Los sospechosos de matar al cura de Vilanova llevaron micros ocultos en sus coches

La Voz OURENSE / LA VOZ

CELANOVA

Santi M. Amil

La investigación se estrella con la falta de pruebas y se asoma a un archivo provisional

08 mar 2018 . Actualizado a las 08:46 h.

Han sido tres años de «ardua y meticulosa investigación» por parte de la Guardia Civil, pero la jueza de Celanova, donde se ha instruido el sumario por la muerte del cura de Vilanova, Adolfo Enríquez, renuncia a seguir adelante. Con fecha del pasado 15 de enero dictó el auto de conclusión de sumario, con el consiguiente envío de la causa a la Audiencia Provincial. Corresponde ahora a este órgano decidir si el caso pasa a una fase de archivo provisional, a la espera de revelaciones o nuevas pruebas que señalen a los autores de la muerte. La resolución de la jueza muestra contradicciones en las declaraciones de los dos sospechosos, apunta indicios que los señalan, pero, al mismo tiempo, constata que faltan elementos suficientes para imputarles la muerte.

La muerte del cura se produjo en las cinco primeras horas de la madrugada del 10 de marzo del 2015. Es uno de los pocos datos prácticos que aportó la autopsia. Aparte de confirmar que había sido maltratado. No se hallaron restos biológicos ni vestigios relevantes, según constata el auto. Tampoco la inspección ocupar y el trabajo de laboratorio aportó elementos determinantes. Los teléfonos de los sospechosos fueron literalmente destripados, sin que esa actuación diera fruto.

Durante la investigación se decretó la intervención y escucha de varios teléfonos, e incluso se autorizó desde el juzgado la colocación de aparatos técnicos de audio en el interior de los vehículos utilizados por los investigados. Ni así. Ningún dato permite ligar a los dos sospechosos con la muerte del cura.

Sin ayuda internacional

Quedaba como último recurso buscar rastros en Internet, singularmente en Facebook, convertido en una gran fuente de información. Sin éxito.

Las comisiones rogatorias internacionales no dieron fruto, o «porque de su práctica no se ha obtenido dato alguno» o porque «la autoridad requerida se ha negado a cumplimentarlas al estimar la inexistencia de indicios bastantes», según ahora constata el auto del Juzgado de Celanova. Ya en mayo del 2017 era una de las pocas esperanzas que quedaban. Así las cosas, a punto de cumplirse tres años de aquel sangriento suceso, que causó una gran conmoción en Celanova y su entorno, donde el sacerdote atendía con naturalidad las peticiones de ayuda que le transmitían personas como los dos investigados en esta causa.

El cura no solo atendió peticiones concretas en las fechas de la muerte, sino incluso de otros parientes en aquellas mismas fechas. Uno de los investigados estuvo con el sacerdote no solo el día anterior a la noche en la que de forma violenta acabaron con sus vida, sino también cuatro días antes. De aquella visita obtuvo una pequeña cantidad de dinero en metálico y también el desayuno. Como ya habían hecho en ocasiones anteriores, los investigados acudieron a él «representando una situación económica o familiar angustiosa, no ajustada a la realidad».

El juzgado cierra el sumario sin señalar imputado alguno y pasa a la Audiencia la decisión final

La revisión de la actividad en redes sociales tampoco ofreció el resultado que se esperaba

Entre mentiras y teléfonos sin señal en horas críticas

Las pesquisas de la Guardia Civil evidencian, según dice la jueza, que los investigados -dos croatas, uno de ellos vecino de Ourense y el otro, pariente, residente entonces en Cantabria, aunque de visita- no se hallaban en los sitios o lugares que dijeron haber frecuentado, pero tampoco se ha podido constatar que estuvieran en el lugar del crimen. Igualmente, que un Golf como el de uno de ellos fuese visto en las inmediaciones de la rectoral, o fuese utilizado por los criminales, no pasa de ser una conjetura, según la interpretación judicial. Llama la atención, por otra parte, que los teléfonos de los acusados no dejaran rastro alguno entre la medianoche y las tres y diez de la madrugada del 10 de marzo, precisamente en el margen horario de la muerte, según se desprende de la autopsia. Pero ello no significa que hubieran estado en Vilanova dos Infantes.

La Virxe do Cristal, por su parte, tampoco apareció. Se presume que es el único botín. No apareció ni el más mínimo rastro que ayudara a esclarecer la muerte.