Los ecovigilantes cumplen 25 años

Fina Ulloa
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Repaso a un programa de acción medioambiental por el que han pasado varias generaciones

22 feb 2023 . Actualizado a las 17:55 h.

Gonzalo Sánchez Busons es profesor del colegio Divina Pastora de la ciudad de As Burgas desde el curso 93/94. Por sus clases han pasado varias generaciones de ourensanos y no es extraño que le paren por la calle para recordarle los buenos ratos pasados en su compañía fuera del horario lectivo. Porque, más allá de las materias curriculares, Sánchez Busons ha dedicado miles de horas de su tiempo libre a compartir con los escolares su otro gran proyecto educativo: los ecovigilantes. «No ha sido una tarea en solitario. Siempre ha habido compañeros y compañeras que han trabajado y aunque no fueran a las salidas sí que ayudaban en la preparación. A lo largo de todos estos años se han sumado muchos profesores», aclara el alma máter de una idea que acaba de cumplir un cuarto de siglo.

Todo comenzó con una actividad organizada por el colegio Franciscanas de la capital ourensana en el año 1998. «Se nos planteó hacer el Camino de Santiago desde Ponferrada en bicicleta con alumnado de segundo de BUP y varios profesores. Para estar preparados, durante varios fines de semana previos organizamos salidas para ir cogiendo forma. Íbamos hasta Ribadavia y otras localidades», relata. Aquella experiencia salió bien y el maestro decidió seguir potenciando en el alumnado el ejercicio físico en contacto con la naturaleza y utilizar esas salidas para que conocieran más su entorno y lo cuidasen. «Hablé con la directora de entonces, que era una monja, Lucía Pampín, y le planteé que yo quería seguir en esa dinámica», cuenta.

El arranque no fue sencillo. Recuerda que se planteaban muchas trabas, tanto desde los progenitores como desde el propio claustro, sobre la idoneidad de esas salidas y los riesgos de los que había que hacerse cargo. «Yo que soy muy tenaz decidí no dar mi brazo a torcer y llevar la idea a buen puerto. Y hasta hoy», resume. Estableció dos tipos de salidas para abarcar el mayor número posible de participantes: «El coche de san Fernando», en el que los escolares realizaban una ruta caminando; y «Dale al pedal, chaval», en la que usaban la bicicleta para desplazarse.

Eran actividades alternas y muchas veces complementarias. Un fin de semana salía el grupo de senderismo y al siguiente los apuntados al club cicloturista. «En esos recorridos lo que íbamos viendo era un paisaje deteriorado o nos encontrábamos vertederos incontrolados, así que lo que hacíamos era, en la siguiente salida, llevar ya los aperos para la limpieza y comenzamos a hacer una especie de inventario de lo que encontrábamos». Poco a poco la experiencia fue creando conciencia sobre la realidad en la que se encontraba la naturaleza en el entorno de la ciudad.

El cambio de milenio supuso un salto en el proyecto, que se bautizó ya con el nombre actual cuando se sumó al programa Voz Natura, el plan de educación medioambiental de La Voz de Galicia desarrollado por la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, que actualmente cuenta con el patrocinio de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda, la Diputación de A Coruña, la Fundación Alcoa, El Corte Inglés, la Fundación Ramón Areces e Inditex.

Desde entonces los ecovigilantes han ido ampliando año a año su radio de acción y de actividades hasta abarcar no solo las salidas sino muchas otras acciones que se desarrollan dentro del centro educativo y que implican a alumnos de todos los niveles. En este colegio ourensano tienen activado un programa de compromiso ambiental en el que los alumnos practican el respeto con el planeta con pequeños gestos que no son esporádicos sino que se mantienen en el tiempo, como la recogida de pilas usadas, de colillas, de móviles o la recuperación de restos de frutas para el compostero. También mantienen una recogida de tapones de plástico con fines solidarios.

Además se han ido aliando para colaborar con diversas organizaciones especializadas en el cuidado del medio ambiente. El archivo fotográfico los muestra a lo largo de los años, con distintas rostros pero en las mismas tareas: replantando especies autóctonas en zonas quemadas, colocando nidos en parques y en espacios silvestres, realizando censos de aves urbanas, retirando especies vegetales invasoras, limpiando márgenes de cauces fluviales o analizando sus aguas. Han arrimando el hombro en iniciativas del Proxecto Ríos, con SEO BirdLife y Libera, con Amigos da Terra, Amigas das Cegoñas o Ecologistas en Acción, entre otros colectivos.

Ese trabajo continuado los han hecho merecedores de varios reconocimientos, entre ellos lograron ser seleccionados como mejor proyecto provincial de Voz Natura en el 2003 y se alzaron con el premio gallego de este mismo programa de educación ambiental en el curso 2015/2016.

Gonzalo Sánchez Busons reconoce que el proyecto que arrancó hace 25 años ha ido cambiando: «Yo creo que ha evolucionado y para bien». Cuenta que los primeros años se hacían una veintena de salidas, frente a las más de cien que se superaron hacen más de una década, pero matiza que también ha ido aumentando los segmentos que tocan. «Yo diría que esto es como una gran croqueta en la que cabe de todo», bromea el profesor que se confiesa orgulloso cada vez que alguno de sus exalumnos, ahora ya adultos e incluso con hijos, le transmite que no ha olvidado lo aprendido con los ecovigilantes. «Es cierto que los pequeños gestos son los que cambian el mundo y la filosofía de este programa siempre ha ido en esa dirección. En realidad hacemos cosas muy pequeñitas y que pueden parecer muy tontas. Un día hemos recogido tres botellitas de colillas, otro hemos puesto cinco cajas nido o hemos plantado dos arbolitos. Pero a lo largo del tiempo, esa repetición suma y se convierte en cantidades muy importantes».

No los ha anotado todos, pero el profesor calcula que han hecho más de diez mil kilómetros andando y cerca de cinco mil en bicicleta, sabe que han desarrollado más de tres mil actividades, y que solo en pilas usadas entregaron más de 23 toneladas. Pero por encima de todo ello, le gusta pensar que ha servido para que los escolares que han pasado por los ecovigilantes acabaran interiorizando el mensaje de que es necesario arrimar el hombro con pequeños gestos para preservar el planeta para las generaciones futuras. «Esto es el desarrollo sostenible. Que ellos se den cuenta de que no pueden quemar el planeta y adquieran esos pequeños hábitos. Los pequeños gestos son los que hacen que te distingas. Yo siempre les digo que piensen que después de ellos van a llegar sus hijos y luego los hijos de sus hijos», dice.