Las aceradas críticas de Valente cierran la edición de sus obras completas

Tomás García Yebra

OURENSE CIUDAD

11 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Con la publicación del volumen dedicado a los ensayos y textos dispersos, la editorial Galaxia Gutengerg/Círculo de Lectores da por concluida la edición de las obras completas del poeta gallego José Ángel Valente (Ourense, 1929-Ginebra, 2000), una de las voces líricas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El primer tomo reúne poesía y prosa; este segundo aglutina en 1.770 apretadas páginas los ensayos titulados Las palabras de la tribu , La piedra y el centro , Variaciones sobre el pájaro y la red , Notas de un simulador , Elogio del calígrafo , La experiencia abisal y Textos críticos dispersos o inéditos .

«Valente se negó a preparar y a organizar sus obras completas», explicó el filólogo y responsable de la edición, Andrés Sánchez Robayna. «Ironizaba sobre este tema, pues pensaba, y no le faltaba razón, que reunir indiscriminadamente los textos de un autor resultaba contraproducente para él».

El poeta ni siquiera soslayó en sus ensayos el problema de la droga, asunto caro para él, pues un hijo suyo murió de sobredosis. «Es difícil que en un país como este se elogie a una persona por más de una actividad, pero lo cierto es que los ensayos de Valente se elevan a la misma altura de su poesía», sostiene Sánchez Robayna.

La carga crítica de sus ensayos y piezas sueltas -muchas de ellas inéditas- «están llenos de sutiliza, de precisión sintáctica, y de riqueza de lenguaje», señaló el profesor de Filosofía José Luis Pardo. «A veces empleaba un tono satírico, otras resulta sarcástico y acerado, aunque tampoco faltan textos teñidos de candidez e ingenuidad».

Acerca de las supuestas diferencias con la familia Panero, Robayna indicó que Valente «no admiró» a ninguno de los Panero. «De Leopoldo respetaba algunos de sus poemas, pero a su hijo Leopoldo María no lo podía ni ver; nunca le perdonó que llamará estúpido a Antonio Machado». Por el único que sintió admiración -añadió Robayna- fue por Blas de Otero.