El ejército confederado acaba de proponer a Rosendo para dirigir la principal compañía del regimiento de ciudadanía Ourense 8. Pero tiene detractores. Otros querían al alférez Poly. Éste, que empezó de soldado raso, enseguida llegó a cabo furriel y, en una buena maniobra, a sargento de cocina. Tan bien le resolvió los asuntos de intendencia al capitán Cabezas, que cuando su propio servicio de información lo culpó de hacerse una tienda de campaña ostentosa con dinero de las sobras, éste lo nombró su sucesor. En el cuarto de banderas hubo ruido de sables porque dicen que Poly no es de academia; es chusquero y se lo han cargado. Rosendo sirvió antes en un destacamento de A Merca y, a continuación, lo mandaron de subteniente, a destinos civiles. Buena persona es, lo juro, pero no tiene madera de héroe ni de mártir. El ejército de los pelados confirmará al capitán Rodríguez, ayudado por unos ex guerrilleros Coes antes muy pegados al pueblo pero que, últimamente, se dedican a labores de zapa, información y mantenimiento. En el dos contra uno, el subteniente Rosendo poco puede hacer; lo tienen rodeado aunque se le abre una esperanza: el general Zapatero inventó un arma de destrucción masiva y puso a su ejército a disparar contra la población más desprotegida e inerme y contabiliza ya 4,5 millones de bajas. Se lo pasan bomba con estas batallitas y disparan siempre, siempre, con pólvora ajena.