Ernesto Schreck, fotógrafo: «El hecho de abrir todos los días la puerta de la tienda ya es un éxito»

xosé manoel rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

El tercer Ernesto Schreck de la saga familiar celebra el centenario del negocio en el mismo local que abrió su abuelo en 1922

10 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de la familia Schreck camina paralela a la de la propia fotografía. Ernesto Schreck Schültz nacía en 1897 en el pequeño pueblo alemán de Küstrin —que tras la Primera Guerra Mundial fue anexionado a Polonia— y en la Gran Guerra no disparó en solo tiro, pero sí su cámara fotográfica. Tras la contienda decide buscarse la vida fuera de Alemania y llega a Barcelona, donde se pasa un año haciendo arreglos y retoques para un famoso fotógrafo. Se traslada después a Zaragoza y Pamplona, donde progresa en el estudio de un destacado fotógrafo —Alberto Muro— que acaba siendo su suegro al casarse con Adoración Muro Gutiérrez. La siguiente parada fue en Galicia, recalando en Ourense y haciendo de la ciudad su hogar de por vida. En 1922 abrió su estudio fotográfico y cien años después su nieto, Ernesto Schreck Mata (Ourense, 1965), mantiene vivo el legado del proyecto familiar. El tercer Ernesto Schreck será el último de la saga.

—Barcelona, Zaragoza, Pamplona... ¿Por qué acaba su abuelo en Ourense?

—En aquellos años Samaniego, que era un fotógrafo de prestigio, decide ampliar sus conocimientos estudiando en el extranjero y opta por traspasar su estudio. Mi abuelo lo conocía y se puso en contacto con él. Llegaron a un acuerdo y así empezó el negocio familiar de Ourense. Samaniego aún estuvo uno o dos meses con mis abuelos para presentarle a los clientes y que se fueran asentando en la ciudad.

—¿La ubicación se mantiene?

—Schreck lleva un siglo en el mismo sitio. En un principio era vivienda y estudio —hay una fotografía de aquellos años en la que se ve el bajo con la entrada al negocio y la ventana de la vivienda que daba a la calle— y después se hizo una reforma para convertir el jardín y parte de la casa en estudio. La familia se fue entonces a vivir un poco más abajo, en el edificio de Pastor Fábrega.

—¿Tres generaciones de fotógrafos con idéntico nombre?

—Si. Tres Ernesto Schreck, y en este local. Aunque son cuatro generaciones, porque mi bisabuelo materno, Alberto Muro, también fue un prestigioso fotógrafo. Y por esa línea sigue la profesión familiar en Francia.

—Celebran su centenario. ¿Tiene previsto algo especial?

—No. Barajamos hacer algo pero son iniciativas que tampoco aportan, más allá de los amigos y los clientes. Y con eses ya lo celebramos en el día a día. No necesito reconocimiento. El hecho de abrir todos los días la puerta de la tienda ya es un éxito. A mi padre y a Pepe Santoro le organizaron un homenaje en su día en un encuentro en Silleda. Hice una exposición con cien fotos y esas cosas solo valen para que te reconozcan los amigos. El homenaje es seguir viniendo y seguir confiando en nuestro trabajo. Esa es la mejor celebración.

—¿El retrato sigue siendo la esencia de Schreck?

—Es nuestra señal de identidad. Obviamente el día a día es mucho más amplio; haces mucho reportaje social y proyectos que van surgiendo desde el sector industrial: turismo rural, bodegas y otros. Aunque el 90 % de nuestro trabajo es de estudio.

—¿Pasar desapercibido y lograr la complicidad es la clave del retrato?

—Si estás detrás de la cámara la persona se pone nerviosa y está tensa esperando a que hagas la fotografía. Llevo el disparador en la mano, o lo tengo dentro del bolsillo, y voy hablando con la persona... nunca son conscientes de cuando vas a disparar, obviamente lo ven cuando lo haces pero ya pasó, y así consigues el resultado que deseas. La clave del retrato es tener mucha paciencia, transmitir confianza y ser agradable, educado y cortés en el trato. Nunca hay que tener prisa. Y el 99 % salen contentos.

«Hay familias que son clientes desde hace varias generaciones»

La saga fotográfica se extinguirá con el tercero de los fotógrafos asentados en el negocio familiar. No son buenos tiempos para el sector y coincide con la afirmación de Sebastiao Salgado en la que el brasileño vaticinaba el fin de la fotografía actual en treinta años.

