Futuras piezas de museo

La Voz

OURENSE CIUDAD

11 dic 2010 . Actualizado a las 15:43 h.

Cada vez quedan menos bares o tiendas en los pueblos de Galicia y será por eso por lo que los que resisten presumen de ello. «Ás veces digo que pechamos, que estou cansa, pero despois penso que o bar acaba sendo a única forma de que nos vexamos os do pobo», dice Jesusa Barroso, la propietaria del bar tienda de Valdepereira. Es imposible mantener un comercio de estas características en poblaciones afectadas por la sangría del envejecimiento y la despoblación, esa es la realidad que se retroalimenta.

Según datos del último Anuario Económico de La Caixa, en los últimos cinco años cerraron en Galicia más del 20% de los negocios hosteleros, sobre todo pequeños bares: algunos por causa de la crisis, pero no la mayoría. Mientras las ciudades y las villas han mantenido o incluso incrementado el número de bares, cafeterías y restaurantes, en los municipios pequeños las bajas se cuentan por docenas en el último quinquenio. En Galicia solo dos municipios se han quedado con un único bar, y ambos están en Ourense. Se trata de Esgos y Gomesende, dos ejemplos de localidades que pierden población y, por tanto, clientela.

Pero también hay otras circunstancias que explican la situación actual. Xosé Antón Fidalgo Santamariña, profesor de Antropología Social de la Universidade de Vigo, culpa a la Administración, por haber «acribillado a impuestos» a los propietarios de estos establecimientos y por el exceso de burocratización en su funcionamiento. Fidalgo subraya que «a los que daban comidas o vendían bebidas les hicieron la vida imposible con tantas exigencias y con la aplicación de tantos reglamentos».

En este escenario no resulta extraño que gran parte de los propietarios de estos negocios tengan problemas para ceder la gestión a los hijos, ya que en la mayoría de los casos no ven mucha rentabilidad en la pequeña tienda o bar del pueblo y optan por labrarse su futuro lejos de la barra.

Con la pérdida paulatina de este tipo de establecimientos ya no solo se va una modalidad comercial, sino que se entierran también algunas señas de identidad del rural gallego. Como recuerda Xosé Antón Fidalgo, «la tienda, el bar, la tasca o la taberna, como queramos llamarlo, era el centro de reunión social, donde se daban los recados, donde se comentaban las noticias del periódico, y estos fueron, además, los primeros locales a los que llegaron los teléfonos públicos de las aldeas».

Pero a estas alturas de siglo algunas de estas costumbres sociales pasarán a estudiarse en los libros de historia. El futuro se antoja complicado para este tipo de comercios, sobre todo si, como parece, las aldeas siguen teniendo un latido cada vez más débil.