La ourensana Natalia Yáñez trabajó en el Casino de Torrelodones durante 11 años, en los que asistió a partidas de Bruce Willis, Piqué o Bárbara Rey
19 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Natalia Yáñez nació en Ourense en 1980. Es una mujer de barrio, con talante, don de gentes y las cosas claras. Se crio en As Eiroás y de allí se fue, huyendo de una relación tóxica, cuando tenía 24 años. Se marchó a Madrid para empezar una vida lejos y desde cero. Acabó en el Casino de Torrelodones. «Mi padre era fontanero y estaba destinado allí por eso escogí la capital», dice. Con ayuda de su tío consiguió un trabajo en el casino y así comenzó su carrera de crupier. «Antes de pisar Torrelodones yo no tenía ni idea de este tipo de juegos. Me formaron ellos. Empezaron por enseñarme a manejar las fichas, a jugar al blackjack y al póker caribeño», recuerda. «Me pasaba unas 16 horas al día estudiando y es que me encantaba», añade. Natalia se entregaba al máximo en cada jornada y pronto acabó llevando mesas de póker texas hold'em, su modalidad preferida y la versión estándar de este juego de cartas. «Pronto se puso de moda y pasamos de tener dos mesas disponibles a acabar abriendo 24», explica. Por ellas pasaron algunos de los profesionales más importantes de este sector como El Cabezón de Elche. «Son los más grandes jugadores y cuando te toca asistirlos lo pasas muy mal porque hay muchísima responsabilidad. Hablamos de partidas en las que se podían llegar a jugar un millón de euros», afirma. Natalia aprendía de los profesionales que se enfrentaban en sus mesas y eso es lo que hizo que más tarde pudiese formar a algunas de las personalidades más conocidas de España —y de fuera de ella—. Ese es el caso de la estrella del fútbol portugués Cristiano Ronaldo, durante su etapa en el Real Madrid. «Se sentó en mi mesa y con él venía un cordón de seguridad enorme. Nos entendimos bien porque le hablaba en gallego, pero en un momento de la partida me di cuenta de que no sabía las reglas, así que se las enseñé», dice Natalia. Le contó cuánto podía apostar y cómo tenía que hacerlo, entre otras muchas cosas, y todo con ayuda de otro jugador de la mesa, el también futbolista Mesut Özil. «Ronaldo es una persona encantadora, muy humilde y con los pies en la tierra. La primera partida de póker que jugó la jugó conmigo y estoy súper contenta de que fuese así», admite la ourensana. Esa no fue la única vez que trató a Cristiano Ronaldo, que repitió en varias ocasiones en el Casino de Torrelodones.
Estando Natalia de crupier en la mesa tuvo como jugadores a otros futbolistas como Piqué o Guti. David Beckham jugó en la de al lado pero sí que asistió al mismísimo Bruce Willis. «Con este me emocioné porque es un actor que me gusta muchísimo, pero tuve que disimularlo. El trabajo era muy estricto con el trato, no podíamos involucrarnos y ni tan siquiera tocar a los jugadores», explica. Durante los once años que trabajó en Torrelodones fue testigo de la evolución del póker y también se percató de las tendencias. «Las mujeres tenían preferencia por el blackjack y por la ruleta. En esta última conocí a Bárbara Rey y de hecho nos llevábamos genial», confiesa.
Fue una década dorada en la vida de Natalia. Su trabajo le encantaba y llegó a ser directora de torneos y a dirigir partidas para PokerStars. «Venía gente de fuera de España para competir. Mi trabajo consistía en organizar las partidas y luego asistir algunas de ellas. Hasta me llegaron a proponer irme a Las Vegas, pero renuncié porque me quedé embarazada», cuenta. Ganaba entre 4.000 y 5.000 euros al mes. «Si yo lo hice, lo puede hacer cualquiera. Lo más importante es tener ganas de aprender y tratar siempre de ser mejor», dice. La discreción, el sosiego y el talante eran fundamentales en su oficio. «Ese lugar era el glamur personificado. Por él pasaban algunas de las personas más influyentes del mundo, de hecho teníamos un gran porcentaje de clientes chinos con millones de euros en los bolsillos», explica. Y, por supuesto, en Torrelodones jugaban los mejores profesionales de España. Entre ellos, Álvaro Marino, Drácula. «Se convirtió en un amigo imprescindible en mi vida», admite Natalia.
Toda esta parte de alegrías, riqueza y prosperidad tenía una cara b: la de la adicción, que Natalia también vio de cerca. «Era muy triste ver esa dependencia en algunas personas. Vi a hombres llorar rogando que le dejásemos 10 euros. Era muy duro porque se arruinaban y aún así no sabían cuándo parar», afirma. «Creo que lo peor que te puede pasar cuando vas a un casino por primera vez es ganar, porque te vas a creer que es fácil y posible, y te vas a confiar», advierte.
Su etapa como crupier terminó en el 2013, cuando se convirtió en madre. Se sometió a una inseminación y decidió emprender esa aventura sola. Luego llegó su hijo Joel. Con él a su cargo decidió dejar el trabajo y regresar a Ourense. Aquí emprendió nuevos caminos profesionales y encontró al amor de su vida, con el que tiene otra hija.«Ahora tengo una vida estable y soy feliz, pero dejar el mundo del casino y volver a la tierra me costó mucho», asume. No ha vuelto a jugar a póker, ni tan siquiera ha enseñado a los suyos a hacerlo, pero no descarta volver a ejercer de crupier. «A mí nunca se me dio por jugar. Me gusta ese trabajo, manejar las fichas y la partida, y nunca arriesgarme a perder mi dinero. Ahora estoy en otra etapa pero lo cierto es que si se abren puertas estaría encantada», concluye.