Recorrido por los doce molinos de A Baixa Limia-Xurés

cristóbal ramírez

LOBIOS

MANUEL MARRAS

Un paseo perfecto para ir en familia, con niños mayores de 10 años

22 ago 2019 . Actualizado a las 11:47 h.

Lo más importante: la señalización es casi perfecta. El casi se explica porque justo al salir del segundo puente, el que es nuevo y de madera, la baliza no se sabe si anima a seguir a la izquierda ascendiendo o a ir pegados al río. Aclaración: esta última es la opción buena. Y olvídense de todas las señales -incluida una de los muchos Caminos de Santiago no reconocidos, una flecha amarilla-, excepto de las rayas blancas y amarillas pintadas en las balizas.

La ruta denominada Muíños de Vilameá, en el parque de Baixa Limia-Xurés -informan muy correcta y ampliamente en Lobios, en el centro de interpretación- es idónea para hacer con niños de al menos 10 años, y solo presenta el inconveniente de que cuando se deja atrás Lobios y se gana la aldea que le da nombre, se gira a la izquierda dejando una sencilla capilla a la misma mano y se alcanza el bien indicado comienzo, el sitio para aparcar es minúsculo. Con mucha suerte se pueden dejar allí cinco coches.

Los doce molinos están rehabilitados, unos más y otros menos, y la mayoría tiene su nombre expuesto. El río forma unas pozas maravillosas y en este tiempo suele haber un par de personas bañándose en ellas, porque, curiosamente y en contra de lo que se podría pensar, el agua está fría pero no excesivamente. Al poco de comenzar la ruta aparece un camino a la izquierda (4) que no se toma. Es la caja de una vía romana auténtica, continuación de un puente hoy inexistente. A la vuelta, por la otra orilla, esa vía se distingue mucho peor debido a la densa vegetación.

Los doce molinos de la ruta están rehabilitados. La señalización es casi perfecta

Al llegar al segundo puente, y antes de cruzarlo, un letrero apunta al sendero por el que se asciende hasta una alvariza (5). Son solo 350 m, pero de una dificultad alta, de manera que los más jóvenes de la familia tienen que quedarse abajo.

Al arrancar (1), desde el aparcamiento se descienden 150 m y se llega al primero de los molinos, el de A Ponte (2), con un par de mesas y asientos en sus inmediatas cercanías. También allí, bajo el puente (3) que el senderista debe cruzar, espera la primera poza, maravillosa.

Una vez en ruta, los primeros 600 m son un prolongado ascenso, con escalones incluso, que conforman la parte más dura del itinerario, si bien hay que insistir en que esa dureza es en general muy poca. Se van dejando -casi siempre a la diestra-  los molinos, ascendiendo por un terreno estrecho y pedregoso. Y cuando puede haber algún peligro de resbalar y caer, ahí fueron colocadas unas cuerdas que ayudan y dan seguridad.

El puente de madera (6) está muy bien integrado en el paisaje, y de hecho lo embellece. A partir de ahí se inicia el regreso, mucho más cómodo que la ida por un paraje en el que, lamentablemente, entre los carballos y los pinos ha hecho su aparición algún eucalipto aislado o en minúsculo grupo.