«La soledad que se sentía en las calles de Celanova parecía más propia de un escenario bélico»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

CELANOVA

Álvaro de Castro, médico en Celanova
Álvaro de Castro, médico en Celanova Santi M. Amil

Álvaro de Castro, que trabaja en el PAC de la localidad desde hace 14 años, coordinó Molgas y Piñor durante la primera ola

24 may 2021 . Actualizado a las 12:12 h.

Álvaro de Castro, médico del Punto de Atención Continuada (PAC) de Celanova, regresó a su puesto en agosto del año pasado tras unos meses interminables combatiendo el covid-19 en las residencias integradas de Baños de Molgas y Piñor. No fue un retorno al uso, porque en su trayecto diario hacia el PAC sigue pasando por delante del centro sociosanitario San Carlos, el primer recinto de la provincia al que accedió el personal sanitario para atender a usuarios afectados.

«Son los veinte metros de la eternidad, por decirlo de alguna manera», cuenta De Castro. El día 24 de marzo del 2020, en torno a las diez de la noche, accedió a la instalación junto a una compañera de hospitalización a domicilio. Estuvieron dentro casi una hora, suficiente para entender que el virus puede ser tan perro como para mermar la capacidad física de las personas y el ánimo de los que asisten a su impacto. «Recuerdo que había mucha tensión, y es lógico. Por aquel entonces nadie sabía cómo se comportaba el virus y de qué manera podía llegar a afectar a los profesionales», dice el facultativo, cuya familia tiene raíces en Entrimo.

Se encontraron con cinco pacientes en mala situación. Y entre ellos, había dos cuyo estado de salud era peor que el del resto. «Tenían dificultad respiratoria, fiebre...», cuenta. Ya en ese momento, les tocó informar a sus familiares del traslado, un trabajo harto complicado por los nervios de todos ante lo desconocido. Para los sanitarios, ese temor tampoco fue ajeno. «¿Miedo? Claro que tuvimos miedo. Y es algo humano. El ambiente que rodeaba la zona por aquellas fechas era muy peculiar: la soledad que se sentía en las calles parecía propia de un escenario bélico», dice De Castro.

Que comprender el virus tenía -y tiene- un punto de ensayos de prueba y error lo explica el uso de los monos de protección. De Castro cuenta que, en su caso, con el paso de los días, se percató de que él funcionaba mejor con el EPI que con el mono, «porque al intentar quitar este último había más problemas, más estrés». Apenas ha pasado un año desde entonces. Un año desde que Álvaro, al llegar a su domicilio tras estar todo el día en Molgas o Piñor, se encontraba a las puertas de su casa una bolsa de basura para depositar la ropa con la que venía de trabajar. «Había muchísima incertidumbre, y todo lo que se hacía era con la idea de que nadie de tu entorno se pudiese infectar. En aquel momento, hasta tenía mi propia habitación y un baño solo para mí dentro de mi piso», cuenta.

El retorno al PAC de Celanova

De Castro lleva trabajando en el PAC de Celanova desde hace 14 años. En agosto del 2020, tres meses después de que Baños de Molgas y Piñor cerrasen sus puertas, se reincorporó a su puesto, pero con un ojo puesto en los brotes que se detectaron durante la segunda ola de la pandemia en residencias como Os Gozos (O Pereiro de Aguiar) y Nosa Señora dos Milagres (Barbadás).

El covid-19, una vez más, se había colado hasta la cocina y se cebó con los más mayores. «Soy un detractor claro de los centros grandes. Y además, creo que las direcciones de las residencias deben estar integradas por personal sanitario, a tenor de lo que ha pasado», apunta el facultativo ourensano, que también realiza guardias en el recinto ferial Expourense durante las jornadas de vacunación del área sanitaria.

En Celanova, mientras tanto, se ha retomado al 100 % la atención presencial. Siguen encontrándose con pacientes con sintomatología asociada al covid-19, como la tos persistente, y De Castro avisa de que «tocará convivir con ello, al menos durante una buena temporada. De hecho, seguimos haciendo test de antígenos».

En la paulatina vuelta a las consultas físicas, además, se han topado con la gratitud de los vecinos. Cuando De Castro entró en la residencia San Carlos, más de un paciente del centro de salud asistió a esta escena desde las ventanas de su casa. Ahora, le agradecen que él asumiese el reto cuando poco se sabía aún del covid-19 pero sí de sus consecuencias. «Mucha gente de la que viene por citaciones o revisiones te lo dice abiertamente, y es una inyección de ánimo, porque nos conocemos de toda la vida», dice.

Ahora, De Castro advierte de que aún queda mucho por hacer para acostumbrarse a la existencia del coronavirus. «Percibo un relax inquietante con respecto a la situación actual. Se está vacunando mucho y rápido, pero a la vez es importante que nadie se deje ir con las medidas de protección», concreta.