«A de heladeiro é unha profesión para a que tes que nacer e gustarche»

María Muleiro / R. N. P. OURENSE / LA VOZ

O CARBALLIÑO

Álvaro Vaquero

O Carballiño rinde homenaje a Julio Gómez y Lurdes Masid por su larga trayectoria profesional al frente de La Ibense

11 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Con motivo de la cincuenta y cinco edición de la Festa do Pulpo de O Carballiño, los vecinos y las autoridades han querido homenajear a Julio Gómez y Lurdes Masid que, desde los inicios de la popular fiesta, han repartido alegría con su carrito de los helados a grandes y pequeños.

La heladería La Ibense nacía en Ourense, de la mano de Francisco Gómez y con raíces valencianas. Trabajando ahí es donde comienza la trayectoria de Julio Gómez. Comenzó vendiendo helados con una garrafa de mano y un barquillero en el jardín del Posío, porque todos los carros estaban ocupados. «Iba á praza de Abastos, ás feiras de Allariz, todos os xoves ó mercado de Celanova, unhas veces no coche de línea e outras a pé», comentaba Julio Gómez.

En 1955 fue destinado a la villa, donde se quedó a vivir hasta hoy. «Eu recorría case todas as vilas de O Carballiño, ata que me mandaron para aquí e quedei a vivir, aínda que non me perdía unha festa», relataba Gómez. Primero estuvo situado en la avenida Julio Rodríguez Soto, después en la estación y finalmente en la avenida Calvo Sotelo, donde cerró sus puertas.

Este ha sido el negocio de su vida, bastante rentable. «Desde que empecei gustáronme os xeados e gustoume o oficio, non quixen facer outra cousa mentres puidera vivir disto», aseguraba el homenajeado. Cuando no era la temporada, se dedicaba a vender castañas hasta bien entrado el mes de enero, en los años más críticos cuando aún estaba racionada la comida. El resto del año trabajaba en cualquier cosa que le saliera, pero tenía claro lo que le gustaba. Como él dice, «se fas o que che gusta, non terás a sensación de traballar na túa vida, e esta é unha profesión na que tes que nacer e gustarche». Le llama también la atención que hoy en día a la gente le parezca una bajeza dedicarse a vender en un puesto, cuando es lo mismo que tener un local y atender a los clientes.

Los avances tecnológicos han cambiado mucho la forma de elaborar este postre, facilitando el trabajo. Antes no había los refrigerados que hay ahora. «A miña ilusión foi sempre ter o mellor para poder ofrecelo, por iso facíao todo eu mesmo e tiñamos a mellor maquinaria do momento», afirmaba Julio. Los helados que se hacen ahora tienen mucho que envidiar a los artesano, que se pueden degustar en pocos sitios. El heladero cuenta que los ingredientes que ha utilizado toda la vida son de primera calidad: huevos, leche, mantequilla... Siempre que fuera posible aprovechaban los productos de la zona. «Los helados de ahora de artesanos no tienen nada. A mantequilla era de Celanova, o leite de Loureiro e o chocolate Suchard», afirmaba.

El carro con el que los repartía por todas las romerías y verbenas comenzó siendo de madera por fuera en los años cincuenta, aunque por dentro era de acero inoxidable. Hasta 1975 no hizo el cambio a uno de acero completo, que fue el que utilizó hasta que se jubiló.

No se plantean que sea un negocio generacional, ya que su heredera se dedica a otra profesión al otro lado del charco. Intentaron dejar el negocio en otras manos, pero que continuara siendo una heladería artesana, pero no tuvieron suerte.

Para la primera Festa do Pulpo Julio ya estaba repartiendo helados en O Carballiño y ha visto cómo la pequeña reunión de los vecinos del municipio se convertía en una Fiesta de Interés Turístico Nacional. De todos los heladeros que pasaron por la villa, el que más tiempo ha estado ha sido él, y ha hecho amigos en todos los pueblos en los que se colocaba con su carro. Por ello, todos los que le conocen coinciden en que es un homenaje más que merecido.

«Non me esperaba esto. Fai tres anos fixéronme un cadro e entregáronno no concello. Eu sentino como un homenaxe e xa estaba conforme con ese xesto», apunta Julio. Dice que se siente agradecido con todo el pueblo y que no encontrará en esta vida forma de pagar que lo hayan tratado como en su propia casa.