negado por los dos acusados, es algo que tampoco fue percibido por los servicios de atención social del CHUO, donde se prestó especial atención a la madre tras el nacimiento de su bebé, prematuro y sin una pareja estable en aquel momento. Con posterioridad le preguntarían qué tal actuaba su compañero con el bebé y la respuesta, según el testimonio prestado ayer, es que había la mejor sintonía.