De escuelas infantiles a geriátricos

mar gil OURENSE / LA VOZ

MACEDA

Antonio Cortés

La caída demográfica cierra colegios y deja en desuso los edificios docentes

25 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Veintiún municipios de la provincia de Ourense carecen de colegio. Las concentraciones en su día y el descenso demográfico en los últimos años han alejado a los niños, durante buena parte del día, de sus lugares de residencia. Eso, en el caso de que aún queden niños.

En algunos concellos el declive se dejó sentir hace ya años; otros están empezando a experimentar en toda su crudeza las consecuencias del desequilibrio en la balanza poblacional. La falta de nacimientos y el envejecimiento han dibujado un nuevo mapa de servicios, de necesidades y de carencias que vinculan sin ambigüedades los mundos de la educación, la asistencia social y las infraestructuras.

Muchos edificios construidos en décadas pasadas, algunos de importantes dimensiones, han quedado sin uso ante el desplome poblacional. Por decisión administrativa al no reunir el número suficiente de alumnos o por obligado deseo de los padres, temerosos de que un colegio reducido al mínimo no sea suficientemente bueno para sus hijos, varios centros han cerrado sus puertas y, como consecuencia, han dejado en el limbo las instalaciones educativas.

Como no hay realidad sin metáfora, en el caso de la demografía ourensana el futuro de esos inmuebles es revelador. Son varios los alcaldes que se afanan para reconvertir las antiguas escuelas en residencias geriátricas, todo un símbolo; alguno ansía un albergue turístico, la recurrida opción económica para una provincia sin sector primario, y otros, simplemente, duermen el sueño de los justos.

En Gomesende, por ejemplo, el grupo escolar de infantil y primaria empezó a ser historia en la primavera del 2013. Las dos plantas del inmueble, con comedor, laboratorios, aulas y servicios comunes, están cerrados. La alcaldesa, Pura Rodríguez, espera que la Xunta desafecte el edificio y se lo entregue al Concello para «ver se conseguimos instalar alí unha residencia xeriátrica. Xa estiven falando con algunha empresa porque aquí fai falta. Temos dúas casas comunitarias para maiores, pero os veciños reclaman máis prazas. No rural é o que pasa: tarde ou cedo van pechando as escolas e agora, por moito que fagas... Ao non haber traballo, a poboación non se fixa».

Larouco tenía una unitaria de preescolar que también cerró. «A instalación era municipal e nós corriamos con todos os gastos; a Xunta só poñía o profesor pero, como só quedaban cinco nenos, decidiron pechar», lamenta el alcalde, Joaquín Bautista Prieto.

La escuela, que antes había sido casa del médico, está actualmente sin uso, aunque en buen estado. El alcalde quiere reservarla por si aún fuese posible reabrirla: «Como naceron bastantes nenos estes anos, a miña idea é esperar a ver. Vai ser difícil pero, se a Consellería cambiara o sistema e apoiase algo máis ao rural, ao mellor!».

«Que peche a escola é triste, é como se acabase o pobo»

Otro Concello que se está tomando en serio la conversión en geriátrico de la antigua escuela es Xunqueira de Espadanedo. Su alcalde, Carlos Gómez, tiene claro que perder el colegio es, cuando menos, «unha tristeza».

El cierre del centro en Xunqueira y el traslado de los escolares a Maceda fue, en puridad, una decisión voluntaria de los padres, que se adelantaron con sus votos a un acontecimiento cantado a tenor de los criterios numéricos de la Xunta. Tal vez podría haber aguantado algún curso más, pero pensaron que a los chicos les iría mejor en un centro más numeroso.

Tras un curso en Maceda, el verano devolvió a los niños de Xunqueira a la escuela, aunque solo para actividades lúdicas. En sus familias, la satisfacción por la decisión tomada es prácticamente unánime. Susana Coello, madre de dos niñas de 9 y 5 años, fue partidaria de adelantar el traslado a Maceda «e a día de hoxe estou contenta. Elas gañaron estando con rapaces da súa idade porque Lucía estaba soa na súa clase de 4 anos. O último curso estiveron 14 e para o seguinte ían quedar só 11, todos xuntos na mesma aula, así que...».

Madrugan un poco más para ir a Maceda, pero el cambio no es sustancial, aseguran. María Jesús González, madre de Xeila (6 años) y Borja (9), es optimista: «Para min foi positivo e para os nenos, máis. Eu estudei aquí e na miña época chegamos a ser máis de 200. Hai 32 anos que eu saín da escola e xa daquela se dicía que a ían pechar».

El augurio acabó, finalmente, cumpliéndose. Susana Coello, que nació y vive en Xunqueira, está contenta por su hijos, pero inquieta por el futuro de su pueblo: «Dame moita pena, realmente, pero decidimos antepoñer o interese dos nenos ao do pobo. Aquí cada vez ía ser peor».

María Jesús apunta las dificultades de su hijo el último curso en Xunqueira: «Estaba só de nenos e precisou axuda especializada. Con el o cambio a Maceda foi unha porta que se me abriu».

El paulatino decaer de la escuela se fue dejando notar en la economía del municipio: «O comedor xa viña de fóra e o material escolar xa o mercabamos en Maceda ou en Ourense porque aquí non había», apunta una madre. Su temor es que, tras el cierre del colegio, se confirmen los rumores de que también se quedarán sin médico.

Raquel Fernández, madre de Hugo y Noa, era partidaria de seguir en Xunqueira, pero ganó la opción opuesta. «Se non era este ano, sería o seguinte -admite-, pero que peche a escola é triste, é como se acabase o pobo».

Montederramo y Chandrexa aguardan la reconversión para usos turísticos

En Montederramo estudiar era un lujo. La escuela ocupaba una parte del monasterio hasta que cerró, enviando a sus escasos alumnos a Castro Caldelas. Como consecuencia, las instalaciones educativas se fueron contagiando del paulatino abandono que amenaza a todo el conjunto.

El alcalde, Antonio Rodríguez, confía en disponer en breve de un plan director que indique cuál será el futuro -subvenciones mediante- del monumento. «Penso que os tiros van por un uso hostaleiro e turístico -adelanta- porque nesta zona hai demanda. Hoxe a escola aínda non está moi deteriorada e nós facemos un mantemento básico, pero non temos capacidade económica. De momento, usamos as aulas para un curso de formación para desempregados».

En Chandrexa, el voluminoso edificio escolar se utiliza en verano para actividades socioculturales y para campamentos. El sueño del alcalde, Francisco Rodríguez, es convertirlo en un albergue de naturaleza. Lleva años con la idea, pero falta presupuesto. «Cando entrei de alcalde, no 91, -explica- a primeira cousa que fixen foi un colexi; a miña ilusión era facer un colexio decente, pero despois os nenos foron indo a menos e pechou».