La asociación Down ayuda a 41 personas a lograr una vida autónoma
21 mar 2013 . Actualizado a las 07:20 h.Eva Fraga Méndez tiene 23 años y unas ganas locas de independizarse. Tiene pareja desde hace cinco años, pero le faltan dos requisitos: un trabajo estable y «sacarme el carné y tener coche, para no depender de nadie para venir desde Celanova». De momento ha trabajado en un supermercado, pero también ha realizado prácticas en una peluquería y de auxiliar administrativa. Dice que es en este último campo en el que se encuentra más cómoda y le gustaría trabajar en el futuro.
Rocío Rodríguez Prieto, de 26 años, es una de sus mejores amigas. Con ella comparte buena parte de su ocio. «Nos vamos al cine, nos gusta mucho la música, hemos ido a algún concierto de Bustamante y también coincidimos en las vacaciones y nos organizamos para ir de pinchos», resume Rocío.
Alba Conde López, es la mayor de este trío de jóvenes ourensanas. Tiene 28 años y es una gran aficionada al modelado y la pintura. De hecho acude a los talleres de la Escola de Artes y Oficios varios días por semana. Tiene una vena artística muy acentuada y de hecho le encanta la peluquería y el estilismo, campos en los que se ha formado y le gustaría trabajar en el futuro.
A pesar de la coincidencia en las aficiones que comparten, las tres son muy distintas y mantienen otros círculos sociales y relaciones independientes de su amistad. Una amistad que se forjó en la Asociación Down Ourense, donde Alba conoció a sus compañeras hace seis años. Como ellas, tiene una copia extra del cromosoma 21 -o trisonomía 21- que es el que genera el síndrome de Down, pero, al igual que Eva y Rocío, eso no le impide ser una persona completamente autónoma e independiente.
Un logro propio, pero también de sus familias y entorno que han sabido esquivar la sobreprotección y los miedos para afrontar el reto de dejarles la libertad suficiente como para que hagan realidad su derecho a tener su propia vida.
El equipo técnico de la asociación, integrado por profesionales de distintas ramas, adapta todo el itinerario para lograr esa autonomía a las propias capacidades, gustos y personalidad de cada usuario, buscando en el exterior los recursos formativos para que aprendan y se relacionen con el resto de la sociedad. Aseguran que en la sociedad ourensana no se percibe rechazo, pero sigue existiendo desconocimiento sobre cómo son y viven estas personas.