A Merca mantiene vivos el recuerdo y la memoria de Miguel Ángel Blanco

La Voz OURENSE/LA VOZ

A MERCA

Aurelio Garrido, tío de Miguel Ángel Blanco, delante de la tumba del concejal en Faramontaos.
Aurelio Garrido, tío de Miguel Ángel Blanco, delante de la tumba del concejal en Faramontaos. ALEJANDRO CAMBA

Aurelio Garrido, tío materno, ha donado terreno para erigir un monumento

12 jul 2023 . Actualizado a las 18:22 h.

El terremoto de indignación, rabia y repulsa que comenzó hace un cuarto de siglo en Ermua, con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA, tuvo dos réplicas de especial importancia en la provincia de Ourense. Se registraron en los municipios de A Merca y Xunqueira de Espadanedo, de donde eran originarios los padres del concejal del PP y con los que mantenían una estrecha relación. En Cabanas, A Merca, está la casa familiar de Consuelo Garrido —la madre del edil— y precisamente a ella le quedó en herencia la propiedad. Y no lejos de allí, en Faramontaos, están enterrados los tres: Miguel Ángel Blanco y sus padres, Consuelo Garrido Cid y Manuel Blanco Pérez.

Aquellos días de julio de 1997 siguen grabados a fuego en la memoria de Aurelio Garrido, el tío del concejal que reside en Faramontaos y es la memoria viva de la familia materna, además de quien se ocupa de que nunca falten las flores en el cementerio que está cerca de su casa. Su salud no vive sus mejores momentos, tras mes y medio ingresado en el CHUO, y se resguarda de un sol de justicia en una mesa a la sombra junto al huerto de la casa. «Os recordos non son bos. Polo menos algo fíxose. O pobo vasco estaba con medo e polo menos agora teñen bastante liberdade e normalizouse a vida. Daquela a xente empezou a perder o medo, a pelexar e a saír á rúa, que antes non se atrevían. É unha mágoa que fora a conta nosa, porque el morreu e os pais leváronas no corpo», rememora.

Aurelio Garrido deja perdida la mirada y recuerda con nitidez a su sobrino: «El aquí era feliz. Viñan nos veráns e dicía que só con respirar o aire xa lle servía para gozar. Pasábao ben e saía por aí coa xente do seu tempo. Nos últimos anos, cando xa ao mellor non se achegaban os pais por calquera cousa, el viña coa moza». A él le correspondió el papel de gestionar, junto a su hermana y cuñado, el traslado de los restos mortales de Miguel Ángel Blanco al panteón familiar de Faramontaos. «Os pais sufrían porque lle facían pintadas e rompían as cousas onde estaba soterrado. Houbo que agardar dez anos, porque non se poden mover antes de que pase ese tempo, e foi daquela cando se trouxo. Fíxose sen dicir nada, para evitar problemas». En marzo y abril del 2020 murieron su cuñado y su hermana con escasos días de diferencia —Miguel Blanco se había perdido en el alzhéimer y Consuelo Garrido víctima del covid— y las cenizas fueron trasladadas a Faramontaos.

Monumento en recuerdo de Miguel Ángel Blanco, concejal asesinado por ETA en 1997.
Monumento en recuerdo de Miguel Ángel Blanco, concejal asesinado por ETA en 1997. ALEJANDRO CAMBA

En A Merca estaba previsto inaugurar este miércoles una escultura de Xosé Cid en homenaje al edil asesinado por ETA. Se levantó en un terreno que donó su tío y se ha aplazado el acto por coincidir con las citas previstas para el día en el que se cumplen los 25 años de la muerte. En Xunqueira de Espadanedo se leerá un comunicado junto a la escultura que recuerda al edil en el municipio de su padre.

Una de las personas que vivió de cerca aquella experiencia es el exalcalde de A Merca y médico Rosendo Luis Fernández, que sigue en la corporación como edil. «A nai, Chelo, viña moito. No inverno achegábase ata Cabanas para ver como andaban os pais, Aurelio e Elena, e viña buscarlle as receitas das medicinas. A ela coñecina moito, ao fillo non, aínda que cando estaba por aquí no verán pasábao xogando ao fútbol cos rapaces e ía con eles ás verbenas». El día del secuestro A Merca se paralizó: «O 10 era xoves e tocaba pleno ás oito da tarde. Estabamos falando antes de entrar ao Concello e veu un señor de Faramontaos dicindo que secuestraran ao neto do Aurelio de Cabanas. Ao principio pensamos que non podía ser certo, que estaba trabucado. Metímonos no Concello para escoitar a radio, daquela non había móbiles, e alí botamos os tres días chamando a todos os lados para ter noticias e agardando a que todo se resolvese ben. O desenlace foi un golpe tremendo», recuerda.