En Laza, la guerra de las hormigas la ganaron los estrategas

Pablo Varela Varela
pablo varela LAZA / LA VOZ

LAZA

En los días previos al Luns Borralleiro, los vecinos guardan para sí las localizaciones de las colonias de insectos

25 feb 2020 . Actualizado a las 16:07 h.

«Están endemoniadas», dice Jorge Lorenzo, el teniente de alcalde de Laza. Este lunes, a las afueras de la localidad, aún quedaba algún hormiguero visible en la superficie de los prados. Expuestas al sol de la tarde, los insectos se movían sin parar y se colaban en las zapatillas de los que se arremolinaban en torno a su feudo. Las hormigas son, sin quererlo, las otras protagonistas del Luns Borralleiro de Laza. Al caer el sol, durante la Bajada de la Morena, grupos de vecinos descargan sin piedad sacos de tierra cargados de ellas. Algunas llevan varios días de cautividad en sacos de plástico.

A media tarde, Koldo Vila y Víctor da Fraga portaban uno entre los dos en dirección a Cimadevila. Iban ataviados como los Caminantes Blancos de Juego de Tronos. Así que, a su manera, ellos también eran los enemigos de todos por un día. Víctor, al que apodan Chisca, localizó el hormiguero un día antes, pero en los últimos años hay quien lo hace incluso con cinco jornadas de antelación para que nadie se lo quite. «O primeiro que hai que facer é, unha vez que o atopas, non dicirllo a ninguén», explica. Y después, siguiendo el ejemplo de sus abuelos, extraen su pequeño tesoro con una pala o directamente con las manos.

Adoración por los mayores

Manolo Díaz e Iván López, que esperaban con otros tres sacos ante el galpón donde se preparaba para salir la Morena, mostraban adoración por sus mayores. Ellos son, en gran parte, los culpables de que la tradición se haya mantenido por vía oral. El testigo lo han cogido sus nietos. Alguno ya ni recordaba en qué año había empezado a recoger las hormigas. «Eu teño pouco máis de vinte anos e seguramente xa leve vinte», decía uno de sus compañeros entre risas. Mientras calentaban motores, trazaban qué ruta seguir, aunque el destino final nunca cambia: la praza da Picota es una garantía para quienes buscan un blanco; también algún callejón donde se extravíe un turista.

«Cando baixa a Morena, nós imos ó mesmo tempo por detrás e connosco van os de Souteliño botando fariña», decía Manolo. En el entroido de Laza, parte del éxito reside en la estrategia. «Podémosche dicir que fomos o venres a polas formigas, pero igual foi outro día. E tamén que atopamos nesta leira o formigueiro, pero quizais foi noutra», indicaban. Es decir, que también hay una especie de omertà durante los días previos para no perder el hallazgo. «Xa o dicían os nosos avós: ‘Facede as cousas ben para que nunca remate a tradición», concluía Manolo.

El domingo, Koldo y Víctor habían empapado el saco con vinagre. Lo hicieron casi al sacarlas de su nido. «Hai xente que está equivocada co tema, porque pensan que se fai para encabritalas e o que logras botándoo é emborrachalas, que queden como atontadas», comentaban. Otros vecinos explican que esa parte tiene algo de leyenda, y que la consecuencia es precisamente el enfado de las hormigas. En todo caso, durante el día del entroido, el efecto del sol y un poco de azúcar en el interior del saco consiguen el resultado deseado: que los insectos salgan enrabietados.

Mientras tanto, Manolo e Iván aludían a la importancia de no llevarse a toda la colonia. «Soamente levamos o que está visible, porque a miúdo quedan os ovos no fondo do formigueiro e non lles deixas criar para o ano seguinte», explicaban. Ellos también habían dejado al sol sus sacos para preparar el recorrido hacia Laza. Y como la espera se hacía larga, amagaban con lanzar las hormigas a los curiosos al tiempo que esperaban la salida de la Morena.