«Los gimnastas ourensanos están por encima de lo que se invierte»

OURENSE CIUDAD

El que fuera saltador del Burgas puntuará sus terceros juegos olímpicos consecutivos en Río de Janeiro

24 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Vicente Mariño (Pontevedra, 1980) reivindica su condición de ourensano siempre que tiene oportunidad. Hace años que reside en Valladolid, pero a la cuenca del Miño regresa a visitar a sus familiares y a recordar como se inició en un mundo que le ha dado notables satisfacciones, como es el de la gimnasia y, en concreto, el trampolín. Esa especialidad olímpica lo llevó de los saltos en su juventud a su especialización como juez, hasta convertirse incluso en integrante del cuerpo técnico de la federación española. Por el camino quedaron experiencias tan enriquecedoras como numerosas competiciones internacionales, incluidas las Olimpiadas de Pekín y Londres. En Río de Janeiro afrontará su terceros juegos en la cumbre del deporte intercontinental, sin dejar de compaginar esa responsabilidad con su ocupación profesional como profesor en el Campus de Segovia, perteneciente a la universidad vallisoletana.

-¿Cómo recuerda sus primeros contactos con la gimnasia?

-Fue allá por 1988, en Ourense. Hacían unas pruebas de selección, después de varios años de cierto parón tras el accidente de Luis Roales. Yo me presenté y comencé a saltar, porque lo que más me llamó siempre la atención fue el trampolín. Salté hasta 1998 y después me desplacé a Santiago para estudiar Periodismo. Aunque probé en un club allí, cada vez me iba costando más y opté por apuntarme a los cursos de juez, para seguir vinculado de algún modo.

-Fue algo más que prolongar un vínculo.

-Sí, porque en el año 2000 puntué mi primer Campeonato de España y en el 2001 ya comencé con los cursos para juez internacional. Al final somos una parte importante de cualquier deporte artístico y yo siempre preferí nuestra función a la de los entrenadores. Ahora en la federación española tengo alguna responsabilidad en el equipo técnico, pero siempre se limitan a un asesoramiento. En concreto, ofrecemos una visión de los aspectos que se valoran más en las puntuaciones, así como detectar errores que pueda haber, con el fin de que los gimnastas mejoren. Para ser entrenador día a día me falta mucha paciencia y ya se me consume la que tengo con las clases.

-¿Le impactó más su primera experiencia en Pekín o la evolución de cuatro años más tarde?

-La primera vez que ves el escenario de los juegos es especial, porque al fin y al cabo es el sueño de todo deportista. Incluso el conseguirlo como juez, más que como gimnasta, que digamos sería la primera meta, así que cuando vives de cerca todo ese ambiente resulta impresionante. Y, por si fuera poco, me tocó en 2008 en Pekín, donde las expectativas eran incluso superiores a las habituales, por lo que fue todo muy llamativo. Los pabellones de gimnasia suelen ser de por sí bastante grandes y el de China reunía a más de 15.000 espectadores. Cuando ves a toda esa gente y el ambiente que se crea antes de la competición te impresiona, pero en cuanto comienza te concentras en evaluar a una serie de gimnastas a los que conocemos de otras pruebas internacionales y te dedicas a puntuar sus actuaciones, sin más.

-¿Se había planteado acudir a tres juegos o tiene alguna meta específica en ese sentido?

-No, realmente esto es una afición. Te puedes plantear hacerlo lo mejor posible en cada competición, pero lo que va pasando es que siguen confiando en mí. La primera vez que me llamaron para Pekín fue una grandísima sorpresa, porque no me lo esperaba. Ahora, más o menos, sabes que estás en el grupo de los que pueden ir. Como me han convocado a mí, podrían convocar a Ada Pazos, otra jueza ourensana que está entre los veinticinco que más o menos somos ahora de categoría 1, a nivel mundial. De ahí salen los que van a las citas olímpicas.

-¿Mantiene mucha relación con la gimnasia ourensana?

