Valdeorras, un año después del gran incendio

María Cobas Vázquez
María Cobas O BARCO

CARBALLEDA DE VALDEORRAS

Alejandro Camba

En julio del 2022 un fuego forestal iniciado en Carballeda arrasó 10.500 hectáreas

16 jul 2023 . Actualizado a las 19:32 h.

El jueves 14 de julio del 2022 cayó una gran tormenta en Valdeorras. Rondaban las diez de la noche. Fueron cientos los rayos registrados y uno de ellos impactó en Riodolas, en el concello de Carballeda de Valdeorras, provocando un incendio forestal. Era en una zona de monte raso de difícil acceso y muy lejos de las casas. No preocupó demasiado. Había equipos trabajando en su extinción, que se fue haciendo más larga de lo esperado, pero sin hacer saltar las alarmas. Seguía quemando terreno, todo en la Serra do Eixe, que forma parte del macizo de Pena Trevinca. El viernes había arrasado 500 hectáreas y el sábado sumaba ya 1.100. Aunque apagarlo se estaba prolongando más de lo inicialmente previsto, nadie parecía mirar al fuego que avanzaba ladera abajo con recelo. El domingo a mediodía se dio por controlado. Parecía que el final estaba cerca, pero no fue así. En cuestión de horas todo cambió. De repente se levantó mucho viento. Y viró, avivando las llamas y cambiando la dirección en la que avanzaban. Las lenguas de fuego se fueron haciendo cada vez más grandes y, como no entienden de límites territoriales, se adentraron en O Barco. La situación se descontroló.

El incendio comenzó a acercase de manera peligrosa a varios núcleos rurales, cuyos vecinos fueron desalojados por la Guardia Civil. Marcharon casi todos, muchos llorando solo con pensar cómo estaría todo a su vuelta. También hubo quien se quedó. En todas las aldeas aparece saliendo en la conversación el nombre de uno, dos o tres vecinos que esquivaron la orden y se quedaron a intentar salvar sus pertenencias. Pasó en Domiz, en Candeda o en Alixo. El fuego no solo amenazó los núcleos, también entró sin pudor, arrasando barriadas enteras. Aquel domingo negro el incendio, que ya sumaba 2.400 hectáreas quemadas, hizo el ambiente irrespirable. Y salir a la calle sin mascarillas o gafas de sol se tornó casi imposible no solo aquel lunes, sino varios días más. Porque el incendio no dejó de crecer. De hecho, incluso consiguió saltar el río Sil para sembrar el pánico del otro lado. Siguió consumiendo terreno y amenazando pueblos. Desalojaron Vales y Cesures, y también Éntoma. Todos ellos salieron más o menos indemnes, pero el fuego seguía avanzando y llegó al concello de Rubiá, donde arrasó A Veiga de Cascallá y O Castelo y amenazó a varios pueblos más a las puertas del parque natural de la Serra da Lastra.

Tras varios días en los que la tragedia no dejó de crecer, con cada vez más terreno quemado y más viviendas ardidas, el incendio se dio por extinguido el 28 de julio (14 días después de iniciarse). En total, 10.500 hectáreas arrasadas, cientos de viviendas y construcciones quemadas, miles de árboles (entre ellos numerosos castaños en producción) ardidos, colmenas reducidas a ceniza o en medio de unos bosques que precisarán tres años para recuperarse y poder servirles de nuevo de alimento, conducciones inservibles...

La falta de personal de las constructoras ralentiza la reconstrucción

Comenzó entonces la reconstrucción. Hubo pueblos en los que por el grifo no salió ni una gota de agua durante días, en los que darle a la llave de la luz eléctrica era igual que no hacerlo porque se quemó el tendido. Y lo mismo con el de teléfono o internet. Fue preciso eliminar los restos de árboles quemados y colocar barreras naturales para evitar que, cuando llegasen las lluvias, las cenizas acabasen en los cauces fluviales, contaminándolos (como terminó pasando en el pueblo barquense de Candís). La Confederación Hidrográfica Miño-Sil dedicó varios meses a etas tareas. Poco a poco, la situación se fue normalizando, aunque Valdeorras todavía muestra las heridas de lo sucedido un año después. Algunas tardarán tiempo, mucho tiempo, en cicatrizar. Otras nunca lo harán. Un año después la mayoría de las viviendas afectadas siguen sin ser habitables. Sí lo son las tres que ardieron en Candeda y que reconstruyó la Xunta de Galicia. Es fácil reconocerlas al visitar la aldea, situada en medio de la montaña, con vistas a varias canteras. Se distinguen por su estética, dibujada a base de pintura blanca y lascas de pizarra. «Hay otras cinco en proyecto, pero les está pasando lo que a todos, que hay poquitas empresas», explica la alcaldesa de Carballeda de Valdeorras, María del Carmen González. La falta de personal en las constructoras está ralentizando la vuelta a la normalidad. Pero llegará. «La gente está muy ilusionada y hasta me vinieron a enseñar los proyectos», añade González. También faltan obras municipales, que espera que sean una realidad pronto, como el asfaltado de las calles de Candeda. Va lento pero supondrá mejoras para los vecinos, asegura. Cita entonces el hecho de que Fenosa cambiase todos los viejos postes de madera por otros de hormigón. Lo hizo tras tener que levantar de nuevo numerosas líneas que se vieron afectadas por el fuego.

