Que se enfaden las feministas. Pero ya se sabe. Si ellas son dueñas de sí mismas yo lo soy de mis letras. Vaya por delante que creo que el peor enemigo de una mujer puede ser otra mujer. No digo que eso sea menos machista que otras actitudes que sufrimos a diario. Pero es así.
Yo me veo igual que mis compañeros de trabajo. Bueno, un poco más mona. Pero eso no quiere decir que me salte el día de la mujer trabajadora. Porque todavía hay gente que me llama «neniña». Gente a la que no sabes lo que le sorprende más cuando se cruza contigo: que seas joven o que seas mujer. No son peligrosos... hasta que empiezan a serlo. Estaría bien resetearlos. Para eso hacen falta años pero sobre todo educación. Porque, además, el «neniña» es una metáfora de otros muchos comportamientos.
En todo caso no creo que algunas iniciativas a las que se destina dinero público nos vayan a solucionar la papeleta de la igualdad. Una conferencia para desmontar el amor romántico, un taller sobre el orgasmo como «cosa de mujeres» o un tupper sex, que viene a ser un encuentro comercial con vibradores sobre la mesa... Todas estas actividades forman parte del programa con el que el Concello de Ourense -con la mejor de las voluntades, seguro, y con muchas razones que a mí se me escaparán- conmemora el día de la mujer. A mí personalmente no me soluciona lo de la desigualdad. Ni tampoco me arregla lo del «neniña», en el sentido más amplio del término.