20 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Se están cumpliendo veinticinco años desde que las Universidades de A Coruña y Vigo comenzaron su andadura. Parece que fue ayer cuando el Gobierno de Galicia adoptó dicha decisión. En aquel momento estábamos convencidos, y hoy mucho más, del valor y la relevancia que posee tanto la formación, el conocimiento como el desarrollo del talento. Sin estas tres premisas, es difícil encarar los desarrollos y las capacidades tecnológicas; y, por lógica, de no haber adoptado dicha decisión quedaríamos sometidos a una mayor dependencia y progresiva marginación.

La adopción, por el Gobierno que presidí, de tal decisión no estuvo exenta de discusión y de críticas; pero, sin duda alguna, fue una apuesta decisiva que buscaba aprovechar una tendencia; y subrayar unas orientaciones estratégicas de primer orden que coadyuvaran a estimular el desarrollo de Galicia, favoreciendo la igualdad de oportunidades de toda la ciudadanía (sin mirar a sus niveles de ingresos) y nuestro posicionamiento y presencia internacional (tanto como exportadores como receptores de bienes, servicios, capitales, tecnologías y personas).

No fue fácil consensuar, con ciertos estamentos políticos, económicos, sociales y locales de la época, la formulación y desarrollo de dichas Universidades. Algunos no veían el alcance de la medida; otros continuaban siendo reacios a todo tipo de cambio e innovación; y unos terceros mostraban actitudes recelosas ante el rival territorial, más que pensar en sus propias potencialidades.

Tuve alguna sensación de quedar casi huérfano en la defensa de la apuesta universitaria gallega. Afortunadamente, algunos alcaldes como, especialmente, el de A Coruña y posteriormente los de Vigo, Ourense y Ferrol contribuyeron a explicar los beneficios y las ventajas de contar con centros educativos de elevada formación en sus áreas metropolitanas.

Pero, sin duda, el mejor apoyo recibido fue el de la ciudadanía. Frases como ?ahora mis hijos pueden estudiar una carrera universitaria? o ?Galicia puede contar con centros homologados como los que poseen las grandes regiones europeas?, fueron el mejor respaldo y acicate para seguir la hoja de ruta marcada.

La puesta en marcha de las Universidades de A Coruña y Vigo se incardinó con una ordenación territorial planteada con decisiones de orden industrial-tecnológico, y vinculada a los ámbitos sanitarios y de transportes. De esta forma, se formalizó un mallaje urbano que permitió ubicar en cada centro urbano unos determinados grados de especialización universitaria, acordes con la función y el objetivo de fomentar sus capacidades potenciales.

Por eso, ahora que se cumplen 25 años, no hago más que congratularme de la mencionada decisión. Espero que los actuales responsables de las Universidades (equipos rectorales, consejos sociales, profesores, personal administrativo y alumnos) sean capaces de darle una nueva vida en los próximos 25 años. Y claro está, que yo pueda contemplarlo.