-Sí, a través de la federación española, y además el Burgas es el club del que salí y allí están mis amigos. Siempre que voy a Ourense y Pontevedra, que son los principales focos del trampolín en Galicia, aprovecho para visitarlos. Somos un deporte pequeño, así que casi puedo dar informes de todos los gimnastas y entrenadores. De todos modos, hay que quedarse con que el rendimiento de los clubes gallegos es muy alto para las condiciones de entrenamiento en las que trabajan. Los resultados que obtienen están muy por encima de sus infraestructuras. Durante los años en que salté, hasta finales de los noventa, se incumplieron muchas promesas y no contar con una instalación permanente es muy complicado. La apertura del Campo de la Feria permitió que tengan un espacio donde entrenarse y los resultados son impresionantes, pero no es lo más adecuado. En Pontevedra también entrenan en un instituto y cuando llueven aquello se inunda.

-¿Cuál es el secreto para conseguir ese cúmulo de buenas actuaciones, incluso a nivel internacional?

-Lo cierto es que, aún así, con esa situación, tienen a una campeona del mundo júnior como Melania Rodríguez, a un cuarto del mundo como Daniel Pérez. Es verdad que se trata de la modalidad no olímpica, pero es que con esos medios no podrían llegar más lejos. En los juegos solo compiten los 16 mejores chicos y las 16 mejores chicas del mundo. España no ha logrado clasificarse nunca, en los cinco juegos en que hemos competido. Los gimnastas ourensanos están muy por encima de lo que se invierte en esta modalidad, como el resto de los gallegos. En ese sentido es de agradecer el esfuerzo de Isaura Hermida, Ada Pazos, Pablo Hinojar o Iago Covela en Galicia, gente que están ahí y viven por sus niños.

«No tengo preocupación alguna por el Zika, no me parece una amenaza real»

Miguel Vicente afrontará su tercera olimpiada en el tercer continente distinto, una aventura más que relativiza, puesto que se concentrará en su misión durante los dos días de competición de trampolín. Cuestiones como los efectos del virus Zika no le quitan el sueño y se dispone a volver hacer gala de la máxima profesionalidad en el ejercicio de su gran afición deportiva. Los mejores del mundo estarán pendientes de su criterio.

-¿Viven en un entorno similar al de los atletas?

-Estamos fuera de la villa olímpica. La mayoría de los oficiales están fuera y se nos asigna un hotel. En lo campeonatos del mundo sí solemos coincidir con los gimnastas en los mismos hoteles, pero en los juegos la estructura es más formal. En las ceremonias, por ejemplo, no solemos participar por el plan de vuelo. Por ejemplo, en trampolín solo tendremos dos días de competición en Río. Saldré el día 9, llegaré el 10 y el 14 por la noche ya iniciaré el viaje de vuelta. No estaré mucho tiempo, aunque sí estaré en el medio justo, porque primero va la artística, después el trampolín y al final la rítmica. Por eso nunca estuve en las ceremonias, aunque si coincidiera, sí tendríamos derecho a participar.

-¿Qué es lo que más le atrae de esta edición en Río?

-Me parece positivo que los juegos roten y se organicen en distintos lugares del planeta, porque se cumplen ideales del movimiento olímpico. Partiendo de eso, quizás las expectativas que se han ido creando son excesivas, son macroeventos, muy mediatizados, con todo muy controlado.  Seguramente una competición cualquiera en una ciudad como Río sería mucho más relajada, mientras que aquí está todo pautado y es muy difícil salirse del guion.

-¿Viven en su estamento pendientes de los problemas que puede causar el Zika?

-No hemos hecho nada especial, ni recibido ningún tipo de mensaje o alarma sobre el Zika. Sí es cierto que de vez en cuando salta alguna información en los medios, en el caso de España cuando lo mencionó Gasol, sobre todo. El temor puede estar ahí, pero los juegos son en la época más fresca de allí y eso convierte el riesgo en matizable, además supongo que si existiera un problema serio no se pondría en riesgo la vida de tanta gente como la que estará allí. En mi caso, no tengo preocupación alguna por el Zika, no me parece una amenaza real.