Ana Belén y Estela Rodríguez, madre e hija, comenzaron desde muy pequeñas a interpretar música tradicional
02 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Puede que esté en los genes o que simplemente sea casualidad. Pero lo que sí es una realidad es que en la casa de Ana Belén Rodríguez André se respira música. De todo tipo. Tiene 39 años y hace alrededor de veinte que trabaja en la escuela provincial de gaitas de la Diputación y treinta que toca con la Real Banda. Con nueve años, por lo tanto, ya llevaba en las venas el gusto por los sones tradicionales a pesar de que en su familia no existía ninguna vinculación con el mundo de las artes. «Recuerdo que mi hermana aprobaba música gracias que ya desde pequeña le ayudaba. Mi madre vio algo en mí y enseguida me apuntó a la escuela de gaitas, que estaba empezando», relata. Su hija, Estela Rodríguez, comenzó incluso antes a apasionarse con la música, a los cuatro años. Y no solo por la tradicional sino también por la clásica. Ya, desde muy pequeña, compagina sus clases de gaita y percusión en la escuela de gaitas con el clarinete en el conservatorio. Y, además, saca buenas notas en el colegio.
Ana Belén forma parte de la Real Banda de Gaitas de la Diputación y de las cantareiras de la formación, además de dar clases de gaita, pandereta y canto en la escuela. Su vida, por lo tanto, está unida a los pentagramas. «No sabría decir cuánta gente pasó por mis aulas en estos veinte años. Solo el curso pasado entre la escuela y las asociaciones a lo mejor había matriculadas alrededor de doscientas personas», explica. Y cuenta con orgullo cómo algunos de sus alumnos han seguido estudiando música en el extranjero, en las mejores escuelas. «Es un orgullo meter la vena de la música a los niños desde pequeños». Y así lo ha hecho con sus hijos, aunque no fue algo premeditado. «Recuerdo que iba a dar clase a Beariz y ella muy pequeña tenía que venir conmigo o con su padre, que también es músico. Cuando me daba cuenta ya tenía una pandereta en la mano», explica. Y Estela asiente con una amplia sonrisa. Y así, a los cuatro años, comenzó aprendiendo pandereta, a los siete ingresó en la escuela de gaitas y un año después comenzó sus estudios de clarinete en el conservatorio. Y todo esto se traduce en ensayos y actuaciones con grupos de pandereteiras y cantareiras y con la banda de música juvenil de Lalín. «No sé si es por genética, porque tiene mucha facilidad, desde pequeña. Escucha una canción y enseguida se le queda y la entona», explica la madre. Y Estela afirma que todos los días ensaya sobre una hora, con la misma ilusión que cualquier niño de su edad se referiría a su pasión por el fútbol, la tecnología o las series juveniles de la televisión. «Me gusta mirar en Youtube los vídeos que suben otros gaiteiros y músicos y así aprender», explica. Y si a Estela se le pregunta qué quiere ser de mayor, afirma sin pensárselo: «Como Cristina Pato». Es su referente. Pero añade nombres de mujeres de otros países del mundo que conoce gracias a las redes sociales. Pero que, sobre todo, descubre durante los encuentros internacionales que se celebran anualmente en la provincia ourensana. «Me gusta de todo, también la música pop y la clásica: desde Paquito de Rivera a Karl Stamitz», dice. Y su madre, Ana, explica que Estela siempre ha sido una niña con muchas inquietudes: «Antes, jugada al baloncesto y hacía patinaje, pero tuvo que decidir. Se tuvo que centrar. Es que no le daban las horas. Le dijimos que escogiese y se decantó por la música». Las dos hablan el mismo idioma, aunque Estela no deja de referirse también a su padre, que también es músico: «Él me lleva a todas partes». Y su sueño, igual que el de su madre, dedicarse a la música: «Me da igual de qué manera, como profesora o en un grupo, pero lo tengo claro», afirma rotunda.
Madre e hija. Ana Belén entró en la escuela de gaitas de la Diputación a los nueve años. Y su hija, Estela, empezó a tocar percusión con cuatro años.
Profesional y afición. La madre da clases desde hace veinte años en la escuela y en asociaciones. Para la hija, de momento, es una afición.