Cuidado con la oruga que pica

Fina Ulloa
fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

O CARBALLIÑO

M. MORALEJO

La procesionaria ha llevado a algunos ourensanos a pasar por el centro de salud

18 may 2018 . Actualizado a las 14:34 h.

En las últimas semanas se han visto varios casos de personas que han acudido con reacciones a la picadura de orugas de procesionaria en las comarcas de O Carballiño, Celanova y Baixa Limia. Aunque desde el Sergas aseguran que, de momento, no se ha podido constatar que haya una mayor incidencia en cuanto al número de afectados que en primaveras precedentes, se ha extendido cierto nerviosismo, quizá motivado por la información compartida a través de redes sociales.

Algunos culpan al cambio climático que, aseguran, está haciendo proliferar esta especie hasta convertirla en una plaga. Otros apuntan a que las normas que obligan a despejar de maleza algunas zonas forestales para evitar incendios están detrás de un supuesto repunte de casos de personas que acuden a los centros de salud ourensanos con reacciones provocadas por el contacto con la thaumetopoea pityocampa, que así se llama este lepidóptero defoliador. Su fase de oruga -más tarde se convertirá en mariposa- es el momento de su ciclo vital que le otorga el nombre por el que se la conoce habitualmente: la procesionaria del pino. Un nombre que se entiende con facilidad con solo observarlas, ya que se mueven de forma gregaria, formando filas casi perfectas. Es precisamente en este momento de su ciclo evolutivo cuando esta especie deja de ser solo una amenaza para los árboles de los que se alimenta y se convierte también e un problema para humanos o animales domésticos que puedan entrar en contacto con ellas.

Su aspecto es bien conocido por los ourensanos del rural -los bosques del sur de Europa, son uno de sus hábitat naturales- pero también pueden aparecer en parques urbanos.

Los pelillos que recubren totalmente su cuerpo la hacen muy llamativa, pero esos filamentos son urticantes y los causantes de las reacciones que sufren quienes las tocan directamente o se acercan mucho a ella, ya que incluso puede lanzarlos si se siente amenazada, como ocurre a menudo con perros que se acercan para olisquearlas.

En el caso de los humanos, la reacción más común es la sensación de picor y la aparición de pequeñas ampollas. «Es una reacción similar a si te rozas con ortigas o a la que provocan los filamentos urticantes de las medusas», explica el jefe del servicio de Alergología del CHUO, Carlos González de la Cuesta.

A pesar de que, como ocurre en el caso de la picadura de abejas y avispas, pueden darse casos de reacciones más virulentas -con afectación de las vías respiratorias o reacciones anafilácticas más graves-, no es lo habitual. «Que se produzcan esas reacciones por procesionaria es extremadamente raro; de hecho en los más de treinta años que llevo trabajando solo he visto un caso de este tipo», señala. Para esas personas hipersensibles, y después de haber sido tratadas para revertir el proceso -generalmente en servicios de urgencias-, se recomienda evitar en el futuro la exposición al riesgo, protegiendo la piel con ropa que cubra las extremidades y guantes. «A esos casos de reacciones más importantes también le recomendamos que lleve siempre un autoinyectable de adrenalina», apunta Carlos González de la Cuesta. No hay desarrollado, como ocurre para los sensibles a picadura de avispas, abejas o para otras alergias, un tratamiento inmunológico para procesionaria.

En las reacciones más leves, que son la inmensa mayoría, «el tratamiento ya se lo dan en los centros de salud, o en los PAC y suele ser algún producto antihistamínico, generalmente tópico, para aliviar los síntomas», explica el especialista. En ocasiones, señala, simplemente con aplicar frío, es suficiente para rebajar la reacción urticante.

El cambio climático amplía la temporada en la que hay riesgo de exposición

En los meses más fríos del año el riesgo de sufrir las consecuencias de la picadura de procesionaria es prácticamente nulo. La mariposa de thaumetopoea pityocampa, se aparea en verano y pone los huevos en las acículas -las hojas puntiagudas- de los pinos; aunque también les gustan otros árboles como cedros o abetos. Las orugas tardan en formarse entre 30 y 40 días y lo normal es que estén listas entre mediados de septiembre y mediados de octubre. La larva construye nidos o bolsas de seda -desde lejos parecen bolas o penachos de algodón- que les sirven de protección frente al frío invernal, pero en cuanto el tiempo mejora comienzan a salir de su refugio y a bajar de los árboles. En teoría la época de más riesgo es de febrero a abril, pero los expertos señalan que el cambio climático ha ido ampliando esa fase de peregrinación en procesión -siguen a una hembra que deja un hilo de seda que marca el camino- hasta mayo o incluso junio. Son más activas por la tarde, especialmente cuando se acerca el momento de la caída del sol.

Esos meses de máxima actividad coinciden también con la temporada en la que los humanos salimos más al campo o los parques y, especialmente, con un período de más actividad agrícola y con tareas como las de desbroce previas al verano. De ahí que sea en este momento cuando más casos aparecen en los centros de salud con sarpullidos provocados por contacto. La recomendación a tener en cuenta para los que trabajan en el campo, especialmente para quienes lo hagan en desbroces en zonas arboladas, es usar guantes.