Mañanas escolares en el colo de Otero Pedrayo

mar gil OURENSE / LA VOZ

CORTEGADA

Santi M. Amil

La secretaria del Ateneo descubrió el Ourense cultural con las actividades del colegio Concepción Arenal

05 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Rosa Casado Nieto es la secretaria del Ateneo. El 4 de octubre hará 34 años que Anselmo López Morais le dio la llave de un despacho que ha ocupado en los tiempos de esplendor y en los de declive, en el emblemático local de La Torre y en aquellos que han ido surgiendo, a modo de precario salvavidas, en las últimas etapas. La Torre es uno de sus espacios vitales. El salto al Ateneo, desde un trabajo en la oficina de ingeniería Ucosa, en el mismo edificio, fue su hito personal y profesional: «Me había hecho socia y, una de aquellas mañanas que estaba en el Ateneo, me dijeron que estaban buscando una persona para la secretaría, así que le presenté mi currículo al presidente. Aunque mi vida personal giraba en torno a números y ciencias porque estudié Peritaje mercantil, siempre me gustó el Arte. Por eso más tarde me matriculé en Historia en la UNED, pero no acabé porque solo me dedicaba a las materias de Arte».

Puestos a buscar «culpables», Rosa lo tiene claro: el colegio Concepción Arenal. A sus aulas de la calle Bedoya llegó para empezar 2º de EGB, tras pasar por la escuela de su aldea, Cortegada de Sarreaus, y por el colegio Santo Ángel, de Xinzo de Limia. En el instituto de As Lagoas finalizó 3º BUP y COU: «Lo normal hubiera sido ir al Malvedo, que era del mismo centro, pero estaba en las afueras y yo me mareaba muchísimo en los autobuses», cuenta.

Los sábados eran su gran día. «Por la mañana ?relata- teníamos que ir al colegio porque había actividades variadas. Siempre venía alguien a darnos charlas. Don Ramón Otero Pedrayo y don Xaquín Lourenzo venían mucho y nos hablaban de sus libros y de temas de Galicia, pero también íbamos al teatro a la Casa de la Juventud o hacíamos visitas culturales. Aquellas salidas me despertaron muchos intereses, me marcaron, me descubrieron que el mundo era más que el colegio, más que aquella pequeña isla en la que vivíamos».

María Jesús Maestre fue, con una diferencia de edad de tan solo 10 años, su profesora en 3º y 4º de EGB. Era la encargada de todas las materias y con ella estableció un vínculo que hoy continúa en forma de amistad.

«El colegio -recuerda la hoy jubilada maestra- era como una familia, nos sentíamos muy a gusto. Yo fui muy feliz. Fui alumna del colegio, luego fui profesora y también mis hijos y varios de mis nietos estudiaron y estudian aquí. Cada época tiene su encanto».

Rosa Casado se siente especialmente privilegiada con la que le tocó vivir en el filo de los 60 y 70: «Entonces teníamos un profesor para 20 alumnos o menos y, además, teníamos unos profesores que sabían relacionarse y enseñarnos más allá de la materia de la clase. Cuando don Ramón ya no venía al colegio, algún sábado nos llevaban a su casa, en la calle de la Paz, y eso es porque el colegio tenía muy buenas relaciones. Recuerdo estar sentada en las piernas de don Ramón, en una mesa camilla, y él escribiendo un poema. Eso no venía en el programa de ninguna asignatura y era un privilegio. En Concepción Arenal viví una época totalmente diferente e interesante».

A ese centro, dirigido por los Martínez Randulfe, llegó por proximidad desde su domicilio ?la familia se había trasladado a la ciudad para favorecer la educación de sus dos hijas- y por el deseo paterno de «un colegio sin curas ni monjas para las niñas». En aquel colegio «seglar, pero con una directriz casi religiosa», matiza María Jesús Maestre, Rosa recuerda la asignatura de Religión como «algo muy light y, aunque había una capilla, apenas íbamos a misa».

Allí descubrió su gusto por las ciencias y por aquellas matemáticas de conjuntos de la EGB, «pero me gustaban también mucho las humanidades, la historia. Recuerdo a todos aquellos estupendos profesores, las fichas que llevábamos a casa para deberes, los festivales el día del santo del propietario, don Ángel, los diplomas por buenas notas y la consiguiente beca... Tengo un excelente recuerdo; para mí significó mucho este colegio».

«La infancia hay que respetarla. Hoy los niños están saturados»

Aquella alumna de 9 años que ahora se sienta ante María Jesús Maestre era «una niña muy bueniña, trabajadora y muy tranquila». Una buena estudiante, recuerda, con la que fraguó una relación muy directa «porque fui su única profesora durante dos cursos y eso crea unos lazos que

no se olvidan». Para Rosa, Maestre es el prototipo de profesora: «Es la imagen perfecta que yo tengo de una profesora; no era maternal, no era compañera. Para mí era la señorita María Jesús. Sabía darte y sabía exigirte».

«Yo era seria ?admite esta- y exigía en función de lo que cada alumno podía dar porque cada niño tiene su desarrollo mental y físico. Todo eso hay que tenerlo presente a la hora de exigirles». Eso y algunas pautas básicas, como que «la infancia hay que respetarla: «Hoy los niños están saturados de información y de actividades y, por mucho que les guste, tienen que tener un tiempo de no estar sometidos a disciplina», según su impresión.