Natalia García: «Entraba moita xente na casa do maior para que lle ensinara a usar o caixeiro automático»

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

LAROUCO

Natalia García es la responsable de la casa do maior A Modiño de Larouco, ubicada junto al cajero.
Natalia García es la responsable de la casa do maior A Modiño de Larouco, ubicada junto al cajero. LOLITA VÁZQUEZ

Hace más de una década que cerró la sucursal bancaria y el pueblo se quedó sin cajero. Lo recuperaron el año pasado

09 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando comenzaron las fusiones bancarias y la consiguiente pérdida de oficinas, el concello ourensano de Larouco fue uno de los primeros damnificados. Pasó primero de tener una oficina abierta todos los días a estar operativa solo tres mañanas a la semana. Y, de repente, nada. Era febrero del 2012 y Novagalicia Banco anunciaba el cierre de su sucursal. De poco sirvieron la pancarta colocada en la travesía contra la clausura, las firmas recogidas entre los vecinos o la amenaza (incumplida) del entonces alcalde, Joaquín Bautista Prieto, de que quitarían las cuentas municipales de la entidad. Novagalicia tenía un plan y lo cumplió. Ni siquiera dejó el cajero. Y como Larouco está a apenas a siete kilómetros de A Rúa de Valdeorras, ni siquiera consiguieron que de vez en cuando les visite el bus del banco, servicio que sí tienen otros concellos. Para cualquier cuestión, desde sacar dinero de la cuenta hasta pedir un préstamo, los vecinos —195, casi la mitad de los 440 censados, tienen más de 65 años— debían coger el coche o un taxi para acudir al banco más cercano. La situación se mantuvo durante un decenio. En ese tiempo, ninguna entidad bancaria mostró interés por asentarse en Larouco.

Por eso la regidora, Patricia Lamela, apostó por unirse al proyecto de la Xunta y Abanca para instalar un cajero. «É un servizo case tan imprescindible como a farmacia», razona la alcaldesa. Y matiza: «Ou se implicaba o Concello, ou non había caixeiro». Así que dijo que sí. A pesar del gasto que le supone a unas arcas municipales no muy boyantes. «Suponnos uns 200 euros ao mes», contabiliza Lamela. El montante incluye el alquiler del local —Abanca exigía que tuviese una puerta independiente desde la calle y el Concello no disponía de ninguno céntrico que cumpliese los requisitos—, el pago del recibo de luz y la limpieza.

El banco asume el mantenimiento del aparato. La opción final fue arrendar el espacio que ocupaba el antiguo cajero que tenía Novagalicia hasta el 2012, en el mismo local en el que estaba la oficina bancaria y que, tras las diferentes fusiones, pasó a manos de Abanca. Es un subarriendo (con el beneplácito del banco) a la promotora de la casa do maior A Modiño, Natalia García, que puso en marcha el servicio —sufragado por la Xunta y dirigido a concellos de 5.000 habitantes que no cuentan con centro de día— hace poco más de un año. Lo hizo unos meses antes de que se recuperase el servicio de cajero, por lo que no fueron pocos los que se confundieron de puerta. «Hai xente que entra pensando que é o banco e, ao verme a min, xa van á porta do lado», señala García. Cada vez son menos, no como al principio. Cuando el cajero comenzó a funcionar muchos le pidieron ayuda. «Entraba moita xente na casa do maior para que lle ensinara a usar o caixeiro automático», recuerda García, aunque remarca que eso es el pasado. Ahora ya no sucede.

Sí sigue echando una mano a una de las usuarias de A Modiño que no se entiende con el aparato. «Pídeme axuda sobre todo para actualizar a cartilla, porque ela soa non se apaña», relata García. Lo habló con la hija de la señora y, como estuvo de acuerdo, ella presta a mayores ese servicio, porque, como García destaca, «somos como unha pequena familia».