Azaña, en la plaza de A Princesa

Jorge Lamas Dono
Jorge Lamas VIGO/LA VOZ.

OURENSE CIUDAD

El presidente del Gobierno visitó Vigo el 20 de septiembre de 1932, en compañía del político gallego Casares Quiroga que ocuparía su puesto durante el golpe de Estado

30 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Un imponente chaparrón recibió al presidente del Gobierno, Manuel Azaña, a su llegada a Vigo el 20 de septiembre de 1932. Pasaban las seis y media de la tarde y la comitiva del presidente se detenía en el Paseo de Ramón Franco, actual Paseo de Alfonso XIII. La banda de música municipal se arrancaba con el Himno de Riego y numerosos vigueses querían acercarse al líder de Acción Republicana. Azaña, acompañado del ministro de la Gobernación, el gallego Santiago Casares Quiroga, realizaba su primer viaje oficial a Galicia.

Ya en la casa consistorial, situada entre las plazas de A Constitución y Ferrer (Princesa), los visitantes fueron recibidos por el alcalde Amado Garra. Las dos plazas estaban abarrotadas de gente que reclamaba la presencia en los balcones del presidente. Y Azaña salió, consiguiendo el silencio de los congregados, pero solo pronunció tres vivas a Galicia, la República y España. Alumnos de las escuelas de la ciudad habían sido llevados al lugar para aclamar al político.

Cesión de O Castro

Hasta el consistorio vigués se acercó una comisión ourensana con el objetivo de solicitarle a Azaña que se consignase en el presupuesto del Estado una partida que permitiese la continuación de las obras del ferrocarril Zamora-Ourense-A Coruña.

Tras un piscolabis, Manuel Azaña quiso visitar el monte de O Castro, un lugar reclamado por los vigueses desde hacía tiempo. El presidente se mostró dispuesto a satisfacer los deseos de cesión por parte del Ministerio del Ejército, pero bajo la fórmula conocida: el ayuntamiento tendría que aportar terrenos adecuados y amplios para la construcción de cuarteles.

Al mismo tiempo, Casares Quiroga visitó la sede de su partido, el Republicano Gallego, en la calle Galán (Príncipe), donde departió con el presidente local, Inocencio Tablada.

A la misma hora, en el Casino, «esa aristocrática sociedad», como apuntaba un periodista, se ofrecía un té a las esposas de los dos políticos. Ya a las ocho de la tarde, la comitiva partía de Vigo con destino a otras localidades gallegas.

En la crónica de El Pueblo , al final, el periodista añadía un párrafo que se podría calificar de publicidad encubierta. «Dos coches de la comitiva se quedaron parados por sufrir sendos pinchazos. Sus propietarios no se han decidido todavía a seguir el ejemplo de los demás, que han llegado con puntualidad porque iban provistos de cámaras indeshinchables Campos, únicas insensibles a los clavos».