El camino del quejica al quejoso

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE CIUDAD

16 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La gente tiene distintas formas de quejarse. Hay, y los cito primero porque son los que más se oyen, los que se quejan de todo. No suelen tener muchos motivos pero da igual: cualquier excusa es buena para llorar y sobre todo para hacerlo en voz alta. Dentro de este apartado hay una categoría profesional: el tipo de persona que denuncia a su vecino aunque no le moleste y que no lo hace por tener un alto concepto de la justicia sino más bien por fastidiar. Luego están los que nunca se quejan, algunos de ellos con razones notables para el berrinche. Uno se pregunta cómo son capaces de soportar lo que les toca sin sucumbir al cabreo. También están los que se quejan una cantidad razonable de veces. Dentro de este espectro están los que se desahogan -lo que les sirve para quedarse más tranquilos pero para nada más porque el despotrique alivia pero no soluciona nada- y los que hacen algo. Si es un problema con un vecino aprovechan en el ascensor para soltarle una oda a la convivencia; si es una incidencia municipal pone rumbo hacia el registro del Concello y así sucesivamente; si nadie le hace caso y lo suyo es muy flagrante o recoge firmas.

Una opción cuando no sabe uno ante quién protestar -o ha acabado afónico de hacerlo mucho pero con poco resultado- es recurrir a instituciones como el Valedor do Pobo. «Estamos a tu disposición. ¿En qué podemos ayudarte», saludan desde su página web. A Milagros Otero, que es la cabeza visible de la institución, le llegan cada año muchas quejas. Solo el 1 % llevan Ourense en el remite. A partir de ahí podemos preguntarnos muchas cosas. ¿No tenemos motivos los ourensanos motivos para quejarnos? ¿No sabemos que podemos hacerlo ante la Valedora? ¿Nos quejamos de otra manera? ¿Nos quejamos bien? ¿O desistimos porque, desencantados, creemos que no va a servir de nada? El 1 %, por pequeño que sea este porcentaje, se las trae si lo usamos como base para analizarnos a nosotros mismos. Pero al menos sirve para comprobar -y en el periódico de hoy tienen algunos ejemplos- que se pueden conseguir cosas. La diferencia está entre ser quejoso o ser quejica.