Una cooperante con la que no pudo ni siquiera la malaria

O CARBALLIÑO

Albert González

Trabajando en Mali este verano Susana Vidal contrajo la enfermedad, pero ella ya piensa en su próximo viaje solidario al continente negro

12 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Fiebres altísimas que disparan el termómetro, dolores musculares terribles y muchos escalofríos. Quienes han padecido malaria saben que la enfermedad que transmite el mosquito Anopheles no se trata de ninguna broma, pero ni si siquiera esta grave dolencia ha conseguido apagar las ansias solidarias de Susana Vidal (Ferrol, 1970). Esta profesora de hostelería, que ejerce en la provincia de Ourense, contrajo paludismo el pasado mes de agosto en Mali, donde se encontraba trabajando como voluntaria en un proyecto de ayuda a la infancia. «Lo pasé realmente mal, recuerdo que la primera noche deliraba y pensaba que iba a morir allí. Además, el tratamiento me provocó una úlcera de estómago, pero, a pesar de todo, creo que la experiencia valió la pena. Lo peor que me pasó en Mali no fue la malaria, sino ver toda la miseria que padece el país y, sobre todo, la situación de los niños, que no tienen infancia», comenta al otro lado del teléfono desde O Carballiño, donde vive desde hace cuatro años.

La historia de Susana resulta llamativa porque Xuxi, como la conoce todo el mundo, no trabaja como cooperante profesional para ninguna oenegé, sino que ella se paga sus propios viajes para poder colaborar en proyectos solidarios cuando sus obligaciones laborales se lo permiten. Trabaja como profesora de Servicios en el instituto de Vilamarín y, cuando llegan las vacaciones, en vez de marcharse al Caribe o tumbarse a la bartola, ella prefiere hacer las maletas para dar rienda suelta a su vena solidaria. «A lo largo del año colaboro con Aldeas Infantiles, pero siempre tuve el gusanillo de viajar al extranjero y, como ahora tengo la suerte de tener un buen trabajo y dos meses seguidos de vacaciones, hace un año me decidí a dar el paso», cuenta Xuxi.

Su primera experiencia como voluntaria sobre el terreno la vivió en el verano del 2016, cuando viajó a Ecuador a través del colectivo Mujeres en Misión Humanitaria para trabajar en un proyecto educativo de la oenegé Hilarte dirigido a niños de barrios pobres de Guayaquil. Y, tras aquella experiencia, este verano decidió poner rumbo a Bamako, la capital de Mali, para poner en marcha un proyecto de ayuda a la infancia con el apoyo de la organización catalana CC ONG Ayuda al Desarrollo.

En Bamako

«En Bamako trabajé junto a otras dos voluntarias españolas en tres colegios de la ciudad. Nuestra misión consistió en enseñar inglés a los niños a través de juegos y música y, además, aprovechando mi experiencia laboral, los sábados les daba un taller intensivo de hostelería. De esta forma conseguimos apartarlos de la calle, donde no hacen nada bueno», explica Xuxi. La explotación laboral de los pequeños y la violencia son solo algunos de los peligros a los que se exponen los pequeños de Bamako.

«Lo que más me llamó la atención es que los niños allí no tienen infancia. Desde muy pequeños los obligan a ser adultos, porque tienen que trabajar y espabilarse para poder sobrevivir. También me chocó mucho la falta de cariño con la que se los trata y el hecho de que en las clases hubiese palos para pegarles si se portaban mal», apunta la voluntaria ferrolana.

Aunque la malaria la dejó tumbada -le hizo falta una visita al Marcide, ya de vuelta en Ferrol, para reponerse totalmente de ella-, Xuxi asegura que la experiencia valió la pena. Y no solo eso, sino que ya planea su próximo viaje al continente negro. «África me enganchó, así que el verano que viene volveré a viajar allí y es probable que regrese a Mali». Esperemos que entonces el mosquito Anopheles se apiade de ella.