La última «compostora» de A Estrada

OURENSE CIUDAD

Carmen Sangiao tiene 86 años y lleva casi la mitad curando males para los que la medicina moderna no tiene solución. El secreto está en sus manos

18 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Carmen Sira Sangiao Terceiro es una de las últimas «compostoras» o «compoñedoras» gallegas. Sus manos sanadoras llevan 41 años atrayendo a su casa de Outeiro (Tabeirós) a enfermos de toda Galicia. «Se che digo que veñen cincuenta ó mes non che minto nada», comenta la compostora estradense. Carmen Sangiao -Carmiña, como le llaman su allegados- asegura que, pese a la moderna satanización de su oficio, la demanda de servicios se mantiene como siempre. Sus vecinos pueden dar fe de ello. Devotos y escépticos merodean a menudo por la aldea buscando la casa de Carmiña. Vienen de Lalín, de Ourense, de Vigo, de Pontevedra, de A Coruña, de Vilagarcía o de O Barco. Algunos conciertan cita telefónica y los que la conocen más se presentan en su puerta a cualquier hora, por intempestiva que sea. Carmiña no es como el Sergas. Ella siempre tiene un hueco.

La fama de la compostora se ha forjado a golpe de pequeños milagros en su casa de Outeiro. Esta misma semana una joven de Padrón llegó con un pie vendado y con muletas. El médico le había dicho que tenía un esguince. El dolor la machacaba. Un masaje después, salió caminando perfectamente.

Sin estudios de medicina

«Os médicos sempre din que é un esguince. E será, pero hai que arreglalo», comenta Carmen Sangiao. Ella nunca ha estudiado medicina y tampoco le importan las denominaciones técnicas. Carmiña habla más bien de «resentiduras», de «tendóns mal postos» y de «estómagos caídos». Pero ella no sólo habla. También los arregla. «Para os médicos todo son esguinces. Siquiera non vendaran... Se eu teño un tendón mal no pulso e mo vendan, fano ir a onde non é e despois inflámase e da máis traballo levalo ó seu sitio», explica.

Su método es más activo. Si algo produce dolor, hay que devolverlo a su sitio. «Conforme lle boto a man xa vexo o que está mal. Vexo se hai tendóns fóra do sitio ou roturas...», indica. Si hay rotura, Carmen informa al paciente. Si él quiere, le recoloca el hueso, pero siempre lo manda acudir luego al hospital a hacer una radiografía y a escaloyar el miembro. «Non quero cargos arriba de min», comenta.

De todas formas, Carmen Sangiao nunca ha recibido quejas. Todo lo contrario. Cada vez que va a la feria, la gente la para para recordarle su odisea. Más de uno se presentó en su casa con la cabeza ladeada y un dolor insoportable y se despidió con ella bien alta. «O outro día aínda lle coloquei o pé a unha muller que o tiña roto e mandeina ir ó hospital. Tivéronlle que facer catro placas para atopar a rotura. Parecíalle que estaba roto, pero quedara tan ben posto que non vían por onde estaba roto», comenta.

Todo tipo de «arreglos»

Carmiña arregla hombros, pulsos , codos o rodillas. También recoloca estómagos. «Cando lles cae o estómago póñense a morrer. Tiven aquí un home que viña blanco coma este mármol e delgado que xa parecía que estaba na caixa. Estaban convencidos de que tiña cáncer. Tiña o estómago caído. Púxenllo ben e en dous meses recuperou o color e todo», explica.

La compostora cree que los médicos deberían levantar la vista de los libros y combinar sus métodos con terapias como la suya. En lugar de eso, «algúns inda botan contra nós», asegura. Pese a las críticas académicas, en su interminable archivo mental de pacientes Carmen Sangiao tiene varios médicos y muchas enfermeras.

Algún doctor muy reconocido tuvo que olvidar sus prejuicios y recurrir a ella. «Un día veu coa muller, que tamén é doctora, e invitáronme a comer. A muller traía unha man vendada. Eu aí mismo no restaurante, que tiña confianza, pedín unhas tixeiras e un pouco de aceite. Corteille a venda, boteille unhas gotas de aceite e, despois de lle botar as mans, saleu movendo no pulso. Eles quedaron abraiados», recuerda. «Non está todo nos libros nin nas escuelas», comenta esta reputada compostora estradense.