«Hay personas de las que nunca te olvidas y creo que eso es bonito»

edith filgueira OURENSE / LA VOZ

BANDE

Santi M. Amil

José Álvarez lleva más de treinta años en una profesión que ha cambiado a pasos agigantados

06 ago 2018 . Actualizado a las 22:01 h.

Tenía en mente dedicarse a la investigación pero la vida lo situó detrás de un mostrador, entre medicamentos y con la timidez justa para entablar conversación con las personas. José Álvarez (Bande, 1955) es farmacéutico por vocación y no dudaría en repetir si tuviera que volver a elegir.

«Supe que quería estudiar algo de ciencias desde el instituto. Más concretamente, algo de la rama sanitaria. La química me gustaba mucho, así que al final descarté Medicina y Enfermería y me decanté por Farmacia», recuerda sobre cómo tomó la decisión de su futuro profesional. «Empecé en un ayuntamiento pequeño de la provincia de Ourense y allí trabajé durante 24 años. Cuando tomé la decisión de venderla fue para irme a Madrid, pero terminé viniéndome a la capital de la provincia», bromea con una sonrisa vergonzosa.

Sin necesidad de nombrar la farmacia que regenta, muchos lo conocerán por su trato afable y su voz tranquila dando consejos en una pequeña botica del centro de la ciudad desde el 2005. A él se le salen lo colores cuando le dicen que es difícil que quede alguien que no lo ubique detrás del mostrador, con las gafas reposando en la cabeza o haya pasado ya por su negocio. Es modesto de verdad, de los que carecen de la hipocresía que tiñe a los presuntuosos de humildes.

Desde que comenzó en la profesión las cosas han cambiado y no poco. «Antes teníamos la farmacia llena de recetas de papel todos los días, ahora eso va por ordenador y son electrónicas. Y los medicamentos son mucho más específicos. Tampoco es lo mismo trabajar en un municipio pequeño, como empecé yo, a hacerlos en una ciudad más grande. En los pequeños ayuntamientos nadie escapa al trato personal cercano, aunque yo intento aplicarlo aquí también porque lo que más me gusta es la farmacia asistencial. Hablar con el paciente explicándole cómo debe tomar la medicación y que sepa qué cambio en sus hábitos de vida le pueden beneficiar», relata Pepe -como todos sus clientes asiduos lo llaman al cruzar la puerta-. «Con los historiales digitalizados también podemos aconsejar mejor. Antes resultaba más difícil hacer un seguimiento del paciente y ahora se evitan muchas duplicidades con algunos componentes de los medicamentos», añade sobre las facilidades actuales.

Muchos de los profesionales que se dedican al ámbito sanitario suelen experimentar una especie de duelo cuando algún paciente con el que tenían una relación próxima fallece. Los farmacéuticos no son menos en este sentido que los enfermeros. «Se crea una familiaridad particular y la pérdida de esa persona la sientes como una pérdida íntima. No sé si le ocurre a todos mis compañeros, pero la muerte de algunos pacientes duele en el alma. Hay personas de las que nunca te olvidas y creo que eso también es bonito», confiesa en bajito mientras entra un repartidor de mercancía cargado de cajas en la farmacia.

Con todo, Pepe está seguro de que si volviera a empezar, sería farmacéutico. Aunque hay algo de su trabajo que no le gusta y hace por obligación: el papeleo.

«Estaría bien que se nos reconociera como un eslabón más de la Sanidad»

 De tal palo, tal astilla. Su hija, Beatriz Álvarez también se dedica a la Farmacia y es fácil coincidir con ambos trabajando. «Yo no quería que lo hiciera porque es un trabajo muy sacrificado. Pero supongo que como cualquier otro si te gusta mucho lo que haces. Algunas veces te llevas todos los problemas de un paciente -en ningún momento de la entrevista se refiere a ellos como clientes- a tu casa cuando termina la jornada. Así que yo no quería que hiciera Farmacia, pero al final terminó estudiándola. Y la verdad es que creo que se le da muy bien su trabajo», cuenta con tímido orgullo.

Duda un poco cuando le preguntan qué es lo que se podría mejorar en la profesión. Pero después de barajar varias opciones se queda con que estaría bien que la administración tuviera un reconocimiento mayor de la labor que desempeñan. «Creo que sería justo que desde arriba se nos reconociera como un eslabón más del sistema sanitario. Que se tuviera en cuenta que también ayudamos a que todo funcione correctamente. Y que pudiéramos trabajar de un modo más transversal con el resto de profesionales», finaliza.