Hipólito Puente: «Debemos ser más reflexivos»

O BARCO DE VALDEORRAS

Sandra Alonso

El vicedecano de los psicólogos gallegos, que se jubila este curso a su pesar, afirma que la incertidumbre que rodea al covid nos provoca ansiedad

10 nov 2020 . Actualizado a las 18:44 h.

Risueño y vital, Hipólito Puente (O Barco de Valdeorras, 1950), afronta su último curso sin complejos. Le espera una jubilación que no desea tras una larga carrera como psicólogo experto en educación. Aprovecho su ojo clínico para que nos diagnostique a todos.

-70 años y en activo.

-Yo no deseo jubilarme, pero me parece que este año me jubilan, con mucho pesar por mi parte.

-¿Ya tiene previsto lo que va a hacer? ¿Se ha hecho una lista?

-Sí, sí. Voy a continuar aportando cosas a la profesión. Pero no tengo lista, soy polifacético. Hay muchas cosas que ya hago ahora y que seguiré haciendo, aunque con más tiempo: el vídeo, la fotografía, la jardinería...

-Mire, con respecto al covid, ¿cómo ve a la gente: cansada, enfadada, triste...?

-Yo la veo con una gran incertidumbre y eso crea ansiedad. Hay gente con mucho desasosiego e intranquilidad, por la incertidumbre: no sabes cuándo va a terminar esto, ni si te va a tocar a ti, o algún ser querido, no sabes si las medidas que se adoptan son por ensayo-error o tienen una base científica real... Todo eso creo ansiedad, miedo a lo desconocido. Hay una cierta tristeza, también.

-¿Y a los chavales cómo los ve?

-Lo primero que quiero decir es que los chavales son totalmente respetuosos con lo que les estamos pidiendo. No he visto a un solo estudiante sin la mascarilla. Y he visto a estudiantes de 16 y 17 años guardando la fila como si fueran parvulitos. Hemos hecho una encuesta y lo que se adivina es que la mitad de los chavales han resultado afectados emocionalmente pro esta situación.

-¿En qué sentido?

-Pues les dificulta tener una vida normal, conciliar el sueño, concentrarse en los estudios...

-También se ve mucho cabreo.

-El problema que tiene el enfadado es que no sabe contra quién dirigir el enfado y por eso lo dirige contra el que tiene más a mano, que es el político.

-¿Y usted cómo se encuentra?

-Muy bien, gracias. De salud y de ánimo.

-Haga alguna recomendación a esa colectividad desconcertada, que somos todos.

-Yo le recomendaría a la población que fuéramos más reflexivos sobre el estado de pandemia en el que nos encontramos. Es difícil, porque nadie se imaginaba una situación como esta y casi nos tenemos que pellizcar por la mañana para verificar que es cierto. No estaríamos como estamos si un porcentaje más alto de la sociedad fuera capaz de reflexionar sobre las consecuencias de no cumplir las medidas de protección. Debemos ser más reflexivos.

-Estamos, tal vez, a la puerta de un nuevo confinamiento. ¿Se puede confiar en la teleeducación?

-La interacción con el profesor no la puede cubrir nunca una clase online. Y otro tema importantísimo son las relaciones sociales entre el alumnado, porque en la preadolescencia y la adolescencia, la relación de grupo es fundamental. Aunque los contenidos se pudieran impartir, quedaría muy coja la educación con el aula virtual.

-Trabajar con jóvenes rejuvenece.

-Absolutamente. Lo comento a veces con mis amigos: cuando llego al instituto por la mañana, estoy fresco y con ganas de comerme el mundo a mis 70 años. Esa energía me la dan los chavales.

-¿Son muy distintos los jóvenes de hoy?

-En el fondo, los chavales de hoy son iguales a como éramos nosotros. Mire, una vez colgué en una sala de profesores un texto en el que se decía que los jóvenes de hoy no obedecían a sus padres y cosas así. Le pedí a los profesores que dataran el texto y algunos me decían que era actual. Pero era del siglo V antes de Cristo, ja, ja. Para mí, la juventud de hoy es una juventud estupenda.

-A veces se les ve juntos, pero todos imbuidos en sus pantallas.

-Son las herramientas de su época para hacer lo que el adolescente siempre hizo. Es verdad que hay un peligro a aislarse a través de los medios. Los padres y los educadores debemos procurar que hagan un uso razonable de las nuevas tecnologías.

-¿Cuando era pequeño, qué quería ser de mayor?

-Psicólogo.

-¡Venga ya! ¿En serio?

-Ja, ja. Se lo puedo garantizar. Desde que tenía 10 años. A mí me gustaba mucho observar a la gente y pensaba: «¿Qué profesión me puede llevar a eso?». Entonces la psicología estaba en pañales en España. Quizás no pensaba en ser psicólogo, pero sí que quería estudiar algo que me ayudara a comprender las situaciones que me llamaban la atención.

-¿Cuántas veces lo echaron de clase?

-Nunca, porque era muy buen estudiante. Pero era rebelde al acatar las normas. Estudié con los curas y tenía malas notas en conducta. No acataba la disciplina eclesiástica de muy buena gana, ja, ja.

-¿Usted va por la calle y va analizando el comportamiento de las personas, así, por deporte?

-Sí, sí. Es una deformación profesional.

-En el metro se lo pasaría bomba.

-Ja ja. A mí me robaron una vez en el metro de París y, ahora, cuando subo en el metro o algo parecido, miro a mi alrededor para ver quién es el que me puedo robar.

-Dígame cuatro palabras que lo definan.

-Sistemático, bastante trabajador, muy sociable y extrovertido y también diría que me gusta divertirme con mi familia y mis amigos.

-¿Le gusta el fútbol?

-Veo algún partido de España pero no soy futbolero, pese a que en mis tiempos siempre jugué. Me he vuelto bastante antifútbol

-El fútbol destronó a la religión como opio del pueblo, ¿está siendo ahora el fútbol destronado por el móvil?

-Puede ser, ,pero no es mi caso. Mi mujer me recuerda cada mañana que no llevo el móvil. Yo pasaría sin él estupendamente.

-Dígame una canción.

-Lo niego todo, de Joaquín Sabina. Me gusta mucho Sabina.

-¿Qué es lo más importante en la vida?.

-Vivir el día a día respetando a los demás y tratando de ser lo más feliz que puedas.