Acusan de ultraje a dos jóvenes ourensanos que quemaron una bandera a las puertas de un templo

OURENSE CIUDAD

19 nov 2008 . Actualizado a las 02:31 h.

Lo que para unos jóvenes no fue más que una gamberrada en una noche de fiesta puede ser constitutivo, desde el punto de vista legal, de un ataque a los símbolos nacionales con consecuencias penales. Es lo que considera la Fiscalía de Ourense, que ayer imputó un delito de ultraje a la bandera española a dos jóvenes a los que acusa de haber quemado una enseña nacional que previamente habían sustraído del Ayuntamiento de Porqueira.

Los propios acusados, Ismael R.?R. y Alberto O.?M., reconocieron en la sala de vistas del Juzgado de lo Penal número 2 de Ourense que la madrugada del 3 de junio del 2007 incendiaron la bandera rojigualda después de colgarla a las puertas de una iglesia, pero aseguraron, en su descargo, que su intención no fue más allá que la de cometer una «gamberrada», tras una noche de fiesta y alcohol.

Los dos imputados, que se enfrentan a una multa de 1.620 euros, trataron de contextualizar lo ocurrido explicando que antes del incidente el grupo de amigos del que ambos formaban parte se había trasladado desde la localidad de Paradela, en la que residían y que esa noche estaba en fiestas, hasta la de Porqueira.

«Para guardarla»

Allí, otro de los integrantes de la pandilla se subió a un contenedor para coger la bandera, que colgaba de un mástil en el balcón exterior de la casa consistorial. «La cogimos para guardarla», recordó ayer ante la magistrada ese testigo, quien confirmó que después el grupo se trasladó de nuevo hasta Paradela, donde escondieron la bandera en el falso techo de un local.

Sería unas horas después cuando los dos imputados recuperaron el distintivo nacional y se desplazaron hasta la iglesia, en cuya puerta lo colgaron para después plantarle fuego.

A preguntas de su letrada, ambos procesados se mostraron arrepentidos y negaron cualquier intención política. Por ello, la defensa reclamó la libre absolución para ambos al considerar que lo ocurrido fue «un acto reprochable, pero no un delito».