Cristóbal Ruiz Leivas, micólogo: «Ao saber que as setas se comían, souben que non volvería pasar fame»

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

O BARCO DE VALDEORRAS

Cristóbal Ruiz Leivas, en la ventana de su casa, con vistas a O Castro
Cristóbal Ruiz Leivas, en la ventana de su casa, con vistas a O Castro Agostiño Iglesias

Está orgulloso de haber descubierto alguna especie en los montes de Valdeorras

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay aficionado a la micología que no conozca el nombre de Cristóbal Ruiz Leivas. Es todo un referente en la provincia y en toda Galicia, que recorrió en numerosas ocasiones para dar charlas sobre setas. Ya no. La cada vez más entorpecedora sordera, la pérdida del olfato y los problemas de movilidad le llevaron a retirarse de la vida social activa. Pero aún así, Ruiz Leivas está muy presente a través de las redes sociales y aprovecha cualquier ocasión para hablar de su afición, a la que llegó por casualidad y que le libró de pasar hambre. No porque cobrara por sus charlas, que nunca lo hizo (y dice que la mejor recompensa era el agradecimiento de quienes le escuchaban), sino porque descubrió que las setas eran comestibles en un momento de su vida en que la economía no era muy boyante y cualquier alimento gratis era bienvenido.

La historia de Ruiz Leivas arranca en A Coruña, la ciudad en la que nació. Su padre era militar, así que la familia vivía en el cuartel. Allí estaban cuando estalló la guerra civil. Apenas habían pasado un par de días cuando el pequeño Cristobo -como le conocen en su entorno- cruzó el patio en el momento en que pasaba un camión cargado de munición. «Pegoume co parachoques e pasoume por enriba; e a cabeza nunca máis me foi ben, cambio cousas ao escribir, equivócome sempre nas mesmas cousas...», cuenta. Pocos años después, la familia se mudó a Mondoñedo, la tierra natal de la madre, donde el padre (que era director de la banda de música de Isabel La Católica de Infantería) tenía una academia de música. De repente, el progenitor enfermó y murió, dejando viuda y cuatro hijos. Ruiz Leivas tenía 8 años. «A paga era pouca, así que íamos á panadaría cando se facía o pan para buscar as migas; a fariña era de landras e desfacíase. A fame daqueles tempos... ¡Eu pasei hambruna!», relata.

A los dieciséis sufrió una caída en la que se astilló la cadera. Estuvo postrado en la cama de un hospital de Madrid durante más de un año. «De toda a perna, só se vía a punta do pé», recuerda. «Foron tempos moi tristes», dice, que aprovechó para estudiar como una manera de distraerse y que pasaran las horas. Ya se veía encamado para siempre -«porque non me facían nada», remarca-; hasta que un día pasó por allí un capitán que se interesó por su caso. Mandó llamar al capitán de huérfanos de militares y ordenó el traslado de Ruiz Leivas a Valencia, donde el doctor López estaba haciendo pruebas en la colocación de prótesis de cadera. Seis meses más tarde, ya podía caminar de nuevo. Y se quedó en Valencia. «Era o neno mimado; había dúas monxas de Verín que miraban moito por min. Dixéronme que quedara alí de sanitario, para pinchar e facer camas», dice.

Se quedó hasta que alguien le habló de que en O Barco de Valdeorras estaba abriendo una compañía que pagaba muy bien. «Cheguei o 13 de xaneiro de 1953», relata. Y seis días después empezaba a trabajar en Cedie. No era todo tan maravilloso como le habían dicho, pero la pensión de huérfano le daba para pagar la fonda e ir tirando. Y ya nunca más se fue. De hecho, trabajó durante 40 años en Cedie. Y fue junto a sus compañeros que conoció las bondades de las setas. «Case todos os de Valdeorras coñecían e consumían algunha seta, moitos traían o bocadillo delas», rememora. Él nunca había reparado en comerlas, pero le vio las bondades. «Ao saber que as setas se comían, souben que non volvería pasar fame», dice. Por eso se afanó en conocerlas bien y así podía salir a buscarlas. No solo le interesaba conocerlas, sino que fue haciendo un amplio recopilatorio de dichos y refranes asociados a ellas. Incluso llegó a descubrir alguna seta desconocida hasta el momento en los montes de Valdeorras. Y eso que en sus salidas no solo miraba para los hongos. «Gustábame mirar as plantas, os animais, os insectos, as orquídeas...», enumera. Llegó a tener más de 30 orquídeas en su casa. Y es un experto en mariposas. «Todo o que é natureza gústame», resume.

Aquel joven aprendiz de micólogo se convirtió en un experto y un referente para los miles de personas que durante décadas disfrutaron de sus charlas y sus salidas formativas. E incluso diseñó un sello para Correos.

Conoció a su mujer en la consulta de Julio Gurriarán cuando organizaba la Santa Rita

Salía del cine con unos amigos cuando comenzaron a hablar de la posibilidad de organizar las Festas de Santa Rita. La comisión anterior lo había dejado «polas esixencias do bispado de Astorga» y ellos decidieron tomar las riendas. La orden de Astorga era clara: si había baile no saldría la procesión, ni habría misa. Hicieron una consulta vecinal y ganó la opción de la fiesta. En ese recorrido para conocer el posicionamiento de los vecinos más influyentes, le tocó visitar al médico Julio Gurriarán, que les dio todo su apoyo. Estando en la consulta, vio como una joven le miraba «non sei con que intencións», relata. Tiempo después se casaron. Son padres de cuatro hijos, y orgullosos abuelos de seis nietos, tres chicos y tres chicas. «Grandes estudantes e mellores persoas», dice orgulloso.

DNI

Quién es. Cristóbal Ruiz Leivas nació en A Coruña en 1933, aunque pronto se trasladó con su familia a Mondoñedo.

Profesión. En septiembre de 1993 se jubiló después de 40 años trabajando en Cedie, donde empezó como peón y terminó como encargado de los hornos eléctricos. Fue delegado sindical por UGT e impulsor del Grupo de Donantes de Sangre, que ayudó a integrar después en Cruz Roja.

 Su rincón. Elige la ventana de su casa, con vistas a O Castro, donde pasa muchas horas. «Tengo que atender a mi mujer y yo si salgo algo solo es para hacer la compra; mi salud ya está para el arrastre», dice.