Chandrexa de Queixa, el pueblo con menos densidad de Galicia: «No verán están todas as casas abertas, en inverno somos seis»

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

CHANDREXA DE QUEIXA

LOLITA VÁZQUEZ

La localidad gana vecinos tras cien años de caída por la apertura de la residencia

02 ene 2023 . Actualizado a las 11:45 h.

Hace doce años que cerró el colegio de Chandrexa de Queixa. En ese tiempo han abierto dos velorios, uno en la capital municipal y otro en Rabal. En este último pueblo se reformó el edificio de la antigua escuela de la aldea, cerrada décadas atrás. No había, ni hay, previsión de reapertura. La pirámide poblacional parece difícil de revertir hasta el punto de que se haga necesario un centro educativo.

Las estadísticas muestran una sangría cada vez más evidente. Echando la vista atrás, en 1920 había 3.167 vecinos censados en el municipio situado en pleno macizo Central ourensano, a apenas quince kilómetros de la estación de esquí de Cabeza de Manzaneda. Desde entonces la cifra fue cayendo hasta que en 1996 bajó del millar de habitantes. Eran entonces 984. En el último dato oficial el censo es de 495. Y aunque el número es bajo, es mayor que el del balance anterior, y este ya había medrado sobre el previo. Es una tendencia que se mantiene desde el 2019, año con el censo más bajo: 456 vecinos. Desde entonces el número de habitantes crece año tras año en Chandrexa de Queixa. No es que haya una explosión de nacimientos o mucha gente haya decidido rehabilitar la casa familiar y volver al rural. Ni se venden muchas propiedades a nuevos vecinos. La explicación del aumento demográfico hay que buscarla en la residencia de mayores, un imponente edificio ubicado en la parte alta de Celeiros, el casco urbano municipal, que se ve a varios kilómetros de distancia. El Concello la construyó y una empresa privada se encarga de la gestión.

Hay muchos más vecinos en ese edificio que en muchas aldeas. Como en Paradaseca. «Aquí todo o ano somos poucos», explica Basilisa Méndez. Nada tiene que ver con la época de vacaciones. «No verán están todas as casas abertas; pero en inverno somos seis», señala. La gente vuelve, pero ya no vive en Chandrexa. Los antiguos vecinos, sus hijos y nietos viven en grandes ciudades.

La emigración de Paradaseca eligió fundamentalmente Barcelona, una tendencia que se mantiene desde hace décadas. De hecho la propia Basilisa se fue allí en su momento. No habla de un motivo concreto más allá del esperado: «Alí había traballo e aquí non hai». Y añade: «Aquí non hai nada, os becerros non os pagan nada...». Ella volvió porque ya está jubilada, pero entiende que para los jóvenes hay pocas opciones en Chandrexa.

Basilisa lo contaba mientras salía a dar un paseo por la aldea, a unos kilómetros de la capital municipal. Aprovechaba que a las once y media de la mañana el termómetro marcaba diez grados. En su camino, la acompañada el perro del vecino, que pasaba con las vacas para llevarlas a pastar. En un buen rato no se vería a nadie más.

Es un dato refrendado por estadísticas. Con sus 171 kilómetros cuadrados, la densidad de población es de menos de tres vecinos por kilómetro. Aunque hay trampa, hay mucha zona de monte de alta montaña.