Adiós a Marcos, el indigente de Ourense del que todo el mundo se preocupaba

La Voz REDACCIÓN / OURENSE

CASTRELO DE MIÑO

Marcos, en una foto en el casco viejo de Ourense hace exactamente un año
Marcos, en una foto en el casco viejo de Ourense hace exactamente un año Santi M. Amil

El hombre, que pedía ayuda en las calles de la ciudad, falleció la semana pasada y fue enterrado en Astariz, de donde era natural

28 dic 2022 . Actualizado a las 11:33 h.

Muchos ourensanos conocían a Marcos da Silva, aunque no todos supieran su nombre. Se cruzaban con él por la calle Santo Domingo, en la esquina de Valle Inclán, en el Paseo o por el casco viejo de la ciudad. Con algunos compartía una pequeña charla, a otros les pedía algo de dinero y no pocos acabaron llamando al 112 o a la Policía Local cuando lo veían inmóvil en algún portal o algún banco del parque de San Lázaro, preocupados por si le había pasado algo. A veces incluso se quedaba así, como dormido, de pie, en plena calle. Cuando se reponía, continuaba su camino.

Era de Astariz, en Castrelo de Miño. Tenía cinco hermanos. De joven, en la comarca do Ribeiro era conocido por ser un currante. Conoció la noche, siendo todavía un chaval, como portero y barman del pub La Colmena en Ribadavia. También fue panadero, estuvo en hostelería, trabajó la tierra como jornalero y trabajó en la construcción, hasta que un accidente en este sector le hizo coger una baja y lo trajo a la capital. En Ourense vivió los últimos veinte años. Tenía cincuenta y era cercano, sonriente siempre que las circunstancias se lo permitían y agradable con todo el mundo. Dicen quienes mejor lo conocían, sus amigos y allegados, que Marcos quería vivir su vida, que era bueno con todos menos consigo mismo. Se refieren a la adicción que nunca fue capaz de superar. Sí pudo con otras enfermedades, a base de empeño y cuidados. Antes de la pandemia consiguió vencer un cáncer. Lo hizo con ayuda del equipo de Oncología del CHUO, del que siempre habló maravillas. Les debía la vida, decía. 

La enfermedad recurrió en su cuerpo y desde hacía meses Marcos libraba de nuevo esa batalla. No lo hizo solo. Era usuario de Cruz Roja y allí le guardaban con cariño sus productos favoritos. Para él eran los mejillones en escabeche y los zumos de piña. También era habitual que hosteleros del casco viejo le diesen de cenar, justo antes de cerrar sus puertas y terminar la jornada. Marcos les echaba una mano recogiendo las terrazas. Siempre fue educado, amable y tranquilo. 

A pesar de lo que le dio la vida, de dormir donde podía, de vivir en la calle exprimiendo unas monedas, no se le relaciona con altercados. Al contrario, policías ourensanos lo recuerdan a la orden, sonriente y colaborando con lo que podía. Muchas fueron las carteras que se encontró de noche y no dudó en entregar para que volviesen a su dueño. 

Falleció el 20 de diciembre en Ourense y los suyos lo despidieron en Astariz.