No solo se avanza en los inmuebles, también en la gestión del monte. Muchos propietarios han decidido replantar gracias a las ayudas impulsadas por la Xunta, asegura la alcaldesa de Carballeda. A este respecto, la Consellería do Medio Rural avanza que el próximo día 22 se abre el plazo para que los particulares puedan solicitar ayudas para la recuperación de soutos. En ese sentido, María del Carmen González, dice: «Estamos tratando de convencer a la gente de que ponga castaños y no pinos en las zonas más próximas a las casas, porque son una antorcha». La naturaleza, por su parte, ha vuelto a mostrar su fortaleza una vez más y aquel horizonte negro que dejó el fuego vuelve a ser verde.

Teresa Bouzas tiene una vivienda en Candeda.
Teresa Bouzas tiene una vivienda en Candeda. ALEJANDRO CAMBA

«Pensei que ao meu marido lle daba un patatús pensando que ardía todo»

La regidora de Carballeda de Valdeorras dice que todavía no se ha recuperado de la angustia vivida hace un año. «Antes me gustaba mucho el sol y ahora le tengo pánico. Me da mucho miedo cuando hablan de que viene una ola de calor, por lo que pueda pasar», dice. Fueron días de mucha tensión y, pasado ya lo peor, todavía costó tiempo encontrar cierta calma. A Teresa Bouzas, vecina de O Barco pero con casa y finca en Candeda (el pueblo natal de su marido), todavía se le entrecorta la voz al recordar aquel día. Y no por haber visto cómo el fuego se aproximaba, pero sí por lo que le contó su hijo. Él sí estaba en Candeda cuando la Guardia Civil desalojó la pequeña aldea, situada en la ladera de una montaña, a la que se accede por una sinuosa carretera. «Se eu chego a estar aquí, rasgo por enriba dos guardias», dice. Fue lo que hicieron un grupo de vecinos, que decidieron quedarse para continuar regando y tratar de evitar que el fuego entrase en el pueblo. No estaba, pero aun así se le entrecorta la voz al recordarlo. Porque la lejanía no les evitó la angustia. «Nós estabamos en Vilagarcía aquel día. Eu pensei que ao meu marido lle daba un patatús pensando que ardía todo», relata.

Carlos decidió quedarse en Alixo cuando desalojaron el pueblo.
Carlos decidió quedarse en Alixo cuando desalojaron el pueblo. ALEJANDRO CAMBA

«Non son un heroe nin estou tonto, pero non ía marchar e deixar que se queimase todo»

Sí estaba en Valdeorras aquel día Carlos Rey. Fue el único del pueblo de Alixo (en O Barco) que no hizo caso a los agentes de la Guardia Civil que llegaron a desalojar el pueblo. Un año después, sigue convencido de que hizo lo correcto. «A min non me ardeu porque quedei», relata. «Non son tonto nin estou louco, pero non ía marchar e deixar que se queimara todo, casa, coche, tractor... O traballo de 18 anos», apunta. Y apostilla: «Tampouco son un heroe». Solo alguien que defendía el fruto de una vida de esfuerzo. «Quedaba sen nada, non podía ser», remarca. Y añade: «Eu non quero que me dean nada, pero tampouco quería quedar tirado coma un can».

Tenía un plan. De hecho, se pasó las horas previas a la llegada del fuego regando la casa y la finca alrededor. «E non se me queimou unha palla», apunta. Carlos, consciente del peligro por la proximidad de las llamas, trazó un plan de huida si la situación se complicaba demasiado. «Lóxico que non me ía meter no medio do incendio, e tiña claro que se me vía atrapado saltaba dentro da piscina do veciño. Xa o tiña eu pensado», relata.

Su intervención funcionó. Salvó su casa, situada a apenas una decena de metros de la barriada que se quemó por completo.

«Nin aínda que viva cen anos vou esquecer o vivido aqueles días»

En primera línea estuvo Nacho Doce, concejal de Rubiá y en aquellas fechas alcalde en funciones. «Foron dos peores días da miña vida. Non se me borra da cabeza todo o que pasou. Nin aínda que viva cen anos vou esquecer aquilo», relata. En su caso habla de la angustia por ver cómo avanzaba el fuego, la impotencia de comprobar cómo ardían casas o el nerviosismo surgido en la población. «Todas as queixas viñan para nós. A xente tiña que desafogarse e era a nós a quen tiña máis preto, así que non podiamos perder os nervios», señala. Y cita también el momento en el que se vio cercado por el fuego. Iba con la Guardia Civil a desalojar O Castelo cuando se vieron rodeados por las llamas y tuvieron que resguardarse en el bar hasta que pudieron rescatarlos. 

