Alemania, a la caza del potencial turístico en el rural: «Llamaron tres veces para comprarme la casa»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

MUÍÑOS

José Manuel Pereira Carballo, propietario de la casa rural As Fontes
José Manuel Pereira Carballo, propietario de la casa rural As Fontes CEDIDA

Inversores centroeuropeos y estadounidenses tantean operaciones inmobiliarias en parroquias de Muíños

21 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras las grúas y las constructoras se expanden en la periferia de las grandes ciudades del país, en el rural de Ourense hay quien desembarca para huir del hastío de lo urbano. Le pasó a José Manuel Pereira Carballo, de 58 años. Junto a su mujer, Asun, regenta una casa rural en Porqueirós (Muíños), una de las pocas que hay en la comarca.

Las raíces de José Manuel están precisamente en el municipio, de donde era su padre. Su madre, además, era de Viana do Bolo. Pero él vivió toda su vida en Barcelona, donde trabajaba como ingeniero eléctrico en una empresa de mantenimiento para trenes. «Estaba muy bien pagado, pero conllevaba una presión y responsabilidad diaria que me llevó a un nivel de estrés tan grande que acabé sufriendo un ictus», cuenta. Estuvo dos días en coma, y al despertarse supo que algo había cambiado.

Vendieron todo lo que tenían en Barcelona, donde vivían en una urbanización con piscina, y compraron una casa para reformarla en esta pequeña aldea ourensana, donde ahora habitan. Sus hijas, según cuenta José Manuel, «se sienten más de aquí porque lo identifican como su hogar». Al principio, cuando decidieron romper con todo, sus amigos de siempre les instaron a pensárselo dos veces, por aquello de no dar pasos en falso y porque tampoco comprendían ese brusco cambio de vida. «De inicio nos lo planteamos como una inversión. Pero es que aquí nos sentimos en el paraíso, y tenemos una calidad de vida que no podíamos disfrutar allí», justifica. Ahora, algunos componentes de su pandilla vienen dos o tres veces al año a su casa en Muíños, para verles y para descansar en sus vacaciones de verano.

La aparición de los alemanes

Durante el pasado invierno, varias compañías inmobiliarias de Alemania se interesaron por la casa rural de José Manuel. «Me la quisieron comprar y llamaron dos o tres veces, para ver si había cambiado de idea, porque les comenté que no tenía intención de vender», cuenta. Su planteamiento, según sospecha, era adquirir casas abandonadas para transformarlas posteriormente en una especie de residencial rústico para ciudadanos del país centroeuropeo. «Entre comillas, como si buscasen dar forma a un pueblo para jubilados», concreta.

El caso es que no fue la única aldea donde se realizaron consultas. Otras empresas estadounidenses tantearon opciones en parroquias del municipio como Prado, Piñoi o Xermeade, pero se toparon con que los precios que demandaban los propietarios «eran bastante elevados». Sin embargo, no parece que vaya a ser un proyecto pasajero, porque también deslizaron su interés por poblaciones del norte de Portugal, colindando con la provincia y siempre con el turismo rural como objetivo. «Aquí, en el entorno del Xurés y cerca de la frontera, hay mucho por hacer y estaría bien que todos los concellos de la zona se pusiesen de acuerdo para ver cómo se puede explotar. En ningún caso queremos que esto se masifique como pasa en otras partes del país, sino algo equilibrado. Pero la realidad es que a la hora de ejecutar ideas solo hay una o dos personas que ponen de su parte para que esto arranque en la provincia», indica José Manuel.

Tras el bajón de estancias derivado del coronavirus, esta semana ya empezó a ver cómo la demanda de habitaciones volvía a incrementarse. En su casa rural, donde despertarse implica hacerlo con el ladrido de algún perro o el agua de las fuentes próximas, el hostelero aboga por dar una segunda vida a los senderos que discurren en paralelo a los ríos, como los próximos a Vilameá, más allá de Lobios, o potenciar rutas a caballo por los montes que bordean el paso a Portugal. «Ellos saben idearlo bien, y es curioso porque el territorio que hay al otro lado es igual al nuestro, pero saben sacarle partido», comenta.