Cuatro comerciantes, sin negocio por la declaración de ruina del edificio que ocupaban sus tiendas

OURENSE CIUDAD

04 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los titulares de cuatro establecimientos que ocupaban los bajos del mismo edificio de la avenida de Pontevedra, en Ourense, se quedaron sin negocio a mediados de enero del 2008. Convocados por La Voz de Galicia, han vuelto a su calle casi un año después para comprobar sobre el terreno lo poco que ha cambiado el escenario. El peluquero (Everman) se ha instalado en una calle próxima, la hostelera (Café Victoria) explota ahora otro local y las dos tiendas (Almacenes La Verdad y Júnior) también se han trasladado. En el caso del comercio La Verdad dejan atrás 85 años de historia tras el mostrador, según detalla Julio Rivera, el veterano de este grupo de empresarios.

Con el precinto de los locales decretado por el Concello de Ourense, que alegó razones de seguridad, se consumaba el triunfo

de los propietarios del inmueble, que desde el 2002 buscaban una declaración de ruina. «Nada hicieron por mantener el edificio. Cobraban la renta y poco más», dice Belén Rivera, muy crítica y molesta por el proceder de la Administración local, que, añade, «en momento alguno adoptó las medidas de fuerza que hacían falta». «Si el edificio está mal, les ordenan que lo cuiden y no lo hacen, el Ayuntamiento puede ejecutar las obras y cobrar luego. Pero no se hizo así y ahora lo pagamos nosotros», explica.

El deterioro del inmueble había llevado a los arquitectos municipales a proponer, en enero del 2003, la reparación o sustitución de la cubierta, apuntalamientos y reparaciones varias. Como si nada. Los propietarios dieron prioridad al gasto en abogados antes que a la contratación de albañiles o carpinteros. Recurso tras recurso, en el 2007 lograron la declaración de ruina, que lleva consigo la extinción de los contratos de arrendamiento.

La última palabra sobre el contencioso la tiene el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, pero, por ahora, el pulso lo ganan los dueños y lo pierden los inquilinos. «Hablan de ruina y de problemas de seguridad. Nada de nada. Ni para nosotros, ni para nuestros clientes, ni para los viandantes», dice Manuel Crestelo, el peluquero, que ha visto frustrada la perspectiva de jubilarse en su local. Había formalizado un último contrato por 15 años para hacer coincidir el fin del alquiler con el de su actividad laboral, pero el retiro le llegará en otro lugar.

A Remedios Silva, que ha encontrado otro bar en la vecina zona de vinos, no le sirvió recordar que su café formaba parte de un cuerpo añadido del edificio, que no era parte de la estructura principal del inmueble y que había hecho una notable inversión en él. Incluso se desmarcó del grupo para pleitear a título individual. Ni así.

Del futuro de la casa, junto a la plaza Maior, nada saben los últimos inquilinos. Aunque tienen sus sospechas. Movimientos públicos no ha habido, pero sospechan que los habrá.