Cruz Roja ayuda a romper con la pobreza heredada a 345 menores

Fina Ulloa
fina ulloa OURENSE / LA VOZ

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Imagen de archivo de un campamento organizado desde el programa de Cruz Roja en el parque multiaventuras de A Mezquita
Imagen de archivo de un campamento organizado desde el programa de Cruz Roja en el parque multiaventuras de A Mezquita cedida

Un centenar de voluntarios ayudan en el programa del éxito escolar

14 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El 80 % de los niños que viven en entornos de precariedad económica seguirán siendo pobres de adultos y ocho de cada diez personas que no logran terminar la secundaria tienen padres que tampoco pasaron de la primaria. Estos datos del estudio realizado por la Fundación Foessa sobre la pobreza infantil reflejan una realidad asumida socialmente y contra la que Cruz Roja viene trabajando en Ourense desde hace años con su programa de promoción del éxito escolar: la pobreza se hereda y la posibilidad de salir de ese círculo está íntimamente ligada a que los menores con menos recursos dispongan de las mismas posibilidades de formación que los que viven sin dificultades económicas.

Pero pagar clases particulares para afianzar las materias en las que el alumno flojea no está al alcance de todas las familias, al igual que disponer de un ordenador o de un espacio para estudiar con la tranquilidad necesaria, o tener acceso a una alimentación adecuada para afrontar en condiciones y con la mente despierta una jornada lectiva. Según explican en Cruz Roja, hay muchos niños ourensanos que se enfrentan a todas esas carencias y a otras que, aunque puedan parecer de menor importancia, la tienen. Y mucha. Como poder relacionarse fuera del aula, compartir actividades extraescolares o de ocio. «Todo es aprendizaje, todo ayuda a disponer de más herramientas, más oportunidades para encarar el futuro con mayor posibilidad de éxito», resume Raquel Castro de la Fuente, coordinadora provincial de Cruz Roja Juventud, de la que depende ese programa de promoción del éxito escolar. En este año llegaron a 345 menores de entre 6 y 18 años en situación de dificultad social. Los 104 voluntarios y ocho técnicos implicados realizaron 13.800 intervenciones.

«Nosotros somos un escalón más para llegar a la meta en una escalera que para algunos es más dificultosa porque hay más peldaños que para otros», dice la responsable de este programa que se desarrolla en toda la provincia y que se adapta a las necesidades de cada niño. Aunque hay un esquema común en el que cada jornada se combina lo académico con otros aprendizajes. «La primera hora se dedica siempre a reforzar las materias en las que tengan más lagunas o a preparar exámenes. Luego les damos una merienda saludable y los últimos 45 minutos los dedicamos a trabajar, a través del juego, otros aspectos como las habilidades sociales, la formación medioambiental, la prevención de acoso escolar o la violencia sexista», explica Castro.

El problema es que faltan recursos para atender a la demanda. «Tenemos, desgraciadamente, lista de espera», confirma. En los últimos años se ha incrementado el número de peticiones para este servicio y también ha variado el perfil de las familias. «Hoy tenemos gente que hace unos años ni se lo habría planteado. Desde la pandemia, por la pérdida de empleos pero también por casos de fallecimientos de familiares de apoyo, como eran abuelos o abuelas que ayudaban, las peticiones se han disparado. Tenemos dificultades para cubrir todo lo que nos está entrando. Todos los días nos llega gente en situaciones muy difíciles», dice Raquel de Castro. La responsable pide más voluntarios dispuestos a colaborar. «Intentamos que cada dos o tres niños haya una persona que les pueda echar una mano», dice.

El proyecto, que cuenta con el apoyo de la Diputación de Ourense y la Xunta, no se limita al período lectivo. Se extiende también a la época vacacional. «Vamos a las piscinas y a campamentos pero también organizamos excursiones y todo tipo de actividades culturales que nos permitan seguir trabajando aspectos esenciales para su desarrollo en una educación integral y transversal en la que también actuamos con las familias», apunta Raquel Castro.

Esa implicación de los padres es esencial para el éxito de la iniciativa. «Mantenemos entrevistas individuales con los menores y con sus familias para detectar problemas que puedan surgir y abordarlos ayudando en lo que necesiten. Nuestro objetivo es apoyar a los progenitores en todo lo que podemos porque muchas veces se minusvaloran y piensan que no son capaces de aportar esa ayuda a sus hijos porque ellos no tuvieron oportunidad de terminar sus estudios», añade. Es labor de los técnicos hacerles ver que sí tienen mucho que ofrecer. «Organizamos talleres, incluso de nuevas tecnologías. Les ayudamos a que pierdan el miedo a hablar con los hijos y a preguntarles, porque eso también es súper importante», dice Raquel.

«Los progenitores con pocos recursos suelen tener una visión pesimista de sí mismos»

La coordinadora de este programa de Cruz Roja explica que luchar contra la baja autoestima es otro de los objetivos del proyecto. «Los progenitores con pocos recursos suelen tener una visión de sí mismos bastante pesimista. Consideran que no tienen conocimientos para, por ejemplo, ayudar con los deberes, y eso les crea un sentimiento de inseguridad y frustración», explica Raquel Castro.

La coordinadora matiza que luchar contra ese sentimiento de inferioridad es esencial porque es una actitud que también heredan y asumen los menores de la familia, que no dejarán aflorar todas sus capacidades. Y para mejorar esa actitud en el programa echan mano de todo lo que pueden desde el primer día del curso. «Intentamos en la medida de lo posible entregarles material nuevo para que lleguen en las mismas condiciones que los demás porque ellos se dan cuenta de que llevan tres años con la misma mochila rota mientras otros la llevan nueva, o que van con una libreta con hojas arrancadas. Llegar como el resto les genera seguridad e ilusión», ejemplifica Castro. Eso sí, también se les educa para que entiendan que no tener de todo no significa que no puedan alcanzar las mismas metas que los demás. «Trabajamos que tengan un buen concepto de sí mismos y de sus capacidades porque esa mentalidad les va a marcar en los estudios. Y también abordamos otros aspectos para que sepan detectar cuando, por ejemplo, una persona se está metiendo con ellos», apunta. Generar un clima de confianza para que cuenten lo que les pasa es otro de los objetivos de este proyecto que aporta, dicen, muchas satisfacciones: «La mejoría se nota ya desde el primer curso que están con nosotros, tanto a nivel escolar como en el personal».