—¿Conserva el archivo?

—Mi abuelo era muy meticuloso y tenemos los libros con el índice y el orden alfabético. Está todo clasificado. Hay material de la época de las placas de cristal, y desde los retratos de cuando tomaron posesión obispos como Blanco Nájera o Temiño a las diapositivas del viaje de novios a Berlín, en 1931 o 32, o trabajos de mi tía Margarita.

—¿Tienen clientes generacionales?

—Sí. Hay familias que llevan viniendo años y su historia está vinculada al estudio porque les hicimos las fotos de la boda, de los bautizos, comuniones... los ves crecer y te alegras de que les vaya bien.

—¿Las caras de Schreck son parte del imaginario colectivo ourensano?

—Están en muchas casas y son un elemento identificativo. Las sigo haciendo. Da mucho trabajo, pero es una satisfacción: haces las fotos, revelas, pegas el papel en un cartón con brocha y cola blanca de carpintero y luego le doy el retoque para el sombreado.

— ¿Y las felicitaciones navideñas?

— Fue una casualidad. A mi hija mayor le regalaron tres osos de peluche enormes y le hicimos una foto con ellos y un árbol de navidad. La fotografía estaba en el escaparate y la gente entraba pidiendo una igual. De noviembre a enero hacemos muchas. Es una forma diferente de hacer un regalo o felicitar las fiestas.

—¿También mascotas?

—Sobre todo perros, aunque también pasó algún gato. Un día vino una pareja con un conejo: les gustó mucho y nos encargaron un álbum.

Recomendación del positivado y la viuda del legionario

El centenario del estudio es la historia de una saga familiar. El negocio lo abrieron en 1922 Ernesto Schreck y Adoración Muro. Su hijo Ernesto dio continuidad al proyecto —con sus hermanas ayudando en el mismo— y su nieto mantiene idéntico esquema familiar, recordando en todo momento que el estudio es un trabajo a cuatro manos entre él y su mujer Enriqueta Alonso.

Tras cursar COU, el fotógrafo se fue a la Escuela de Artes y Oficios a estudiar pintura —«mi padre quería que cogiera pulso para hacer el retocado de las imágenes»—. Lleva casi cuatro décadas vinculado al negocio familiar. Empezó en 1983, aunque recuerda que «desde pequeño estaba metido aquí, con mis hermanas. Cuando era la época de las comuniones y había mucho trabajo —a lo mejor 100 o 150 niños— una de mis hermanas peinaba, yo bajaba los fondos, y mi tía Margarita y mi abuela también estaban por allí trabajando». El paso del tiempo y el avance de la fotografía fue revolucionando todo, para bien y para mal: «Aquí llegó a haber doce mujeres trabajando para retocar las fotografías».

—¿El móvil es el enemigo?

—No es ese el problema. Falta ética y moral, y que la gente valore tu trabajo. Con un móvil captas una imagen, sin más. Una fotografía es una obra de arte realizada por un profesional que sabe de luz, composición, encuadre... y muchas otras cosas que forman parte de la experiencia adquirida con los años.

—Recomienda el positivado.

—En un dispositivo puedes tener miles de fotografías, pero no las disfrutas y las acabas perdiendo. Mi propuesta es que hagas cien copias una vez al año de lo que consideres importante. Al cabo de diez años tienes mil fotos que resumen tu vida, familia, viajes, aficiones o lo que consideres más oportuno.

—¿Le piratean mucho?

—Sí. Este es un país de piratas. No hay ética ni respeto por el trabajo de los demás.

—¿Tuvo algún caso de esos que acaba en el anecdotario?

—Una vez vino una viuda con la foto de su marido vestido de legionario. Quería que apareciese de traje y corbata. Y así se le entregó. También hay mujeres que nos piden que le retoquemos las fotos para el DNI. Le comentamos que no le van a servir, pero les da igual. Y luego vuelven porque cuando fueron a renovar el carné se las rechazaron. Hay quien lleva las dos, las normales y las retocadas.

Quién soy

«Una persona a la que apasiona su profesión y la defiende con orgullo, por saber lo que implica en la vida de nuestros clientes ser testigo y partícipe de sus momentos más felices. Ser miembro de una saga de cuatro generaciones de fotógrafos te imprime una forma de ser y trabajar diferentes. Paciente, educado, atento y comprometido con mi día a día en continuar con ese legado que nuestros predecesores forjaron durante todos estos años de historia».