El noventa cumpleaños que no celebró el «pintor intelectual»

x. m. r. ourense / la voz

AMOEIRO

Cedida

Virxilio dejó un legado artístico único entre los creadores de su generación. Su condición inquieta marcó su trayectoria creativa

21 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En esas taxonomías, estadísticas, agrupaciones por corrientes, «ismos» y demás que siempre se aplican para clasificar, ordenar y simplificar la realidad no había lugar para Virxilio Fernández (Ourense, 1925 - 2011). Y no por el hecho de que los referidos esquemas tiendan siempre al error, que también, sino más bien por la singularidad y genialidad de un artista que siempre fue un creador inclasificable, un verso suelto al que se vinculaba con los artistiñas -aunque era mayor que ellos y no participó en primera línea en los proyectos liderados por los mismos, en la mayor parte de los casos porque no estaba entonces en la ciudad- y al que su amigo Xosé Luís Méndez Ferrín definió certeramente como «o intelectual da pintura».

Virxilio Fernández Cañedo nacía el 21 de marzo de 1925, hoy cumpliría 90 años, y su formación iniciática comenzó a una edad muy temprana. En la Escola de Artes e Oficios de Ourense entraba siendo un mocoso para aprender a dibujar con uno de los maestros indiscutibles de la época, Luis Xesta, y cuentan las crónicas que lo acabaron echando por ser republicano. En 1954 realiza su primera exposición y en 1957 consigue, gracias a una beca de la Diputación, viajar a París para formarse. Se matricula en la Escuela Superior de Bellas Artes de la capital francesa, aunque siempre confesó que había pisado poco las aulas.

Su estancia en París, donde estuvo hasta 1962, sus viajes por Europa, su vida en Alemania a partir de 1974 -en ciudades como Berlín o Colonia, entre otras- o sus exposiciones en Italia contribuyeron a formar su corpus artístico.

Cerámica, cartelismo y tablas

Sentado en el estudio de su casa en Tamallancos, con el sol de la tarde calentando la casa, lo expresaba con claridad cartesiana: «Aprendín máis traballando de pintor de brocha gorda ao sol en Alemaña que na universidade».

Su condición de artista inquieto y ansioso por experimentar lo llevó por los caminos que marcaron su particular mundo creativo. Firmó murales de cerámica junto a las carreteras, en A Derrasa o en la N-540, y creó grandes obras para espacios públicos, se recreó en las series vinculadas a los lugares donde vivió -como O Cumial y Os Chaos de Amoeiro-, dejó constancia de su querencia sonora con sus músicos de jazz, tuvo momentos para la reivindicación social -en su obra Carta de Alemania-, para el juego gozoso de sus desnudos o su humor -con su mítica cachonda de Paraguay- y para reflejar las escenas cotidianas, de la feria a la vendimia, con sus óleos sobre tabla como soporte protagonista. El cartelismo, el diseño -suyas son las capitulares y otros elementos artísticos de la Gran Enciclopedia Galega- o la ilustración de libros, como el realizado en colaboración con Camilo Franco, fueron también parte importante de su trabajo.

El mejor homenaje al artista que hoy cumpliría 90 años lo firmó en el 2012 su hija Gabriela, con la antológica que se pudo ver en Novacaixagalicia.