La suerte se viste de Prada

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

O CARBALLIÑO

Santi M. Amil

Juan Antonio heredó de su padre el negocio que ahora regenta su hija Ana

27 ene 2019 . Actualizado a las 19:12 h.

El 19 de octubre cumplirá 70 años. En una época de vacas flacas para el pequeño comercio, una efeméride que seguro que celebran como se merece en Loterías Prada, un negocio fundado en 1948 en O Carballiño por Antonio Prada Trabado (ya fallecido) que ahora regenta su nieta, Ana Prada Freixedo, y que antes estuvo tutelado por su hijo, Juan Antonio Prada Bravo.

Juan Antonio estrenaba mayoría de edad cuando dijo en casa que no le gustaba estudiar y que se unía al negocio familiar. «Daquela xa tiñamos a administración de lotería, pero o principal do negocio eran os artigos de viaxe, como maletas e bolsos, porque era a época da emigración; e tamén tiñamos bazar», recuerda. Eran buenos tiempos. Además de padre e hijo, en el comercio contaban con un empleado, y la madre de Juan Antonio echaba una mano en momentos puntuales. Reconoce que el trabajo siempre le ha gustado. «Encántame, pero sobre todo como era antes, non como é agora», dice. Y se explica: «Antes só había a Lotería Nacional, sen Primitiva nin Bonoloto». Además, asegura que «o negocio de vender é moi atractivo».

Juan Antonio se hizo cargo del negocio a finales de los setenta, tras la jubilación de su padre. Y fue entonces cuando lo trasladó del local situado en la carretera de Ourense al bajo en la calle Curros Enríquez en el que siguen instalados hoy en día. «A miña sogra empeñouse en que viñera para aquí, porque nós vivíamos no primeiro piso», relata. Apenas cinco años después, hubo nuevos cambios. «O da Lotería foise endurecendo e non podía ter outra actividade no mesmo local. Había que elixir, e o de andar empaquetando as cousas do bazar non me gustaba moito, así que quedei coa administración en exclusiva», relata.

Ricos en la Festa do Pulpo

Fueron muchos años y muchos premios. Para relatar el más emocionante, el lotero se va hasta el 13 de agosto de 1978, la víspera de la Festa do Pulpo. «O premio foi para o 57703, demos todas as series», relata. En total, 200 millones. «Fixemos ricos a moita xente de aquí e tamén de fóra», señala. El sorteo fue el sábado por la mañana, pero entonces no era como hoy en día que todos llevamos un móvil en el bolsillo y las noticias son inmediatas. Aquel día Juan Antonio estaba con la familia en la playa, así que para avisarle «tiveron que chamar a un pobo cerca do Grove para que me buscaran». Era el sábado por la mañana, y por la noche, él ya estaba de vuelta en O Carballiño, para el domingo disfrutar con los vecinos de la Festa do Pulpo. «Os meus pais estaban na festa e fun ata alí. Todo eran parabéns, todo era abrazarse», rememora.

Juan Antonio dejó el negocio en 2012, cuyas riendas lleva su hija desde entonces. Y lo hizo con una asignatura pendiente, dar el premio del Gordo de Navidad. «No 2011 demos un quinto premio, pero estamos pendente de dar o Gordo... Espero que neste ano ou no que vén caia, estou seguro de que así será. A miña filla ten moita sorte, e desde que colleu ela a administración xa deu varios premios», dice.

Ana coge el testigo del encargo de dar el Gordo con esperanza. «Desde que entré no paré de dar premios», dice sonriente. Unos meses después de hacerse con el negocio repartió 600.000 euros en una Bonoloto, en 2012; y hace unas semanas dio más de 200.000 euros en el Euromillones. Y antes de ser la titular, pero ya trabajando en Loterías Prada, recuerda que un jueves dieron 1,2 millones de euros a un décimo. «Es el premio que recuerdo con más bombo», dice.

La astilla regenta la administración y tiene contratadas a tres mujeres más. De momento está contenta sobre cómo marcha el negocio, aunque reconoce temor ante los cambios en los hábitos de juego. «Las apuestas por Internet y las casas de apuestas son mucha competencia, no sabemos si de aquí a diez años podremos seguir viviendo de eso», dice. Ella, no obstante, confía en que sí, y apela al contacto humano. «Una cosa es estar delante de un ordenador y otra es ir a la administración y encontrarte con una persona que te atiende y te habla», cuenta. Y es entonces cuando explica que muchas veces «hacemos un poco de confesionario (ríe). Hay clientes que llevan muchos años viniendo, así que son como de la familia, te cuentan sus cosas». Y eso, claro, no lo puede hacer un ordenador.

Cinco boletos premiados que pasaron por la lavadora

Hablando de anécdotas, el padre retrocede a los años setenta. Entonces tenían como cliente al dueño de una gravera de O Irixo, que se llevaba medio billete de cada vez. «Los clientes que compraban cinco décimos se contaban con los dedos de la mano», señala el padre. Un sábado, dieron un segundo premio. Y a Juan Antonio se le metió en la cabeza que era ese cliente el que se lo había llevado. Pero el hombre volvió (en aquel momento los premios se cobraba en la administración) y no dijo nada, así que el lotero le puso sobre el aviso de que buscara los décimos porque creía que era el afortunado. «O home foi para a casa e ao cabo dunha hora volveu cun sobre na man e moi triste», rememora Juan Antonio. Su mujer había puesto la lavadora, y los décimos iban en un bolsillo de la ropa. El papel no estaba en su mejor condición y temía no poder cobrarlos. No fue así. El hombre se llevó 500.000 pesetas, justo la misma cantidad por la que había pedido un préstamo al banco. «Quedoulle cancelado no momento», relata Juan Antonio.