Solo apto para valientes, el Pobo Fantasma de Chaioso

ana cuíñas / M. C. OURENSE / LA VOZ

MACEDA

El eclipse de luna acompañó la celebración del terror de cada año en el pueblo ourensano

30 jul 2018 . Actualizado a las 11:47 h.

El eclipse de Luna inauguraba una noche de infarto en Chaioso, una pequeña aldea situada en el Concello ourensano de Maceda. Ya en la fila de entrada, criaturas atormentadas por sus defectos advertían de lo que podría pasar una vez dentro: «Aseguraros de despediros de vuestros seres queridos».

Los templarios medievales fueron los encargados, durante la noche del viernes y de ayer, de guiar a los visitantes a lo largo de los escalofriantes caminos que les aguardaban dentro del «Pobo Fantasma». La sala quirúrgica de donde salió Frankenstein albergaba otro suceso atroz, la operación fallida de un chico lo había convertido en un monstruo de varias piernas. «Demonio vuelve a los infiernos y deja en paz la pobre alma de esta niña», gritaba un sacerdote desesperado viendo cómo Lucifer se apoderaba de otro cuerpo. Un diablo venerado por las brujas que mediante un conjuro y una pócima pretendieron convertir en esclavos de Satán a aquellos que hubiesen pecado.

«Este es el camino de los enamorados aunque al final del recorrido solo suele quedar uno», gritaba entre risas el guardián del cementerio. Cientos de personas tuvieron que adentrarse en un campamento de verano donde numerosas desgracias provocaron que el espíritu de los niños se quedasen atrapados para siempre allí. Un laberinto donde habitaban seres del inframundo era la entrada al manicomio de niñas más conocido del Chaioso. «¿Vienes a jugar conmigo?», repetían una y otra vez las pequeñas.

Así de terrorífico se decoró el pueblo para la fiesta
Así de terrorífico se decoró el pueblo para la fiesta AGOSTIÑO IGLESIAS

Una invitación a formar parte del menú era lo que un carnicero carnívoro ofrecía a unos pocos durante el paso por su establecimiento. «Qué carne tan tierna y jugosa», decía mientras se frotaba las manos.

El estremecedor ruido de una motosierra, los gritos de alarma y las espeluznantes campanadas marcando las horas se consagraron como el sonido ambiente de todo el trayecto. Es una ruta que dura unos veinte minutos aproximadamente donde el tiempo para respirar en tranquilidad escasea.

«El año pasado ya asistió mucha gente, pero este hay todavía más», avalaba Jose Manuel Garrido, uno de los integrantes de la organización (todo lo hace una asociación cultural) mientras observaba fila que aguardaba para entrar. Y es que a pesar del desgaste que conlleva esperar las casi tres horas de cola, la mayor parte de las personas que se atrevieron a formar parte de esta pesadilla coincidieron en que era una experiencia única, divertida y por la que vale la pena esperar.