«¿Tu madre duerme con los ojos abiertos o cerrados?»

l. r. OURENSE / LA VOZ

ALLARIZ

12 sep 2021 . Actualizado a las 13:19 h.

Sería lógico que ser invidente estuviese normalizado, pero no siempre es así. Pena, lástima y angustia es lo que muchas personas sienten al conocer a una persona con discapacidad visual. En muchas ocasiones, no son capaces de ver más allá de su problema. «Es como juzgar un libro por su portada. Hay que ver a la persona de verdad. Somos uno más: sentimos, pensamos y padecemos como cualquier otro», explica Rubén. Que se normalice favorecería la autoestima de estas personas, que muchas veces se sienten solas porque su propio entorno no asimila que caminen con un bastón. «El ser autónomos transmite a su entorno seguridad y esa pena se va diluyendo», asegura Julia Fernández-Nieto. Estos sentimientos muchas veces se convierte en miedo y termina derivando en broncas. «¡Pero como se te ocurre ir por ese camino a ti sola!», le gritaron muchas veces sus vecinos de Allariz a Gracia. Ahora ella es el mejor ejemplo de superación para todos, enseñándoles que puede hacer las cosas solas. «Muchas veces, cariñosamente, nos agarran en un paso de peatones para cruzar. No es necesario y nos hacen sentir mal», asegura Rubén. Si la pena y el miedo desaparecen, sienten el calor de la gente. «Nos sentimos mucho más arropados», aclara Rubén.

«¿Tu madre duerme con los ojos abiertos o cerrados?», le preguntó un compañero de clase a la hija de Gracia. Con solo 15 años, tiene que explicar diariamente qué es la visión residual o por qué su madre utiliza bastón. «Este tipo de maldades hay que corregirlas cuanto antes», reclama Rubén. El conocimiento que cada persona tenga del colectivo es fundamental. Por eso, es importante que desde la educación temprana se les dé voz y visibilidad. «Es necesario enseñarles no solo a compartir el aula con personas con discapacidad, sino también a vivir en sociedad con ellos», asegura Rubén. Es igual de importante conocer las técnicas de primeros auxilios como las de ayuda a personas con discapacidad visual.

Es fundamental enseñar a los niños a que estas situaciones son totalmente normales. Incluso los más pequeños las entienden a veces mejor que los adultos. «Mi sobrino tiene cinco años y es muy travieso. Sin embargo, cuando me acompaña, me coge de la mano y sin soltarme me va guiando. Se nota que entiende la situación», explica Rubén, orgulloso.