La valdeorresa Castañas Rafael apuesta por la calidad para ganar cuota de mercado en Europa
02 ago 2015 . Actualizado a las 17:54 h.Hace más de cuarenta años el suegro de Juan Fernández empezó con el negocio de la comercialización de castaña, comprando el producto a los agricultores y después distribuyéndolo a diferentes mercados. Y, en esencia, ese es todavía el trabajo que mantiene la empresa valdeorresa Castañas Rafael, que desde 1996, tras la muerte prematura del fundador, capitanean su hija Miriam y su yerno.
La esencia sigue, pero han cambiado muchos aspectos. Se han introducido mejoras en las máquinas y en los tratamientos que se le aplican a las castañas para evitar que después aparezcan los desagradables bichos. Y también se ha ido apostando por buscar siempre el mejor producto. Esas son las claves que Fernández enumera para explicar el porqué de ese crecimiento de volumen de negocio que les ha valido ser mencionados como empresa gacela en el Informe Ardán. «Crecemos porque hacemos un proceso de selección muy bueno. Buscamos mucho el producto. Y así nos hemos desmarcado del resto», dice Fernández. Una vez comprado el fruto, lo calibran por tamaños. Eso permite comercializarlo en fresco a diferentes precios. También suministran a industrias transformadoras (para hacer marrón glacé, puré...). Cada año mueven entre 2 y 3 millones de kilos de castaña, para lo que llegan a emplear a unas 50 personas en temporada alta -fundamentalmente octubre y noviembre-. Venden en España, Francia e Italia, fundamentalmente.
Apuestan por la calidad en un producto que ha sufrido una subida de precios en general. Eso se debe en buena parte al desabastecimiento de producto propio que sufre Italia desde hace años. La plaga de la avispilla del castaño causó verdaderos estragos en el país, que ahora se abastece en Galicia. Precisamente la avispilla es el principal temor del sector en España. Hace tiempo que la plaga llegó a la Península, y ya hay casos en Ourense y en Lugo.
Desde la IXP Castaña de Galicia -junto al resto del sector nacional- trabajan con la Administración para buscar que se ponga remedio. «Es una plaga exponencial, que se multiplica por 150 cada año. Eso en tres años acaba con la producción, porque deja el castaño a cero, no da fruto. El único método para pararla es el torimus -un insecto que se come a la avispilla-; por eso pedimos que se suelte como en Italia, porque ha dado resultado, pero cuanto antes», pide Fernández.