Un año después, Doce dice entender los momentos de nervios que vivió la población en aquellos momentos. Lo que no olvida ni perdona es el hecho de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ni siquiera lo recibiera cuando vino a O Barco para anunciar ayudas. «Estaba ardendo Rubiá e nin sequera quixo falar comigo, que era naquel momento o alcalde; iso non me parece razoable», remarca.

En A Veiga de Cascallá se está tirando la barriada que ardió. En el hueco se construirá una gran plaza.
En A Veiga de Cascallá se está tirando la barriada que ardió. En el hueco se construirá una gran plaza. ALEJANDRO CAMBA

Una gran plaza sustituirá a la barriada ardida en A Veiga de Cascallá

A la entrada de A Veiga de Cascallá (Rubiá) ha recuperado su tejado una vivienda que lo perdió en el fuego. Pero al fondo de la aldea, la casa de la familia de Pablo Rodríguez sigue en fase de reconstrucción. En ella vivía junto a su hermano y sus padres. Tuvieron que salir con lo puesto. En este caso, las obras hace tiempo que empezaron, pero todavía falta mucho trabajo hasta que puedan regresar a casa. De nuevo sale a relucir la falta de mano de obra en las empresas de construcción para explicar la demora.

Más rápidas fueron las ayudas. La Xunta prometió 63.000 euros para las segundas residencias y 122.000 para las primeras. En unos cuatro meses los propietarios habían cobrado. Eran ayudas por el desastre, sin hacer obligatoria la reconstrucción. De hecho, en A Veiga de Cascallá muchos han optado por no levantar las casas, que en muchos casos llevaban tiempo cerradas, de nuevo. Y la mayoría de los propietarios han cedido sus propiedades al Concello, que se está encargado de tirar las edificaciones en ruina. Ya está más de la mitad del trabajo hecho, el resto, pendiente de que las empresas puedan hacer el trabajo. El objetivo del gobierno local es habilitar una gran plaza. 

En Candeda ya están rematadas las tres casas que reconstruyó la Xunta.
En Candeda ya están rematadas las tres casas que reconstruyó la Xunta. ALEJANDRO CAMBA

En Candeda ardieron tres casas situadas en la parte alta de la aldea y todo un barrio al fondo. Estas viviendas llevaban décadas cerradas, así que los vecinos no confían en que los propietarios (o sus herederos) vayan a reconstruirlas nunca. De hecho, ni siquiera las han tirado todavía. «Eran casas vellas, pero estaban lousadas. Agora está perigoso, daquel lado dá medo pasar», dice Teresa. Y lo mismo pasó en Alixo, donde de las diez que ardieron, solo hay planes de reconstrucción de una de ellas. Según los propietarios han contado a los vecinos, comenzarán las obras en septiembre. Del resto nada se sabe. Había varias familias que viven en O Barco pero conservaban la casa familiar en Alixo para pasar los fines de semana, y alguna más que estaba fuera de Galicia y regresaba en verano. Este año, ni unos ni otros. «Parece inverno», apunta a modo de resumen Antonio Rodríguez. Se refiere al hecho de que a estas alturas de julio Alixo debería estar llena de vecinos, con la reedición del milagro poblacional que experimenta el medio rural gallego cada verano. Pero este año no hay casa a la que volver. Y sabe que muchos no volverán. «Non é o mesmo se te colle con 40 ou 50 anos que con 70, que para que vas volver empezar se igual os fillos non queren vir», apunta.

Antonio Rodríguez lamenta que la situación siga igual un año después.
Antonio Rodríguez lamenta que la situación siga igual un año después. ALEJANDRO CAMBA

«Volve haber un lume e estamos nas mesmas»

A Rodríguez el fuego casi no le afectó. Las llamas dañaron apenas un lateral de un corredor exterior. Y eso que su vivienda está a apenas diez metros de la barriada que ardió entera. Eso sí, cuando se fue del pueblo no sabía si tendría casa al volver. Porque, como denunciaron los vecinos ya en aquellos momentos, no había medios suficientes. Ni en Alixo ni en ningún otro sitio, ante un fuego muy virulento. «Estaban os forestais, pero non entran nas casas. Estaba ardendo e aquí había dous bombeiros profesionais, sen auga e sen escaleira... E os lumes empezan polo lousado», relata. Lo que peor lleva, reconoce, es ver que nada ha cambiado. «Se hoxe volve haber outro incendio, estamos igual. A herba está alta e seca; a madeira que se queimou non se retirou... Volve haber un lume e estamos nas mesmas», lamenta. La gestión de la madera privada es uno de los escollos pendientes. La de los montes de gestión pública se retiró y se subastó, según aseguran desde la Consellería do Medio Rural.

La falta de medios fue una de las críticas constantes durante los días que el incendio siguió avanzando. Tiempo después, la Consellería do Medio Rural hizo públicos los datos. En el operativo de Valdeorras participaron 16 técnicos, 118 agentes, 254 brigadas, 103 motobombas, 5 excavadoras, 12 aviones, 13 helicópteros y la propia unidad de emergencias del Ejército.