Pepe Mexilón, hostelero y celador jubilado: «En el bar llegamos a vender trescientos 'fuflais' a la hora»

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

OURENSE

Santi M. Amil

Empezó a trabajar en hostelería con once años y abrió el famoso local de los mejillones en la calle Lúa

09 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

José Antonio Ruiz García es ponferradino de nacimiento y ourensano de corazón y por derecho, pues se mudó a la ciudad de As Burgas cuando apenas soplaba seis velas sobre la tarta. Pepe —o Pepiño como le conocen la mayoría de sus allegados— vino al mundo en Ponferrada en 1949. «Mi papá era ferroviario y toda su familia era andaluza, de Linares (Jaén). Eran 18 hermanos, así que creo que en esa casa no había televisión —bromea—. Pidió el traslado a Galicia y en el camino hubo una parada en Castilla y León, por eso yo y tres de mis cuatro hermanos nacimos en Ponferrada pero fue algo casual, lo cierto es que toda mi vida está en Ourense», afirma. La familia se mudó a las torres de O Pino. Avispado y pizpireto, su padre pronto vio algo en Pepiño y con once años lo puso a trabajar, para que pudiese ayudar económicamente en casa. «Recogía cascos y servía las mesas en el antiguo restaurante La Guardesa de A Ponte. Lo llevaba una viuda con siete hijos y yo estaba de ayudante. Trabajaba de la mañana a la noche y ganaba mucho dinero gracias a las propinas porque el local estaba situado en plena general Vigo-Madrid y paraban todos los camioneros a diario», recuerda. No tardó en hacerse un hueco y en ir creciendo profesionalmente, convirtiéndose en uno más de la familia. Allí trabajó hasta los 21 años.

Por el camino, ocurrieron algunos de los acontecimientos que más marcarían la vida personal de este ourensano, como el fallecimiento de uno de sus hermanos pequeños a causa de un golpe jugando, agravado por una hemofilia no diagnosticada. Una historia que podría haberse repetido para Pepe años después. Tenía 18 años y estaba jugando a fútbol en el estadio de O Couto. Se cayó. «Recuerdo que todos pensaban que yo tenía futuro en el deporte porque era rápido y muy delgado. Vinieron asustados porque no era capaz de levantarme solo. Era la cadera. Me llevaron a Madrid y justo cuando estaban a punto de operarme, mi madre mencionó lo ocurrido con mi hermano, así que lo pararon todo y se dieron cuenta de que yo también era hemofílico», recuerda. Optaron por ponerle una prótesis externa. Desde ese día Pepe se llama a sí mismo también el cojito, por la peculiaridad que le acompaña al andar desde entonces.

La hemofilia le ha supuesto decenas de ingresos hospitalarios a lo largo de su vida, pero salvando lo de truncar la carrera futbolística, no le ha impedido nada de lo que se ha propuesto por el camino. «Cuando tienes esta enfermedad, el temor a estar sangrando es una constante», dice.

Siguió trabajando en La Guardesa hasta que su padre decidió abrir un bar, que terminó por convertirse en un emblema de la zona de vinos de Ourense. El Mejillón nació en 1970 en la plaza del Hierro, justo donde hoy está el Orellas. «Fuimos los primeros en regalar una tapa con el vino, con la chiquita, y, por supuesto, era un mejillón», cuenta. «El secreto estaba en la salsa perruna que llevaba el bivalvo, que se hacía a base de vegetales, guindilla y azafrán para darle el toque amarillento. La gente se volvía loca, les encantaba», continúa Pepe. Llegaron los ochenta, el local iba de maravilla y, entre esas cuatro paredes, se enamoró. Se sacó la oposición de celador y se casó con el que todavía hoy es el amor de su vida, y madre de sus dos hijos, Otilia Blanco. Recién casados se fueron a trabajar a la estación de Manzaneda durante tres largos años, pausando el servicio en sanidad, que desempeñaría a su vuelta en el Hospital de Ourense. «Mi sueldo en la residencia era el único que entraba en casa y ya teníamos a la niña, así que con algunos amigos abrimos el Bodegón, un bar en la calle Lúa que la verdad es que triunfó», rememora. Aquello duró unos años, hasta que se mudaron al local de enfrente, creando O Mexilón, en la misma calle. De ese bar, Pepe se quedó para siempre con dos cosas: su sobrenombre —desde entonces es Pepe Mexilón— y el orgullo de haber regalado a Ourense una de sus tapas más típicas, los «fuflais». Esa elaboración es una de las más conocidas entre los ourensanos, de todas las edades. «No parábamos de hacer mejillones al vapor, a la vinagreta y de todo tipo. Así que una compañera vasca, que se llamaba Rita, nos descubrió una nueva forma de hacerlos, triturándolos y mezclándolos con bechamel y otros ingredientes. Los llamamos ‘fuflais' y nos los quitaban de las manos. Los preparábamos por centenares, llegamos a vender 300 por hora. Era una auténtica locura», termina.

Pepe, junto a su hija frente al primer local del Bar Mejillón, en la plaza del Hierro de la ciudad a finales de los ochenta
Pepe, junto a su hija frente al primer local del Bar Mejillón, en la plaza del Hierro de la ciudad a finales de los ochenta

«Era un placer sentarse con Los artistiñas y escucharles»

Además del fútbol o de la cocina, entre las aficiones de Pepe Mexilón desde que era muy joven está el amor por el arte. «En mis horas libres en La Guardesa me encantaba ir al Voltaire. Así conocí a Tucho y a todos los demás», recuerda. «Me alucinaba el arte. Yo me quedaba boquiabierto con Xosé Luís de Dios y Jaime Quessada», añade. Cuando empezó a escaparse para pasar apenas una hora en el refugio de Os Artistiñas tenía solo 16 años y el licor café se lo ponían en teteras. «Cualquier poeta, escultor, pintor... que pisara Ourense pasaba por allí. Se respiraba la cultura en todos lados. Era un placer sentarse con aquellas personas y descansar escuchándolas durante quince minutos, con eso me bastaba», confiesa. Bóveda, Virxilio Viéitez, Otero Pedrayo... con todos compartió mesa, anécdotas y grandes momentos de su vida. No se olvida del fallecido Vidal Souto, Alexandro, Acisclo Manzano... «Son grandísimos amigos, personas a las que admiro y con las que he tenido la suerte de compartir mis días hasta hoy. Qué suerte», culmina.

DNI

Quién es. Pepe nació en Ponferrada en 1949 y se mudó a Ourense con seis años.

A qué se dedica. Está jubilado y ha sido celador en el CHUO, camarero en La Guardesa en A Ponte y también el propietario del Mejillón, en la plaza del Hierro y en la calle Lúa.

Su rincón. Escoge precisamente la plaza del Hierro, donde abrió el Mejillón. «Es donde conocí la libertad y donde encontré el amor», confiesa.