«Hay chicos con sida a los que sus familias les separan los vasos y platos»

Cándida Andaluz Corujo
Cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

Un afectado por la enfermedad habla, en primera persona, de su experiencia, su pasado y su futuro

02 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año 1992 le detectaron sida. Desde entonces, lucha por sobrevivir. «Al principio, por ignorancia, pensaba que era una enfermedad común, como la hepatitis. No le di mucha importancia hasta que un día me encontré muy enfermo y fue cuando me abrieron los ojos y comencé a medicarme», explica. Desde entonces vive, matiza, temporadas buenas y otras muy malas. Ha estado preso en diversas ocasiones, incluso en Marruecos, en donde ni siquiera le daban la medicación. Pero lleva diez años «muy bien», afirma con una media sonrisa. Actualmente está «indetectable» y relata que lleva una vida muy sana, en la que incluye el deporte. Pero las huellas han quedado. La lipodistrofia de la cara es una de ellas. Y el hígado «está muy tocado», dice.

Está seguro de que su contagio fue el resultado de haber compartido jeringuillas. «Creo que fue en la calle. Entonces yo tenía ya 30 años. Era mayor, pero llevaba drogándome desde los 15 y me contagié por una jeringuilla. En aquellos años sabíamos que había amigos que tenían sida, pero no le dabas importancia. No se sabía muy bien qué era. De hecho, compartías sin problema. E incluso, cuando ya sabías que lo tenías, pensabas que la reinfección no era importante y las intercambiadas con gente con sida sin problema ninguno», dice. Si se le habla de volver la vista atrás, guarda silencio y suelta un «Buf»... «Hay que tomar precauciones. A todos los jóvenes les diría, primero, que no consumieran drogas. Que no compartieran jeringuillas con nadie y que tomaran precauciones en las relaciones sexuales. Poco más», dice. No ha vivido el rechazo de cerca, pero, subraya que hoy está más acomplejado que hace años, a pesar de que se encuentra mucho mejor. Afirma que todavía existe un estigma social. «Los amigos de verdad saben que lo tengo, pero vas a otras actividades como el gimnasio y la gente no lo sabe. Y tampoco quiero que se enteren. Siempre hay un rechazo social grande. Tampoco puedes ir diciendo a todo el mundo que tienes sida», dice. Y puntualiza: «Conozco chicos a los que sus familias les separan los vasos y platos. A mí nunca me ocurrió». No tuvo rechazo familiar, pero afirma que es lógico que para los padres sea difícil de asimilar. «Ellos no tenían problema, pensaban que era una enfermedad más, pero nunca fueron capaces de decir la palabra sida. Ni entre ellos, ni a los demás, ni al resto de la familia». Es natural de León y ha viajado de ciudad en ciudad. En Ourense lleva ya seis años. «Vaya a donde vaya, siempre hay gente que se me acerca y me pregunta si vendo droga», explica con resignación. Son las secuelas físicas de la enfermedad. Sin embargo, lo tiene asumido.

Actualmente vive en la casa de acogida, pero tiene pensado trasladarse a principios de año a un piso. Es voluntario del Comité Antisida, en el programa Calor y café, y aunque cree que se puede retomar la vida tras la enfermedad, afirma: «Tarde nunca es... Tengo 54 años y me encuentro físicamente mejor, aunque no podré volver a trabajar. Ahora la enfermedad que más me preocupa es el hígado. Lo que está dañado, ya no se recupera», explica. Se trata en el Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, en donde recibe la medicación que necesita. Retomar la vida no es fácil, ni aún queriendo.